Responsable de los cerca de 17 millones de volúmenes que albergan las bibliotecas de Harvard, Robert Darnton acaba de dictar un curso de pregrado sobre la historia del libro en la biblioteca de libros raros de la universidad. En él los estudiantes investigaron, por ejemplo, los orígenes de la impresión mediante el examen de una Biblia de Gutenberg -la auténtica- hojeando con mucho cuidado sus páginas, apreciando en ellas la variedad de rúbricas y diseños tipográficos.
"El contacto físico con libros de un pasado remoto es una verdadera inspiración", señaló Darnton en una reciente entrevista, llevando al entrevistador a preguntar si su pasión bibliófila no raya en el fetichismo. El reputado historiador del libro y de la lectura respondió a su manera: "Hay un fabricante de libros electrónicos que hizo una investigación entre los lectores jóvenes de Francia y lo primero que encontró es que a la gente le encanta el olor de los libros. Así que inventó una suerte de banda que le pegas al aparato y desprende un olor a papel viejo mientras lees en la pantalla. Puede sonar ridículo, pero es un ejemplo del apego que la gente tiene al códice, una invención contemporánea al nacimiento de Cristo. Soy de los que creen que el códice como forma, es decir, como objeto que puedes hojear, es tan estupenda que ha sobrevivido más de dos mil años sin mayores cambios estructurales. De ahí el placer de leer libros: el sentido de contacto con el pasado y también la conveniencia de las cualidades físicas del códice".
Establecido su punto, tal como lo hizo Umberto Eco al plantear que el libro es una tecnología tan imbatible como la tijera, Darnton aclara que trabaja en dos frentes: el analógico y el digital. Y así como acaricia la Biblia de Gutenberg, también impulsó Gutenberg-e, ambicioso proyecto para crear libros electrónicos integrados por recursos de muy distinta especie. Dice que ambos tendrán que convivir y adaptarse, por lo que los manifiestos unilaterales de un futuro 100 % digital han de tomarse con reservas, tal como el machacón entierro anticipado del libro físico: "He ido a tantas conferencias sobre la muerte del libro", ironiza, "que me parece que está bien vivo".
Especialista en la cultura francesa del siglo XVII y autor de libros tan notables como La gran matanza de gatos, Darnton tiene desde hace largo el hábito de escribir extensos artículos y ensayos para publicaciones como el New York Review of Books, donde reflexiona sobre temas de ayer, hoy y mañana que entre otras cosas dan cuenta de cómo ha asumido un rol de intelectual público. Y cuando estos textos se acumulan, suelen compilarse en un volumen. El último en traducirse es Las razones del libro. Futuro, presente y pasado. Una obra que arranca con reparos a la digitalización mundial emprendida por Google y termina preguntándose de qué hablamos cuando hablamos de la historia de los libros.
DIGITALIZAR, DEMOCRATIZAR
La madre y el padre eran periodistas, y el propio Darnton fue reportero de New York Times tras sus primeros estudios de historia. Pero esta última fue más fuerte: se cuenta, incluso, que leía el libro de J. Burckhardt sobre el Renacimiento italiano en la redacción del diario, oculto entre las páginas de Playboy. Pero, como señala su colega Peter Burke, "el periodismo ha dejado su marca en el trabajo histórico de Darnton, en su escritura lúcida y realista, distinta de tanta prosa erudita, y en la elección de los temas de investigación". Comenzó con una "historia social de las ideas", experimentó más tarde con la antropología histórica, pero lo que le ha distinguido es la historia del libro o, más bien, la historia de la lectura. Preocupado, por ejemplo, de los bestsellers prohibidos en Francia antes de la Revolución, de la relación de JJ Rousseau con sus lectores, o de los modos en que estos y otros se relacionaban con los volúmenes impresos.
Y dado que la historia no entrega lecciones pero sí da perspectivas, el profesor e investigador se permite tender un puente entre los tiempos que corren y aquel en que los ilustrados pensaban la "República de las Letras": un reino sin policía ni fronteras en que los escritores formulan sus ideas y los lectores los juzgan. En que, gracias al poder de la palabra impresa, los argumentos más sólidos se imponen. Y donde puede entrar cualquiera que cuente, sepa leer y escribir.
Pero así como es cierto que esta República fue en los hechos elitista y excluyente, hay que poner ojo con celebrar acríticamente lo que está pasando con Google Book Search y su digitalización rampante de libros de todo el mundo. Mientras la nueva Alejandría a la que aspira Darnton es una biblioteca digital de libre acceso, Google se apresta a ser un monopolio cuya primera preocupación no tiene que ser el bien público, sino el de sus accionistas, afirma el historiador, quien trae a colación que el acuerdo al que Google ha llegado con autores y editores para continuar digitalizando es apenas una forma de dividir la torta: 35% para uno y 65% para los otros. "¿Pero qué hay de los lectores y las bibliotecas?". Es una pelea que Darnton está dando y donde ya varios se han puesto tras él.
Lo anterior lo lleva, en Las razones…, a las viejas y nuevas disposiciones del derecho de autor, a la necesidad de que las bibliotecas conserven archivos en papel, además del digital, y a dar una mirada al paisaje de la información y a las condiciones en que se accede a él.
Porque "sociedad de la información", dice el autor, hay hace siglos. El punto es ver de qué se trata la de hoy y de cómo crear, desplegada de la forma en que lo está, algo parecido a una nueva República de las Letras.