No es fácil contactar con Bárbara Riveros (29) en su casa de Wollongong, Australia. No porque no quiera hablar, sino porque no resulta sencillo entablar una conversación telefónica mientras uno nada, corre y pedalea por los vértices de una ciudad ubicada 80 kilómetros al sur de Sídney, a orillas del mar de Tasmania.
Son poco más de las 7 de la mañana en tierras oceánicas y Chicka ha salido ya a ejercitarse. Su rutina de entrenamiento -nos advierten desde el otro lado de la línea- durará al menos cuatro horas más. Ése debe ser el precio del éxito.
Tras varias tentativas fallidas, la triatleta de los 157 centímetros de estatura y las marcas gigantescas, descuelga finalmente el aparato. Se disculpa, sin razón, por sus largas jornadas de preparación y accede a conversar con El Deportivo, antes de echarse de nuevo a la carretera.
Al hablar, lo hace con palabras lentas, con una entonación que transmite mesura, pero también plena convicción en sus ideas. Se puede percibir en la cadencia de su argumentación que no tiene prisa, y en sus repensados juicios de valor que tampoco la ha tenido su carrera, cocinada a fuego lento desde muy pequeña.Sus medallas de oro conquistadas en Sudamericanos, Panamericanos y Mundiales de Triatlón brillan como cualquier metal, pero a ella no la ciegan.
Con los ojos bien abiertos, clavados ya en su desafío del próximo domingo, un Herbalife Ironman 70.3 de Pucón, que organiza la Universidad Católica, en el que será la gran atracción -y también la gran apuesta-, la mujer que salvó el honor de Chile con su quinto lugar en los Juegos Olímpicos de Río, se despereza. Y hace una larga pausa antes de mirar a su gran año. Un año por el que será recibida con honores esta tarde en el aeropuerto Nuevo Pudahuel de Santiago, donde recibirá su diploma olímpico y su distinción a la mejor deportista de 2016. También fue elegida como tal por los deportistas chilenos en la encuesta anual que realiza La Tercera.
¿Qué sintió al ser elegida la mejor deportista chilena del año por sus pares y por los profesionales del medio?
Fue sin dudas un gran honor. Me siento muy agradecida por la distinción, no sólo de parte de los profesionales sino también y muy especialmente de mis pares. Pero no me lo esperaba, no me esperaba nada de eso, la verdad.
¿Tiene más valor, entonces, cuando el reconocimiento nace de sus compañeros de profesión?
No sé, son emociones muy lindas las dos, pero espero que más allá de eso, estos reconocimientos sirvan a futuro para que la gente se dé cuenta de que hace falta un gran cambio.
¿A qué se refiere?
Me refiero a que lo que realmente merece la pena es poder dejar un legado a todo el pueblo chileno, que puedan ver tu imagen más allá de un éxito deportivo, que se refleje a nivel de país. Dejar algo más allá de tu nivel o tus resultados como deportista profesional, más allá del deporte.
¿Y cuál es el legado que pretende dejar Bárbara Riveros?
Todavía falta mucho para poder decir que dejé un legado, pero es algo que con los años sí que me gustaría poder dejar sembrado después de tanto trabajo y esfuerzo.
Su quinto puesto en los Juegos de Río fue histórico, pero se quedó a las puertas de conseguir una medalla. ¿Le quedó un gusto amargo por eso?
Es que es muy fácil reflexionar ahora y decir qué podía haber hecho y qué no, pero la realidad es la competencia. Eso es lo único que cuenta. Y yo me quedo con mi actitud en los Juegos, que fue la de estar siempre adelante, la de pelear en los puestos que te permiten obtener una medalla. Porque la medalla es importante, pero la medalla, al final, es algo simbólico, material, y el esfuerzo que tú haces es algo que va mucho más allá. El dar tu 100%, independiente de lo que toque, el creer en ti y sentirte satisfecho contigo misma, es más importante que una medalla.
¿Cree que se están pervirtiendo un poco, en ese sentido, los valores del deporte?
Yo creo que hay que tener una vara de medición. Se ha perdido el romanticismo de lo que es el deporte, es todo más superficial ahora. La gente, sobre todo las nuevas generaciones, están demasiado preocupadas por cosas que no son importantes. Se han olvidado de lo duro que era, por ejemplo, para nuestros padres o nuestros abuelos, hacer deporte. Ahora se tienen todas las facilidades para practicarlo y hay muchos jóvenes más pendientes de otras cosas.
Habla usted como una de esas últimas románticas. ¿Lo es?
Es que la situación actual no ayuda demasiado. Con las nuevas tecnologías y las redes sociales se exagera todo aún más y se termina entrando en un círculo vicioso, en un vicio. Eso no ayuda a que las personas puedan tener las cosas claras. El romanticismo y la pureza de lo que es el trabajo duro se están perdiendo y eso a los deportistas nos termina sacando del centro.
Interpreto su respuesta como un sí.
Sí, soy una romántica del deporte.
¿En qué momento de su carrera llegan todos estos premios, distinciones y reconocimientos?
Uf..., es una difícil pregunta, la verdad. Me gustaría creer que en un momento de alza, que todavía estoy en alza, pero en la alta competencia depende todo mucho de las lesiones, del rendimiento que vaya teniendo uno en su preparación. Espero poder tener un descenso más lento y ojalá haya todavía algo en el estanque, algo que poder prender.
Tomando en cuenta su evolución desde su primera participación en los Juegos hasta la última, se diría que nadie puede arrebatarle una medalla en Tokio 2020
A Tokio no he decidido todavía si voy a ir. Las pruebas clasificatorias no empiezan hasta 2018, así que no quiero adelantarme ni fijarme metas ahora. Veremos cómo marcha todo.
Pero su intención, me imagino, es poder estar presente en Japón…
Es que más que pensar en si me gustaría o no estar en Tokio 2020, yo lo que quiero es ser honrada conmigo misma y si no estoy preparada para la demanda que tiene una prueba como ésa, no ir. Lo más importante es saber escuchar a tu cuerpo.
¿Era necesario marcharse a Australia para poder tener una preparación acorde a las exigencias de la alta competencia?
Vine a Australia porque mi entrenador era de Australia. Ése fue el principal motivo, pero hace tiempo que tengo aquí mi lugar de entrenamiento, mi lugar de trabajo. Desde 2008, que fue cuando me vine definitivamente, Australia es el lugar donde tengo todas las facilidades para trabajar y donde puedo entrenar tranquila.
Lo formularé de otra manera; ¿puede un atleta prepararse en Chile y convertirse en medallista olímpico?
Tiene que haber antes un gran cambio a nivel estructural, un cambio básico como lo hubo en otros países, como por ejemplo Brasil. Luego puede salir bien o salir mal, pero hay que jugársela primero, hay que jugársela invirtiendo. No de cualquier manera, sino invirtiendo de forma inteligente. Sin ese cambio, sin invertir en el deporte, en infraestructuras, en la base, es casi imposible.
Lo suyo en Australia, entonces, ¿es un destierro o un exilio?
Ninguna de las dos cosas. Australia es parte de mi preparación.
Como parte también de su preparación, vuelve a casa para participar, una vez más, en Pucón. ¿Qué papel juega este evento en su planificación anual?
La verdad es que no es nada fácil prepararse para Pucón, porque llega en una época en la que acabo de volver a empezar a entrenar. Pero al mismo tiempo estoy muy ilusionada, porque Pucón significa poder reencontrarme otra vez con mi gente y ojalá poder brindar una fiesta y un espectáculo a todos. Es súper emotivo siempre y me da muy buenas energías para afrontar todo el año.
Olvidándonos, para terminar, de todos los reconocimientos, ¿es usted la mejor deportista chilena del momento?
No lo sé. Hay muchos grandes deportistas en Chile. No podría decir si soy o no la mejor deportista, pero mi objetivo es poder llegar a ser una buena líder para mi país y que la gente entienda que lo que una hace o lo que una dice es para ayudar a la mejoría del deporte chileno. Poder llegar a aportar en eso es en este momento lo más importante para mí.