Dos veces lo intentó y en ambas oportunidades, a través de su secretaria o de su agente, la respuesta fue un no. Un gentil no, con explicaciones y agradecimientos, pero un no al fin y al cabo. Esas disculpas y aquellos rodeos le hicieron siempre pensar a Robert B. Weide que podía haber otra oportunidad para hacer un documental sobre Woody Allen. Sólo había que encontrar el año, el día, la hora, el estado de ánimo exacto para que el director abriera ligeramente la puerta. En el 2010, entre el rodaje de Conocerás al hombre de tus sueños y Medianoche en París, Allen accedió. Fue también una respuesta con rodeos, tímida, sigilosa y que no decía sí con todas sus letras.

"Me llamó su asistente y me preguntó: 'Si el señor Allen diera las entrevistas, ¿de qué tipo serían las preguntas? Desde el momento en que me dijo 'si el señor Allen' supe que estaba dentro, que lo había logrado", recuerda Robert B. Weide, director de Woody Allen: el documental, película que se estrenó este jueves. Weide no es nuevo en los documentales y esta cinta es una en varias que antes tuvieron como objetivo de atención al comediante Lenny Bruce, los hermanos Marx y en el futuro el escritor Kurt Vonnegut. Además, es el productor ejecutivo y director de la serie Curb your enthusiasm, por la que ganó un premio Emmy en el 2003.

"Hacer un filme sobre él es sólo el paso lógico. En los años 80, la primera vez que lo intenté, tenía 20 y tantos años. Era fanático de sus comedias iniciales y de Annie Hall. Me propuse intentar persuadirlo cada década siguiente", explica Weide.

Responsable de una filmografía que ya va por las 45 películas, Woody Allen sorprende en el documental por una modestia que nunca suena falsa. Es tan auténtica como sus lentes negros. "He cumplido el sueño de dirigir las película que quiero, de estar con la mujer que amo, de ver a mis hijos crecer, pero por alguna maldita razón siempre pensaré que Dios me estafó, que me jodieron la vida", dice Allen en un momento de la cinta.

¿A qué debe su sentido de culpa y su modestia?

A Woody (Allen) no le interesa medirse con sus contemporáneos. Lo que él hace es siempre mirar hacia atrás: a Fellini, Bergman, De Sica, Kurosawa, Renoir. Si siente que su nueva película no tiene ni siquiera un 10% de esos maestros, la olvida y pasa a otra cosa. Poco importa si sus seguidores lo idolatran. Le pasó con Manhtattan (1979), que odió y de la que intentó deshacerse ofreciéndole al estudio no estrenarla a cambio de hacer una cinta gratis. Una locura. Pero le tiene aprecio a algunas obras: Recuerdos, La rosa púrpura del Cairo, Balas sobre Broadway y Match Point.

Usted es el primer documentalista que filma la casa de Woody Allen, ¿Cómo es?

Nada muy especial. Es grande y cómoda, pero no hay muchos indicios de que ahí viva un artista. No hay afiches ni libros de cine ni colecciones de películas. Perfectamente podría ser la casa de un médico o un abogado del acomodado barrio del Upper East Side en Manhattan. En un rincón de su dormitorio tiene un pequeño escritorio con la vieja máquina de escribir alemana Olympia de 1960. La ha usado desde los 15 años y ahí ha escrito desde sus primeras tiras cómicas para periódicos hasta el guión de su último filme. No gusta del computador y cuando quiere cambiar una frase o una parte del diálogo, toma un trozo de papel, lo pone en la máquina, escribe, luego lo recorta y finalmente lo pega en la hoja del guión. Es primitivo, pero a él le funciona. Una de la cosas que me sorprendió es que guarda pequeños cartoncitos en el velador con muchas ideas o frases. De ahí va sacando sus historias.

¿Le costó tener permiso para ir al set?

En absoluto. Aunque Woody me dijo que sus rodajes eran aburridos, que no daba muchas instrucciones en el set, que hablaba poco, que no me serviría. Es así. Fue lo mismo cuando visitamos su viejo barrio en Brooklyn y filmamos su casa y su colegio. Para él no tenían mucha estética.

¿Cómo es su rutina laboral?

Tiene un ética de trabajo superior al resto. Una vez me dijo que no se distraía. Eso se notó cuando en 1993 se produjo el quiebre con Mia Farrow: se dieron a conocer en la prensa las fotografías que le había tomado desnuda a su hija adoptiva Soon Yi Previn. Mia Farrow sólo quería abandonarlo y dejar el set de filmación de Maridos y esposas. Woody, por su parte, jamas perdió la calma. Terminó la película, después escribió el guión de Misterioso asesinato en Manhattan y rodó esa cinta en medio del juicio que le instaló Mia Farrow en su contra. Tiene un compartimento en el cerebro donde almacena trabajo y al que nadie más tiene acceso.

¿Toma vacaciones?

Yo siempre lo vi trabajando. Si el estudio le daba la luz verde a un guión y se demoraban en comenzar a filmar, él escribía otro guión. Y si no, dirigía teatro o se iba de gira con su grupo de jazz a Europa.

Escribir es un placer para él...

Probablemente. La diferencia entre Woody y los otros directores es que él jamás se toma demasiado en serio. Puede que sea modesto y crea que su obra es menor comparada con Bergman, pero jamás se presiona a sí mismo buscando realizar "la gran película", que es lo que quieren muchos otros cineastas. Para él es un trabajo más y su secreto es mantenerse en movimiento, siempre haciendo algo. Es algo contradictorio ¿no? Tiene una ética del trabajo muy fuerte, pero se da tiempo para relajarse y tocar todos los lunes en la noche con su grupo. Va a dejar a sus chicos al colegio y jamás se pierde un partido de básquetbol de los Knicks de Nueva York, su equipo favorito.