Mitt Romney luchó el viernes para evitar los efectos polí­ticos en Estados Unidos tras, insultar la manera en que las autoridades británicas manejan los Juegos Olí­mpicos de Londres.

El traspié enfrentó al menos brevemente al candidato republicano a la presidencia estadounidense con el más fuerte aliado de Estados Unidos mientras que limitó su capacidad de capitalizar las nuevas noticias de problemas económicos en su paí­s.

Al mismo tiempo, el presidente Barack Obama usó su oficina para tratar de sacar provecho a los tropiezos del republicano en el extranjero, elogiando a Gran Bretaña por sus preparativos olí­mpicos un dí­a y enviando dinero a Israel al siguiente justo cuando Romney se disponí­a a visitar esa nación.

La confluencia de sucesos "en el momento en que el mundo se enfoca en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olí­mpicos de Londres" desconcertó a los republicanos y causó gracia a los demócratas. Miembros de ambos partidos manifestaron su asombro sobre la forma en que el ex gobernador de Massachusetts pudo haber complicado la primera etapa de una gira de tres paí­ses cuidadosamente diseñada para subrayar sus fortalezas diplomáticas y su experiencia olí­mpica personal.

"Uno debe sentirse apenado", dijo el viernes el estratega del Partido Republicano Karl Rove a Fox News.

Aún no se sabe cuánto daño sufrió Romney, quien esperaba pulir sus limitadas credenciales de polí­tica exterior, ante un electorado estadounidense que no ha sintonizado del todo con la contienda.

Atrajo más la atención el viernes por la noche cuando acudió a la ceremonia de apertura de los Juegos Olí­mpicos. Justo cuando el evento estaba a punto de iniciar, un comentarista de BBC señaló que el equipo británico estaba listo para las olimpiadas "pese a lo que Mitt Romney diga".