Desde que asumió en 2011 el liderazgo del Museo Nacional de Bellas Artes, Roberto Farriol no ha dudado en imprimirle un sello contemporáneo y en invitar a exponer a jóvenes artistas locales, derribando de alguna forma la idea de que las salas del centenario edificio del Parque Forestal estarían destinadas sólo a obras patrimoniales y a los artistas consagrados.
Hace una semana, el pintor José Pedro Godoy de 30 años abrió su muestra Historia violenta y luminosa, que reúne 50 pinturas donde explora el homoerotismo en clave actual, con guiños a las telenovelas y el animé. Y dentro de los hitos de este año, Farriol no duda en nombrar también la instalación escultórica de Norton Maza (1971), donde una joven encapuchada lanza una molotov al cielo mientras es abducida por una nave extraterrestre, y los ambrotipos contemporáneos de Maurio Toro Goya (1970), que mezclan religión, política y consumo.
Sin embargo, el gran acierto fue el sorpresivo arribo del cuadro San Juan Bautista (1602) de Caravaggio, uno de los pioneros del barroco, traído directo desde los Museos Capitalinos de Roma y que se exhibe hasta hoy. El montaje, eso sí, no dejó de lado la historia del museo, con la exhibición de una copia de Caravaggio adquirida por el Estado en 1857 y una obra contemporánea de la artista Josefina Fontecilla inspirada en el pintor italiano. "Es importante mostrar un cuadro valioso de por sí, pero también contextualizarlo a cómo lo entendemos desde acá. Creo que gran parte de la misión del museo, más allá de tener las grandes obras de la historia universal -que eso también es un invento-, es dar una mirada crítica a la colección que posee, contextualizando y abriendo preguntas actuales. No hay que perder de vista lo contemporáneo", dice Farriol.
La muestra de Caravaggio ha sido exitosa, ¿cómo se explica que el público siga tan interesado en los clásicos?
En el caso de Caravaggio se da que su mirada es muy contemporánea, coloca al espectador en un estado tan real frente al personaje que parece que aquello que existió hace cuatro siglos sigue existiendo hoy. Es como el fenómeno de las estrellas, que no están vivas, pero su luz sigue viajando y podemos verlas. Es algo enigmático y que no creo que tengan todos los artistas antiguos. Una obra no por ser más antigua va a tener más aura, con Caravaggio sucede de forma magistral.
¿Podríamos ver otra obra de esta estatura en 2017?
No tenemos nada así como Caravaggio para el próximo año, porque no todos los días son domingo. Tendríamos que tener un presupuesto mucho mayor para poder hacer esto todos los años. Lo que sí tendremos son nuestros propios "caravaggios". En abril expondremos a cuatro premios nacionales, artistas que han marcado nuestra historia del arte como José Balmes, Gracia Barrios, Roser Bru y Guillermo Núñez, quienes han conectado el arte con la política.
La programación 2017 del MNBA estará marcada por lo local. Se inicia en enero con la muestra Amereida, sobre la fundación de la Ciudad Abierta de Ritoque, lugar de experimentación de la Escuela de Arquitectura de Valparaíso, que mostrará el hallazgo de fotografías que registran la primera travesía poética de 1984. Habrá también una muestra con las primeras fotografías de teatro de Luis Poirot; una retrospectiva de los 60 años del Taller 99, y se reemplazará la actual exposición permanente (En)clave masculino, por El bien común, curada por Paula Honorato, que reunirá obras políticas en torno al territorio local de artistas como José Gil de Castro, Nemesio Antúnez y Alfredo Jaar. En la oferta internacional figura la muestra Movimientos de tierra, con el trabajo de land art del performista inglés Hamish Fulton.
Para el también académico de la UC, uno de sus modelos a seguir es el Museo del Prado, dirigido desde hace 15 años por el historiador Miguel Zugaza, quien logró modernizar la pinacoteca y situarla en el siglo XXI. "El es uno de mis referentes, con mucho sentido ha logrado contemporaneizar todo el Prado al punto de que él mismo confesó que su único pesar fue no haber logrado que el Guernica de Picasso pasara del Reina Sofía al Prado, porque sentía que era clave para contar la historia del arte español", comenta Farriol, quien este año dio el visto bueno a una serie de adquisiciones que destacan por su variedad generacional. Entre ellas está la serie de Las Cantatrices de Carlos Leppe, una aeropostal de Eugenio Dittborn, algunos dibujos de Antonio Collipi, autor de las Carátides (1910), esculturas femeninas ubicadas al interior del museo, y finalmente la obra El Maletín, cuatro ciudadanos norteamericanos muertos por Pinochet (2004), del artista Iván Navarro.
Este año se produjo una discusión sobre hasta qué fecha debería abarcar el Museo de Bellas Artes. El ministro Ottone sugirió que debería llegar hasta 1967, ya que el nuevo Centro Nacional de Arte Cerrillos parte en esa fecha. ¿Qué opina usted?
La respuesta tiene que ver con la misión del museo, que es conservar, preservar y difundir el arte chileno desde el virreinato hasta hoy. No hay otra forma de entender el mundo si no es bajo la mirada de hoy, sería absurdo pensar de otra manera. Por lo tanto, lo que hace este museo es ponerse al día en la mirada contemporánea y no sólo en la compra de obras actuales.
¿Qué le parece entonces el corte que hace el Centro de Arte Cerrillos partiendo desde 1967?
Cuando se producen los cortes es porque ha habido un cambio social y político que nos hace borrar completamente la noción que teníamos de algo y adoptar otra distinta. Es algo que se da de forma natural, como las catástrofes. Me imagino que ellos tienen sus razones desde el punto de vista curatorial. Como director del Bellas Artes, yo me hago cargo de lo que aquí sucede, y creo que nuestra misión es llegar hasta el día de hoy.