No hay redención para un hombre con taras físicas en la corte de un noble renacentista, pero 500 años más tarde tampoco habrá salida posible. La tolerancia y la corrección de la sociedad moderna tampoco parecen alivianarle la vida a quien carga con una deformidad irreparable si es que el bufón sigue enfadado con el mundo y consigo mismo. Aquella es, con seguridad, su gran tragedia y, al mismo tiempo, la maldición que se cierne sobre Rigoletto en la ópera de Giuseppe Verdi.
La obra estrenada en 1851 en el teatro La Fenice de Venecia llega desde el viernes 14 al Teatro Municipal tras siete años de ausencia, y en esta oportunidad la conduce la gran premisa de que cada cual se cava su propia tumba. O, en términos más positivos, teje su destino personal. Eso es lo que el propio Victor Hugo, autor de la obra teatral El rey se divierte en que se inspiró la ópera de Verdi, escribió en un ensayo de la época, y es una de las principales ideas fuerza de la producción que el británico Walter Sutcliffe (1976) introduce en su versión.
"Rigoletto es la tragedia de un hombre condenado por el propio resentimiento que le tiene a la vida y a quienes lo rodean", explica el inglés Sutcliffe, quien es actualmente el director de la Northern Ireland Opera. "Físicamente sabemos que es jorobado y cojea, pero al mismo tiempo está rodeado de gente a la que no quiere. Obviamente no gusta de su trabajo de bufón, pero una de las formas que tiene de vengarse es reírse de lo que odia, en este caso de los integrantes de la corte de palacio", comenta el director de escena acerca del argumento.
Ubicada entre las 10 óperas más representadas en el mundo de acuerdo al portal especializado Operabase (La más escenificada es La traviata, también de Giuseppe Verdi), Rigoletto narra a grandes rasgos la historia del bufón que protege con fanatismo a su hija Gilda de los avances del Duque de Mantua. La quiere en forma ciega, la blinda de los hombres que cree peligrosos, la tiene encerrada en casa, pero no puede detener la rueda de la historia y la eventual llegada de un conquistador amoroso. Para su mala fortuna, éste será el noble para el que trabaja, el Duque al que divierte y al que le conoce todos sus pecados y miserias. Es también con él que se ha reído de otros y al que celebró su despreciable incursión seductora en la hija de un viejo noble.
"De alguna manera su suerte está echada desde el principio y sabemos que el odio que engendra se volverá contra él en algún momento. Como en una tragedia griega, Rigoletto es ciego a lo que está pasando a su alrededor y no ve venir el final oscuro", afirma Sutcliffe sobre este personaje de múltiples matices escrito para la voz grave de barítono, más baja que la de tenor.
Quien justamente tiene mejor conocimiento de primera mano acerca del jorobado de Mantua es el cantante rumano Sebastian Catana, quien lo interpretará en el elenco internacional del Municipal. " La principal característica de Rigoletto es que es un personaje bueno y malo al mismo tiempo. Eso es muy raro en el mundo de la ópera, muy extraño en un personaje protagonista", comenta Catana.
Luego entrega más elogios: "Es increíble. Empiezas en un punto geográfico y luego vas en todas las direcciones emocionales posibles. La sociedad no lo acepta, pero por otro lado él tiene una labor de bufón de la corte, siempre burlándose del resto". Para Catana, lo peor que puede pasarle a Rigoletto es que su oficio se mezcle con su intimidad. "Su trabajo es también una labor bastante humillante: hace reír al resto por sus burlas, pero también por su deformidad. Se ríen con él y de él, y Rigoletto guarda como el secreto más preciado a su hija Gilda. Lamentablemente, el Duque la conoce, y se mezcla la vida profesional y personal del bufón".
Obra de arias muy populares (entre ellas La donna è mobile, que canta el Duque en el acto III), Rigoletto ha sido objeto de múltiples versiones en los últimos años, desde adaptaciones ambientadas en casinos de Las Vegas a producciones en el territorio mafioso de Little Italy en Nueva York. Es más, hace 10 años la cineasta alemana Doris Dörrie realizó una muy polémica (y, para algunos muy risible) versión en el planeta de los simios de la saga fílmica homónima: Rigoletto era un orangután y el Duque un gorila
Según Walter Sutcliffe, la razón de la maleabilidad de Rigoletto es bastante evidente: su conflicto es universal y atemporal. "Su historia es tan amplia que puede adaptarse a cualquier época y no circunscribirse siempre al período medieval o renacentista en que se representó en un principio", explica.
"El mundo de cortes y reyes donde se mueve el personaje central puede perfectamente ser nuestra sociedad, donde cada vez hay más oligarcas que ostentan el poder", dice el director de escena.
"Puede ser la Italia de Berlusconi o tal vez un mundo como el de la película El lobo de Wall Street. Aún así no creo que lo central de la ópera sea la crítica social, sino que se trata de una tragedia personal en un contexto social específico".
Aunque Sutcliffe declina llamar derechamente contemporánea a su producción, es evidente que al menos desde el punto de vista escenográfico y de vestuarios, este Rigoletto es modelo siglo XXI. "Mi puesta en escena es un poco contemporánea, aunque es difícil hablar de conceptos como moderno o contemporáneo. Normalmente trato de crear mundos diferentes a los que el compositor o el autor teatral desarrolló. Para mí, la real experiencia teatral es descubrir algo nuevo en el escenario, donde los intérpretes transmitan verdad, emoción e inteligencia".
Más allá de las discusiones conceptuales, en lo que Sutcliffe y los músicos están totalmente de acuerdo es en la infalibilidad de la ópera de Verdi en términos musicales y dramáticos: "Una de sus genialidades es que no hay música innecesaria. Nunca hay notas de más y todo lo que se canta o toca está en relación con lo que está pasando. Todo tiene, en otras palabras, un sentido dramático".