Si se trata de cantar a la ciudad, comenta el director de las Escuelas de Rock, Patricio González, Valparaíso debe tener al menos unas 250 canciones con su nombre hecho melodía. Pero enfrentados al tema de la difusión local, la música que se hace en Chile y fuera de Santiago está en plena disputa por amplificar su alcance. Y para eso, festivales como el ya tradicional Rock Carnaza de Valparaíso.
La cita llega a su octava edición, replicando su modalidad particular: convocar a integrantes de bandas de todo Chile a compartir escenario en acoples generacionales, geográficos y estilísticos. En la próxima edición -convocada por las Escuelas de Rock del CNCA y la Universidad de Valparaíso- el cartel estará encabezado por Nano Stern, Ana Tijoux y Demian Rodríguez (el crédito local de la Ciudad Puerto), quienes tocarán juntos la noche del 22 de agosto, en el Teatro Municipal de esa comuna.
La idea es tener representantes de seis ciudades chilenas en escena, en sintonía con uno de los pocos festivales en Chile que mira hacia las escenas regionales. Durante el primer día subirán Charro Núñez (Talca); Seba Orellana de La Big Rabia, Cantareman y Feliciano Saldías, todos de Concepción; Cristóbal Briceño de Ases Falsos y Tata Barahona en representación de la capital, más un invitado desde Buenos Aires, Bruno Arias.
El día 22 estarán Jesús "Sata" Pereira de Ocho Bolas, Pedro Pavez de Molo, y Claudio Manríquez de Adelaida, los tres de Valparaíso; Camilo Eque de BarrioSur, Javier Aravena de La Rata Bluesera y Marcelo Nilo, del dúo Schwenke & Nilo, todos por Valdivia. "Sabemos que el patrimonio musical entrega valor a las distintas ciudades. El aeropuerto de Nueva Orleans se llama Louis Armstrong, por ejemplo. Mucho de lo que es Valdivia en el mundo se lo debe a Schwenke & Nilo", explica González.
A LO LARGO
La infraestructura, por ejemplo, es otro tema para las bandas en emergencia. Incluso Concepción, un lugar que se suele citar por su tradición rockera, está al debe en sus sedes para la música popular. Niño Cohete es la última banda que ha saltado a una vitrina nacional, con Fernando Milagros produciendo su disco Aves de Chile. "Prácticamente no quedan lugares buenos. Por suerte, post terremoto se abrió una escena. Pero sigue siendo súper difícil, mucho trabajo y la obligación constante de viajar a Santiago", comenta Matías Pereira, de Niño Cohete. En esa escena, cuenta, comparten con nuevas bandas, como Mantarraya.
Talca comparte ese hito de refundación: tras el terremoto de 2010 surgen experiencias con el Festival Pablo de Rokha, dedicado a potenciar las escenas locales. Desde Chillán, comienza a ganar notoriedad la música de Valentina Peralta, con presentaciones en la Región del Maule.
Entre los ríos Copiapó y Choapa hay una organización autodenominada Rock Diaguita, que desde hace más de una década difunde nuevos sonidos de esos valles, la mayoría cercanos al punk y el metal. Hacia el interior de la Quinta Región, Seidú, desde La Ligua, salta cada vez más seguido a difundir su folk rock a la capital.
Yendo a los extremos (ver infografía), en Arica existe una escena hip hop que se nutre de la vida en la frontera, con encuentros que incluyen a sus compañeros de Tacna. El rock tiene a Los Yawares haciendo surf rock desde 2013 y en Santiago se puede conseguir su EP Y en Arica bien chévere. AtaquepolariS es otro destacado del lugar, más cercanos al pop, con un EP titulado Jugando con las máquinas, disponible en Soundcloud. Desde Iquique, Rey Sargo traduce el calor de la zona a una mezcla tropical, andina, rockera y psicodélica.
Al otro lado, en Punta Arenas existen grupos en la senda dispuesta por Hielo Negro, la banda de mayor alcance, hasta ahora, surgida desde ahí. "Es como stoner rock, pero con frío. Rock estepario", explica Rodrigo Ulloa, locutor de radio Futuro, sobre experiencias destacadas, como Icarus Gasoline, Camino de Tierra y As de Oros.