Recién hoy se podrán disipar todas las dudas con respecto al verdadero estado de la espalda de Roger Federer. El número dos del mundo apenas ha podido entrenar una hora y media durante la semana y su condición genera mucha incertidumbre de cara a la final de la Copa Davis frente Francia, donde intentará conseguir la única corona que le falta a su carrera.

Al menos el primer gran miedo quedó superado ayer, cuando el helvético se encargó de confirmar que saltará a la arcilla de Lille para enfrentar a Gael Monfils (19º) tras el partido que sostendrá su compañero Stanislas Wawrinka (4º) ante Jo-Wilfried Tsonga (12º).

"No corro un riesgo enorme si juego mañana (hoy). Confío en mi cuerpo. Soy optimista", aclaró Federer, quien agregó: "Obviamente, si me ven salir a la cancha significa que puedo jugar y eso es lo más importante. Estoy realmente complacido, porque me siento en condiciones de jugar mañana (hoy)".

Igual, el tenista, quien después de la polémica en el Masters de Londres no será acompañado por su mujer en las tribunas, es cauto y profundiza: "Sólo los partidos pueden darme todas las respuestas. Estoy mejor. Todavía tengo 24 horas para mejorar".

La fe de Federer se basa en lo que hizo en la última práctica. "Las cosas fueron muy bien en el entrenamiento de esta mañana (ayer), estoy muy contento de cómo salieron, así es que estoy aliviado". Luego, precisó: "Nunca entreno al cien por ciento, nunca antes de un partido".

Su rival es una apuesta del capitán francés, Arnaud Clement. El coach se inclinó por la extraordinaria capacidad física de Monfils en desmedro del talento de Richard Gasquet, con el objetivo de desgastar lo más posible a Federer, pensando en que una eventual definición se extienda al domingo.

Muy diplomático, el máximo ganador de Grand Slams de la historia alabó las condiciones de su oponente, a quien derrotó en ocho de sus 10 enfrentamientos: "Gael es un gran jugador, de esos que uno disfruta ver jugar y será un placer enfrentarlo".

Monfils, en tanto, hizo un llamado a la parcialidad gala a hacer sentir la localía en el estadio Pierre Mauroy, de Lille, donde se espera un público récord de 27 mil espectadores. "Hay que crear una locura de ambiente", apuntó, aunque evitó referirse a los problemas físicos de su rival: "Si Federer está ahí es que se siente bien".

Ante este escenario, Francia irá por su 10ª corona, mientras Suiza saldrá en busca de un inédito título, de la mano de su mayor exponente, el que espera superar con su talento los límites del dolor físico para ponerle el broche de oro a su impresionante trayectoria.