¿Qué demonios hace Rick Astley, señera y encopetada figura del pop ochentero, pálido crooner capaz de cantar como negro, amigo de glorias como Elton John e intérprete que no articula mayores palabras en español, escuchando en el fin del mundo a humoristas riéndose del hijo de la Presidenta, del Transantiago, de las tragedias cotidianas del chileno o presentando a Oscarito?
“Cuando llega ese momento, hago dos cosas”, introduce el británico, por estos días oficiando de jurado de las competencias del Festival de Viña. “Primero, no me voy a sentar en mi puesto de jurado, porque la cámara tiende a moverse mucho y pasa por delante de nosotros, por lo que no quiero aparecer en las pantallas con cara de estúpido que no entiende nada. A partir de ahí, me voy a bambalinas y converso con un par de chicos que me explican lo que está pasando, me traducen un poco. Pero, para ser honestos, en el humor no he entendido nada, sobre todo anoche (en referencia a la presentación de Rodrigo González)”.
De alguna manera, el intérprete de Together forever, que cierra la jornada de hoy, encarna a un hombre aparte. Un forastero en tierra exótica que comprende poco y nada del ADN de un festival emitido por TV, con dos animadores, que por una semana monopoliza los temas país y cuyos premios se regalan según el ánimo del respetable.
“Es como el Super Bowl de ustedes, ¿no? Toda la gente pareciera volverse loca”, lanza en atinada comparación, para luego seguir recalcando la distancia entre su experiencia y la del resto: “Para mí la mayor diferencia siguen siendo los cómicos. No es normal que eso pase en un festival. Y también todos hablan español, lo que la da un toque…como decirlo… cultural. Por ejemplo, el chico de la primera noche (Edo Caroe) estaba muy involucrado con la gente chilena, el hijo de la Presidenta y todo eso. O sea, no quiero decir que no puedes tener un humorista en Glastonbury, pero ese tipo de eventos es mucho más internacional”.
Para poder descifrar qué diablos sucede cada noche en la Quinta Vergara, Astley se ha valido de asesores. Sus mismos compañeros de jurado, por ejemplo. Uno de ellos es Luis Jara, con quien se juntó a cenar hace un par de días, repitiendo el cara a cara precisamente ayer, en una entrevista íntima que grabaron para el matinal Mucho gusto en el restaurante Portofino, de Valparaíso. Ahí, el chileno se acompañó por una copa de champaña -quizás guiño al segmento ‘la hora de la verdad’ que inauguró en el programa Vértigo- y, siempre hablando en un fluido inglés, hasta le preguntó por Robbie Williams, una probable manera de exorcizar sus propios fantasmas.
“Estoy preocupado, porque me queda bien poco para subirme al Festival. Estoy siendo muy cuidadoso. A mí me gusta dormir, a los cantantes nos gusta dormir, y además ha estado tan frío. ¡El lunes en la mañana estaba congelado! Por eso le acabo de decir a Luis: ‘si esta noche (ayer) cantas, no bebas y ándate a la cama’. Así que creo que se fue a acostar”.
Otro aliado de última hora ha sido Ricardo Montaner, aunque desde un ángulo más artístico. “El siempre me intenta explicar qué significa cada cosa en la competencia. Por ejemplo, uno de los cantantes de anoche tenía un ritmo que yo encontraba difícil de seguir y él me explicó. No entiendo la diferencia tan sutil entre el folclor colombiano y otros, por eso prefiero sentarme al lado de Ricardo”.
Para relajar la confusión, para tomar un poco de aire en un entorno que califica de “loquísimo”, el intérprete ha escogido Valparaíso como su oasis, hasta donde llega con su señora y sus hijos para descansar, comer o pasear. “Y hoy puedo hacerlo. Tampoco soy tan famoso como en los 80, porque en esa época no habría podido salir a recorrer a pie Santiago o Berlín, o lo que sea: siempre hubiera tenido cuatro tipos cerca. Para ir al cine hubiera tenido que usar una máscara. Ahora no, y me gusta”, describe en torno a una nueva vida que también ha desplegado en Viña: la ciudad del festival que nunca terminará de entender.