En julio de 2013, el empresario Andrés Navarro Haeussler renunció a la presidencia de Sonda, la empresa tecnológica más relevante de Chile y que fue creada por él en 1974. En su lugar quedó un histórico ejecutivo de la firma, Mario Pavón, pero su salida desocupó un sillón en esa mesa que pronto fue llenado por un candidato improbable: mujer, subcuarenta, con formación en el mundo de las letras y que se desempeñaba en temas relativos a la educación.

Se trataba de Rosario Navarro Betteley, la mayor de los siete hijos que tuvo Andrés Navarro con Sonia Betteley, y quien hoy, luego de tres años en el cargo, se siente cómoda y segura en su rol. "Me gustaría seguir por mucho tiempo, me entretengo y siento un cariño inmenso por esta empresa. De hecho, y aunque sé que no es el papel que tenemos los directores, me gustaría tener más tiempo para participar del día a día", agrega, mientras almuerza rápido entre una reunión y otra.

La figura de Rosario es clave en la familia Navarro Betteley, no sólo porque es su representante en Sonda; además, preside FNB, el family office en el que participan los siete hermanos. Hoy, el grupo está más dedicado a estudiar que a operar en los mercados. La idea es prepararse para el futuro: "Tenemos que saber lo que hay, cómo está distribuido y cuáles son los mejores instrumentos para invertir", explica esta licenciada en Estética.

Desde 2012, Rosario también participa en el directorio de los colegios Dunalastair. A ello suma su trabajo en la Fundación Chile, donde desde hace cuatro años se desempeña como directora de Tecnologías de la Información para la Educación y directora del portal Educar Chile. "Es la mejor pega del mundo", afirma entusiasmada.

Un camino atípico

En 1994, Rosario entró a la Universidad Católica a estudiar Bachillerato en Humanidades. Ahí estuvo dos años y luego dos más en Licenciatura en Historia. "Para entrar a Estética, que era lo que yo quería, se necesitaba antes un grado académico", recuerda. Y si bien se especializó en Literatura y Cine, el "bicho" tecnológico siempre estuvo rondando en su paso por la UC: "Tomé ramos de HTML en Ingeniería, era un mundo que recién comenzaba".

¿La tecnología siempre le interesó?

Encontré que era un lenguaje nuevo, una alfabetización para saber programar algo. Sabía que no sería programadora, pero sí me gustaba la idea de aprender un lenguaje que también se acercaba a lo comunicacional, porque derivaba en un producto comunicacional que es un sitio web.

Tras un breve paso por galerías de arte, se fue a trabajar a la editorial Tiempo Presente, al área de fotografía y vida social de la revista Cosas. Estuvo cinco años y fue en ese período donde ocurrió otro evento inesperado: "Estaba comenzando a desarrollarse la fotografía digital y en la revista nos entregaron las primeras cámaras de fotos digitales para que las usáramos; entonces, me tocó estar en el momento mismo del traspaso de todo el mundo análogo al digital".

En 2002 se hizo cargo del área de desarrollo web y comunicaciones de la Universidad Andrés Bello. "Mi primera tarea fue unir el mundo on line con el mundo off line y hacer dispositivos para comunicar el rol de la universidad. Fui armando el área de desarrollo web, que tenía una pata en el mundo de las comunicaciones, pero que también tenía otra en lo académico. Estaban naciendo todos los dispositivos de e-learning, las plataformas de servicios para los estudiantes y docentes, etc.".

Rosario sabía hablar el idioma de los técnicos y también entendía el lenguaje de las comunicaciones, transformándose en un puente entre estos dos mundos. "Me situaba desde la posición de los usuarios y cómo estos entendían una plataforma, un dispositivo o cualquier cosa que tuviera que ver con tecnología en escala humana. Fue un período de mucho aprendizaje, todo muy amateur y autodidacta", cuenta.

Luego de seis años en esas labores, decidió dar un nuevo paso y se hizo cargo del área de marketing en el mismo plantel. "Me tocó vincularme con un mundo muy complejo, mucho más comercial, pero, además, cuando trabajas en una universidad se tienen que comunicar temas que son muy académicos. Entonces, te toca trabajar con químicos, físicos, científicos y matemáticos. Lo digo con respeto, pero tuve que aprender a lidiar con egos súper fuertes y personalidades muy potentes", relata. Finalmente, se encantó con ese mundo, ya que encontró en la matemática, la ciencia y la tecnología un motor de cambio social, pero también un motor de cambio en la forma de hacer negocios.

¿En la casa de sus padres se hablaba de negocios?

En la casa, mi papá no hablaba mucho de negocios, pero sí me tocó una discusión muy rica del mundo, de cómo lo percibíamos y qué desafíos veíamos. La necesidad de satisfacer un rol social es un tema que también siempre estuvo muy presente.

En 2012, Andrés Navarro decidió dejar algunos directorios para acompañar más a su mujer, que estaba enferma de cáncer. En ese contexto, Rosario asumió en la mesa de los colegios Dunalastair. "Ese directorio era espectacular, estaban José Joaquín Brunner, la Celia Alvariño, los Schiess. La discusión era muy entretenida; había expertos en educación, en gestión escolar, pero además conocían el mundo de los negocios, y esto para mí fue la primera inmersión en el mundo de los directorios.

¿Cuáles cree que fueron los atributos que su papá vio en usted para pedirle que lo sucediera en el directorio de Sonda?

Un día me llamó para decirme que se alejaba de Sonda y que yo quedaba en el directorio. Me dijo que él era de otra generación y que se necesitaba de una mirada más joven, más multidisciplinaria. Obviamente, pesó que era la hija mayor y que había trabajado en tecnología y entendía el lenguaje. Pero creo que a mi papá también le gustaba el hecho de que fuera mujer. Hay que apostar por la diversidad en todos los ámbitos y no me refiero sólo a la de género. No puede ser que todos los directores de este país sean ingenieros o abogados. Debiera haber artistas, sociólogos, científicos. Las dimensiones de lo humano son amplias y las empresas se mueven en ese mundo.

¿Qué tal ha sido su experiencia como directora de una empresa con 17 mil empleados y presencia en 10 países de Latinoamérica?

Al principio sentí terror. Llegué a un directorio de puros hombres, harto mayores que yo y con muchísima experiencia. Menos mal venía con un cierto aprendizaje de los directorios del Dunalastair. Lo más importante es saber oír y estudiar muchísimo. Leo sobre estados financieros, balances, pero, además, después de los últimos casos en que se han visto envueltas algunas empresas, hoy está lleno de normativas que hay que manejar. La SVS ha hecho un buen trabajo regulatorio, pero también tenemos que tener cuidado de que no se transforme en una camisa de fuerza.

¿En qué sentido?

Creo que las empresas tienen un rol social y ese rol es generar empleos. Hoy, sin embargo, la palabra lucro se ha satanizado, pero si una empresa no tiene ganancias (o lucro) no genera empleos. Entonces, los directores debemos, por un lado, ser garantes de la probidad y de que se cumpla con las normativas, tanto internacionales como nacionales, pero también hay un rol importante que tiene que ver en cómo se proyectan las empresas a largo plazo y esa proyección, pienso yo, es mucho más rica cuando hay miradas distintas.

Hoy, ¿cuál es su rol en Sonda?

En Sonda las decisiones deben ser unánimes, entonces se produce un marco de conversación, de reflexión, donde todos damos nuestros puntos de vista, generando espacios de discusión. Hay temas donde confío plenamente en la opinión de los otros directores que conocen muy bien el día a día, pero hay un rol donde yo me siento súper cómoda y es ser un poco más "tensionadora" sobre la mirada a largo plazo y dónde están las nuevas oportunidades. Trato de ser un nexo entre lo que está pasando en el mundo de la educación, la innovación y el emprendimiento, versus las soluciones tecnológicas que van hacia ese lado.

¿Y existe un interés real de Sonda por ese mundo?

El interés del mundo de la empresa tradicional por estos ámbitos es algo incipiente, pero se ve. En 2014, por ejemplo, se invirtieron US$ 3 billones en el mundo en soluciones tecnológicas vinculadas a la educación; el año pasado se invirtieron US$ 5 billones en este campo, o sea, hay un negocio ahí. Entonces, cuando logras hacer un match entre un buen negocio y un producto que cambia realidades, que cambia contexto, yo creo que es un súper buen deal. Hay que ir de a poco metiendo estos temas.

¿Qué otros temas tiene en la mira?

Siempre hemos visto a Chile como un país que vive del cobre, pero tenemos los cielos más limpios del mundo, entonces, hay que ponerse a pensar cómo vamos a transformar la astronomía en nuestro nuevo cobre. O Chile como laboratorio natural: están la Antártica, el desierto... Tenemos cientos de cosas que necesitan ir acopladas de la mano de las tecnologías.

Millennials al ataque

¿Cómo observa a su generación empresarial en relación a la generación de su padre?

Mi generación, o sea, los que tenemos entre 35 y 45, nos tocó ser hijos de unos papás súper power, que partieron muy jóvenes e hicieron grandes cosas, pero que de alguna forma se han quedado pegados en sus sillones, dejando poco espacio para la generación siguiente.

¿La generación anterior no les da espacio o su generación ha sido lenta para tomárselo?

A nuestra generación nos tocó una sociedad más libre y tuvimos que pelear menos, es cierto, pero no somos tan libres como la generación que viene después y que son los millennials. Por decirlo de una manera, en mi generación hay un montón de gente que está haciendo cosas entretenidas, emprendiendo, innovando, pero todavía hay cierto temor al riesgo, a cuánto puedo perder. Los millennials, en cambio, no le temen a nada. Es una generación con más sueños.

¿Y en términos de la vinculación con el país?

Te diría que la generación de los millennials es la más vinculada con la sociedad, todo el tema del emprendimiento social es muy fuerte y en mi generación eso no lo veo tanto, menos en la generación de mi papá. Hoy, no sólo están atentos a las ganancias que genera una empresa, sino que también al impacto que ésta puede producir por cambiar realidades. Veo que hay una efervescencia en la generación más joven que me fascina.