Río de Janeiro: Favelas recuperadas
<img style="padding-bottom: 0px; margin: 0px; padding-left: 0px; padding-right: 0px; padding-top: 0px" alt="" width="81" height="13" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200910/550385.jpg" /> No sólo hacen noticia por su violencia. Por el contrario, tres favelas invitan al visitante a descubrirlas a través de un hotel, un bar de un inglés con gran ambiente y un centro cultural.
En Río de Janeiro hay más de mil favelas donde viven casi dos millones de personas, y si no es por la visita de Madonna o Carla Bruni, la mayoría de las veces aparecen en los medios por actos de violencia. Quizás por eso, esta noche oscura el taxista sube el morro Tavares Bastos desconfiado, en silencio. En cada curva parece que desistirá. Pero Renata Bernardes, a mi lado, lo anima a seguir. "Es el bar de un inglés, ¿no conoce The Maze?, se ha puesto de moda, salió en el diario la semana pasada, siga, siga, que ya llegamos", le ordena. El no responde. Conduce cada vez más lento, hasta que dice basta.
BAJAMOS DEL AUTO
Las primeras imágenes que se vienen a la mente después de escuchar la palabra favela son automáticas: crimen, pobreza, narcotraficantes, niños en peligro, tiroteos, la película Ciudad de Dios. Pero cuando bajo del taxi no veo nada de eso, más bien una escena alegre, bien carioca. El paisaje: bares con sillas afuera, pasillos que ingresan al morro, música, gente. A lo lejos aparece un hombre con una polera donde se lee The Maze, que significa laberinto. El nos guiará por el interior de la favela hasta el bar. El ambiente en The Maze podría ser el de un bar de jazz del SoHo, en Nueva York. Hay cariocas, turistas que hablan inglés y francés, parejas mixtas, de brasileñas negras y gringos rubios. La casa es mediterránea y enredada, con escaleras, varios pisos y balcones con vista a los cerros iluminados. El creador, conocido como "el inglés del bar en la favela", llegó por primera vez a Brasil hace 30 años. Era un productor de cine, harto de su vida en Londres y deprimido por una separación. Una tarde de carnaval arribó a Salvador, vio a todos vestidos de blanco, bailando, y supo que se quería quedar. No se lo dijo a nadie, pero el barco se fue sin él.
Se quedó un tiempo hasta que le tocó ir a la guerra del Líbano. "Fue tan duro lo que viví que a la vuelta necesitaba un lugar donde pudiera esconderme. Así encontré esta favela, hace 28 años", me dijo antes de una sesión de fotos para una revista italiana.
Cuando llegó a la favela era corresponsal para la BBC, descubrió casos de policías corruptos y comenzó una campaña para erradicar el narcotráfico en Tavares Bastos. No fue fácil, pero la cercanía del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (Bope), la policía de elite de Río, lo ayudó.
Hoy, en el morro Tavares Bastos y en la cercana Pereirão, no se trafica droga ni hay armas. Son favelas limpias o recuperadas, que se usan de escenario para novelas, miniseries y películas, como Hulk. Ahí está el bar de jazz del que todos hablan en Río, que también tiene un hotel y un centro cultural, y trabajan 30 personas (www.jazzrio.com). Una es el rastaman que a las 3 AM nos guiará de vuelta por las ruas finitas como un spaghetti, hasta la parada de los taxis que se animan a subir.
Andreia Martins, la dueña de la Pousada Favelinha, está vestida como soldado, pero tiene cuerpo de modelo (www.favelinha.com). Lleva pantalón camuflado, rizos negros y un suéter de angora suave color café, como su piel. Conversa en la cocina mientras unos alemanes terminan de desayunar y se preparan a pasear por Río. Ya les explicó cómo moverse en la ciudad y en la favela Pereirão, donde está la posada. Cinco años atrás, esta villa fue invadida por la Bope -la misma policía de la película Tropa de Elite-, que terminó con los narcotraficantes.
Andreia vivió varios años en Europa y cuando volvió a Brasil quiso tener un negocio propio: construyó una posada en una favela. Muchos trataron de convencerla de su absurdo. Pero ella estaba segura de lo que quería. Hoy existen varias posadas en favelas, incluso en Rocinha, la más grande del país. Ella asegura que la suya fue la primera que abrió, en 2005. Sus primeros clientes fueron amigos europeos, que no podían creer tener un balcón sobre el Pan de Azúcar, rodeados de plantaciones de plátanos en un morro de Río, por menos de 30 euros. El boca a boca hizo el resto. "Aquí nunca nadie fue asaltado", recalcó Martins.
Más allá de la posada está Morrinho, un proyecto social y cultural que partió en 1997, cuando adolescentes de la favela hicieron una réplica de su población en miniatura (www.morrinho.com). Como otros niños construyen castillos con legos, ellos levantaron una maqueta con ladrillos ahuecados (tijolos) y pintados. En una ladera, hay casitas, bares, iglesias, prostíbulos, policías, traficantes, galpones con ametralladoras del tamaño de un dedo y hasta un mini Cristo Redentor sobre un morrinho (cerro pequeño). Todo apiñado, como en una favela de verdad.
Los chicos de Morrinho comenzaron jugando, pero cuando la policía vio la maqueta quiso destruirla. Pensó que era un mapa para los narcos. Hoy, la maqueta tiene 400 m, los que empezaron el juego ya cumplieron veintipico y junto al proyecto recorrieron varios países, se presentaron en bienales de arte, ganaron premios, obtuvieron créditos y salieron en reportajes en EEUU y Europa. Hasta producen videos animados de los juegos en la minifavela, documentales y una película que se estrenó hace unos meses en Holanda.
La visita al Morrinho no tiene nada que ver con un favela tour. "Esto no es un safari para ver animales. Aquí se ve el potencial del morador de la favela", me dijo Rodrigo, el guía. La salida no fue peligrosa, pero sí cansadora. Tocó trepar cientos de escalones con calor. Una larga subida hasta llegar arriba, a la superficie, adonde la ciudad sigue latiendo como si las favelas no existieran.
- The Maze, ubicado en Rua Tavares Bastos 414/66, Catete (www.jazzrio.com).
- Holtel Favelinha. Favela Pereira da Silva, desde 75 reales hab. doble (www.favelinha.com).
- Proyecto Morrinho, (www.morrinho.com).
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