Andy Roddick lloraba y lloraba tras conseguir su primer Grand Slam en Nueva York en 2003 a base de 'aces'. Nueve años después, el estadounidense puso punto final a su carrera en el mismo escenario y con una imagen similar: con gorra, lágrimas y bromas.
"Me siento un poco abrumado. Normalmente entiendo las cosas de forma rápida y sencilla, pero no me siento así en este momento", dijo Roddick, de 30 años y ex número uno del mundo, en una sala de prensa que lo recibió entre aplausos.
No lloró en la sala de prensa. Sí en el estadio Arthur Ashe, la cancha de tenis más grande del mundo, a pesar de que una semana antes, cuando anunció su retiro, aseguró haberse apostado que lo haría sin lágrimas.
Perdió la apuesta. Las casi 20.000 personas que acudieron a la cancha lo emocionaron. Era el mismo lugar donde logró su único Grand Slam.
"Por primera vez en mi carrera no sé lo que decir. Les doy las gracias por haber venido a verme", dijo un Roddick con voz quebrada, casi con lágrimas en los ojos. Éstas terminaron por salir ante el aplauso del público.
"He pasado por muchos buenos y tristes momentos, pero gracias por estar ahí siempre. Todos ustedes estarán en mi corazón. Ojalá vuelva aquí un día y les vuelva a ver a todos", agregó el estadounidense después de caer ante el argentino Juan Martín del Potro, el mismo que retiró a otro ex número uno, el ruso Marat Safin.
A sus 30 años Roddick ya es más maduro que cuando ganó en Nueva York apenas sin barba. Pero sigue gastando bromas, fiel a un estilo que varió un ápice desde que comenzará a dar raquetazos de forma profesional en 2000.
"A todos vosotros", contestó con una carcajada cuando se le preguntó qué es lo que más iba a echar de menos después de su adiós.
Y sigue escondiendo su mirada tras la visera de una gorra, su inseparable amiga, compañera de alegrías y tristezas.
Rubio, blanco, alto y delgado, Roddick entró en la historia del tenis en el año 2003, cuando derrotó al español Juan Carlos Ferrero en la final del US Open y terminó la temporada como número uno del tenis mundial.
Aquel partido lo terminó llorando, abrazando a su familia en el palco y gastando bromas en la entrega de trofeos. Y con gorra. El US Open fue su más valioso trofeo, pero Roddick no lo tiene en un altar cerca de su cama.
"No lo veo muy a menudo. Está en un estudio y no voy mucho ahí", dijo entre risas un tenista que volvió locos a sus rivales con su rápido y certero saque. "Lo veo tantas veces como lo vieron aquí ustedes".
Roddick, ganador de 32 títulos en su carrera profesional, descansará a partir de ahora. No más aviones cada semana a cualquier parte del mundo. Pero quiere despedirse bien del tenis.
"Probablemente no me oponga hoy a tomarme una cerveza. O diez", dijo riéndose el estadounidense, que no dudó al responder si extrañará el tenis.
"Por supuesto que lo echaré de menos. Y sé que serán momentos difíciles", vaticinó.