Compre ahora y será feliz. Consuma en el Duende Capitalista. Con estos llamados en su página web, Rosario Riveros (29), diseñadora autodidacta, ironiza sobre el mercado de la moda y el consumo de ropa. Un asunto al que, sin querer queriendo, le ha hecho el quite desde siempre, al ir en contra de las tendencias masivas. Y aun así se las ha arreglado para vivir del diseño de ropa. "Es que soy muy mañosa; las clientas que me llaman tienen que pasar un test de simpatía por voz. Si me caen mal, les digo que no las puedo recibir, les invento cualquier cosa. Si me caen bien, a veces hasta les termino regalando algo. Soy muy mala negociante", confiesa.
Parte del enfado de Rosario con algunas clientas se debe a que lo que ella ofrece se aleja de lo que muchas chilenas anhelan tener en sus clósets. Si quien la llama le dice que quiere verse estupenda, lo más probable es que la puerta de su taller –que se ubica en un edificio frente al Parque Forestal y sólo atiende previa cita telefónica– se cierre. "Con lo mío te ves linda, pero el estilo "mina" no me gusta. La propuesta de mi marca Duende Capitalista va más por el lado de lo bello, lo diferente, lo auténtico", explica. "En Chile, la gente con plata para gastar en ropa no tiene, por lo general, muy buen gusto; les mata la marca, el pantalón ajustado. Me dan asco los zapatos con plataforma, el jeans apretado a la cadera y la polera ajustada Custo o tipo Custo. Peor aun si van con una carterita chiquitita. Las chilenas son muy del no estilo, sin onda. Y son avaras. No gastan; todo lo encuentran caro. Yo, antes muerta que sencilla".
Desde que hace cuatro años ganó un concurso de moda emergente organizado por Manuel Rojas (gestor de Encuentros de Moda Independiente), Rosario se ha hecho conocida por su ropa que mezcla telas y tiene un lúdico sentido de la femineidad. La marca Duende Capitalista prendió rápido entre quienes buscan ropa tan original como su nombre, que Rosario escogió –según explica ella misma– "porque me gustan los duendes y los he visto. Lo de capitalista es por este mundo monetarizado. Los duendes juntan monedas y yo no puedo ahorrar, así es que los admiro".
El tul y las texturas vaporosas son parte de su artillería; el bosque y sus habitantes, su principal fuente de inspiración. Las flores, los árboles y las ardillas le atraen mucho, pero también los duendes y las hadas, herencia de una niñez vivida en un campo de la VI Región.
Prácticamente no hace pantalones –"pobres hombres, que no pueden sentir el viento en las piernas cuando hace calor", acota– y huye de la uniformidad. Nada es en serie, y no recicla tendencias impuestas desde el primer mundo. Su creatividad es imparable. Y su crítica al mercado nacional de la moda, también.
"En Chile todo es copiado", acusa. "Las grandes tiendas mandan a una niña a viajar para comprar ropa y después a China a producirla. Así, después tú puedes adquirir la copia de la copia por $3.990. Yo me pregunto: ¿por qué mejor no contratan a un equipo de diseñadores y coolhunters y arman una colección propia? Los brasileños y los argentinos han construido una industria, aportan a su país. Los bolivianos y los peruanos tienen una artesanía increíble, y están resaltando en el mundo entero. Nosotros podríamos hacer ropa exportable. Pero somos los fomes de Sudamérica".
JUGUEMOS EN EL BOSQUE
Con el tiempo, Rosario se ha hecho de un círculo de clientas fieles, que valoran sus diseños osados y románticos a la vez. Durante algún tiempo tuvo una tienda, en sociedad con Carolina Ibáñez y Magdalena Jiménez, frente al Parque Forestal. Pero la cerró. "Los vecinos me echaron. Encontraban que la gente que entraba al edifico era muy loca y las vitrinas les molestaban", explica.
Esta admiradora de Vivianne Westwood y Anna Piaggi se ha ganado el respeto de sus pares, pese a que no estudió diseño de vestuario sino arte, fotografía y orfebrería. Este año fue convocada por Majo Arévalo, directora del blog Viste La Calle, para ser jurado en un concurso de moda independiente. Y en los desfiles suele recibir felicitaciones por sus colecciones, que llevan nombres divertidos: Por Viaje Vendo, Lo Paso Bomba, Cosa Mal o Me Caso Bien. En junio, la gente aplaudió de pie su presentación para el evento Vanguardia Made in Chile. Ahí, hizo que las modelos salieran a la pasarela chasconas, con ramas incrustadas en el pelo y copas de champaña quebradas en sus manos, caminando al ritmo del mambo y el chachachá. ¿Su idea? Sugerir lo que sucedería en una fiesta si, de repente, cayera una bomba.
Su propuesta para este verano, como siempre, es protagonizada por vestidos. La mayoría son largos, pero también hay opciones cortas. No son, en rigor, ni para el día ni para la noche. Están hechos con una mezcla de telas –"desde las más cuicas, como linos y sedas, hasta las que se venden por kilo", precisa– entre las que abundan los tapices. Reinan el beige, el amarillo y el verde gastado.
"Es un encuentro abstracto de la naturaleza con la ciudad", explica. "El estampado de plantas alude a los diferentes climas; las rayas, a las urbes. Es ropa para camuflarse con el entorno, especial para trepar árboles, salir de caza y robar frutas… cosas no muy de señoritas. Me fui a otro bosque, más lluvioso. No sabemos bien qué sorpresas nos puede traer el calentamiento global. En una de esas, Santiago termina convertida en una ciudad tropical".
Además, la colección recoge dos nuevas obsesiones de Rosario: los cristales y los plisados. "Antes encontraba que los cristales eran rascas, pero estuve dos semanas en cama enferma y ahí los redescubrí en eBay (empresa de subastas virtuales), a tal punto que ahora se los pego a todo. Me encanta brillar y me fascina como reflejan la luz en todas partes. Estoy entera crystallized", dice. "Y los plisados… bueno, también los descubrí por internet, estando enferma. Me fascinó la línea Pleats Please!, de Issey Miyake".
Por estos días, Rosario prepara el desembarco de una nueva marca de ropa y decoración, más accesible y amable con los gustos masivos. La trabajará en forma paralela a Duende Capitalista y venderá del mismo modo, en su casa-taller. "Es que Duende ya decidió que no quiere ser un negocio", explica. Como es de esperar, esta nueva marca tiene un nombre curioso: Yokukuoroshi. Yokuku, porque a ella le dicen Kuku; oroshi, porque a su socia, Paula Navarrete, la llaman así. "Además, el apodo suena muy japonés, y como eso está tan de moda, así la gente nos compra!", agrega, medio en serio, medio en broma. Como todo lo que hace y dice.