Rodrigo Salinas llega al Cine Hoyts de La Reina pasadas las 11 horas, cuando no hay más de diez personas en el lugar, con las confiterías cerradas y cuando la mayoría de las salas aún funciona y todo apenas está iluminado. Pero él mismo pidió ser entrevistado ahí. "Es que me encanta esto", dice apuntando a las gigantografías promocionales de las películas en el frontis. "Para mí, este lugar es lo más parecido a Disney. Me recuerda al Cinerama de Santa Lucía. Trato siempre que los lanzamientos de las películas donde estoy sean acá", explica.

Dos gigantografías, de tamaño moderado en comparación a la promoción de las grandes superproducciones, anuncian La mentirita blanca, la nueva película protagonizada por Salinas, que se estrenó ayer. El comediante y actor también anda con un gorro con el nombre de la cinta, y le recuerda a las personas que se acercan a tomarse fotos con él que le den una oportunidad. "Para Fuerzas especiales (2014) debo haber estado un mes vestido de carabinero. Con Sergio (Freire) íbamos a los cines y movíamos las pancartas para que quedaran en mejor posición. Eso de 'camisetearse' lo aprendí de Nicolás López, de jugársela con todo por un proyecto. No es como estrenar la película y desentenderse. Sé que Johnny Depp no necesita hacer algo así, pero acá en Chile sí tenemos que hacerlo.", asegura.

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Pero La mentirita... es algo completamente distinto a lo que Salinas haya hecho tanto en cine como televisión. La primera película como director de Tomás Alzamora si bien una comedia, tiene un humor mucho más negro y sutil a Fuerzas Especiales o Barrio universitario, y exige a Salinas por primera vez actuar sin tantas exageraciones. En la historia es Edgardo, un periodista de un pequeño pueblo que ve su trabajo amenazado por las bajas ventas de su periódico. Ante la falta de acontecimientos de su localidad, decide inventar noticias cada vez más escandalosas, hasta que todo comienza a salirse de control. "Estoy más ansioso que nunca. Esta es una película muy distinta a la generación de El Club de la Comedia", asegura.

¿La ansiedad es por saber si el público aceptará una faceta distinta suya?

Es que es la primera película en la que he tenido que dar con otro tono. El de El Club de la Comedia se me daba muy fácil, porque éramos un grupo de amigos haciendo como que sabíamos hacer películas. Esta es mi primera película seria, pero sin desmerecer a las anteriores tampoco. Como siempre dice Freire, nosotros nos tomamos súper en serio el hueveo. Pero en esto tuve que aprender la diferencia de estar a cargo de algo, a pasar a ser quien obedece. Y Tomás fue súper bueno conmigo en eso.

¿Cómo conoció a Tomás Alzamora?

Como hace dos años. Yo le tengo mucho cariño, porque creyó en Chopico -el alter-ego musical de Salinas- y me ayudó en hacer el primer disco. Cuando me contó que tenía esta película y que estaba la Catalina Saavedra y la iba a mostrar en festivales, no lo pensé más, era lo que yo necesitaba. No para alejarme de lo otro, porque lo disfrutaba, pero uno quiere desarrollarse lo más que pueda. Yo sé que Tomás ya está escribiendo otra película en la que también me tiene considerado, y que tendría más desafíos actorales.

¿Se ha puesto en el caso que a la película no le vaya bien?

A mí no me gusta arriesgarme en los números. El cine chileno implica una cosa de convencer, de incentivar a la gente. A las películas gringas no las vas a mover. Pero esto es igual que el fútbol, a veces gana un equipo de regiones y no sabes cómo pasó. A veces se revierten las expectativas, porque a la gente igual le gusta reconocerse, y esta es una película muy real. A diferencia de Piratas del Caribe, que es algo más fantástico. De hecho, si tengo a alguien a quien yo siento que siempre le compito, es a Johnny Depp.