La sonda espacial Rosetta descubrió la existencia de oxígeno molecular (O2) entre los gases que rodean al cometa 67P, un hallazgo importante para comprender el origen del Sistema Solar, según un estudio que publica este miércoles la revista Nature.
Se trata de la primera observación de oxígeno en la coma (cabellera) de un cometa, compuesta principalmente de vapor de agua, monóxido y dióxido de carbono.
"Fue muy sorprendente", dijo André Bieler, investigador de la Universidad de Michigan y autor del estudio. "No esperábamos para nada hallar oxígeno".
A pesar de que ya había sido detectado en otros cuerpos celestes que contienen hielo -como por ejemplo las lunas de Júpiter y Saturno-, hasta el momento se desconocía la presencia de oxígeno en un cometa, aunque ahora se presume que puede ser algo común.
Fue detectada por el espectrómetro de masa de la sonda europea Rosetta, que acompaña al cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko en su periplo alrededor del Sol.
Las medidas efectuadas revelan una cantidad de O2 del 3,8% con relación a la cantidad de agua (H2O) presente. El análisis de esa proporción pone de manifiesto que el oxígeno y el agua presentes en el cometa tienen el mismo origen.
Ello sugiere que el O2, presente en la nube molecular de donde proviene el Sistema Solar, se habría incorporado al núcleo del cometa durante la formación del cuerpo celeste.
Oxígeno primordial
"Pensamos que se trata de oxígeno primordial", es decir proveniente de aquella nube molecular original, indicó Bieler.
Según el astrónomo, eso parece indicar que mucha de la materia procedente de la nube molecular ha sobrevivido sin cambios a la posterior formación del Sistema Solar hace 5.000 millones de años.
Rosetta seguirá observando esa presencia de oxígeno para intentar comprender lo que significa, así como las transformaciones ocurridas en el cometa 67P tras su paso el 13 de agosto por el perihelio, el punto de su órbita elíptica más cercano al sol.
Con sus 11 instrumentos, Rosetta se mantiene en órbita irregular alrededor del cometa, actualmente a 270 millones de kilómetros de la Tierra, con la cual se comunica a través de ondas de radio.
En cambio, el robot-laboratorio Philae, posado desde hace casi un año sobre el cometa, no ha dado señales de vida desde el 9 de julio.
Sus baterías se cargan con dificultad porque se encuentra en una zona de relieve accidentado con escasa exposición a la luz solar.
Las aventuras de la sonda no han terminado. Europa prolongó su misión hasta septiembre de 2016 y considera incluso la posibilidad de "posarla" lo más suavemente posible en el cuerpo celeste para cerrar su aventura científica con ese encuentro en el espacio.