"Menos estadios, más hospitales y escuelas" fue uno de los lemas más repetidos durante las manifestaciones que tuvieron lugar en junio de 2013 en las calles de las principales ciudades de Brasil, motivadas por los millonarios costos de celebrar el Mundial más caro de la historia. Y en la capital del país el tema no es menor. Convertido en un virtual "elefante blanco", el estadio de Brasilia aún saca ronchas, sobre todo por los US$ 830 millones que costó al gobierno local, convirtiéndolo en el más caro construido en el país. Pero un año y cuatro meses después de esas manifestaciones, el descontento de los jóvenes no se traduce en las encuestas electorales, que dan como ganadora a la Presidenta Dilma Rousseff. "La gran mayoría de los manifestantes se dispersó", dice el sociólogo y cientista político brasileño especializado en movimientos sociales, Rudá Ricci. En esta entrevista con La Tercera, el autor del libro En las calles, la otra política que emergió en junio de 2013 analiza ese fenómeno.
Según Mauro Paulino, director de Datafolha, "Silva tiene un contingente de electores con un perfil que se asemeja mucho a los manifestantes de 2013". ¿Se puede decir entonces que Silva no ha capitalizado el voto de los "insatisfechos"?
Marina capitalizó el voto de los descontentos y frustrados con el sistema político-partidario y electoral brasileño vigente cuando apareció, después de la muerte de Eduardo Campos. Se presentó como la protagonista de la "nueva política", contra la "vieja política". Fue bien acogida. En la semana en que fue oficializada su candidatura, surgió con el 21% de las intenciones de voto de los brasileños, ubicándose en segundo lugar, apenas abajo de Dilma Rousseff. Al descomponer el perfil de ese 21%, percibimos que ella había absorbido la mitad de los electores indecisos y la mitad de los que afirmaban que votarían en blanco o anularían el voto el 5 de octubre. Sucede que Marina no sustentó el discurso de lo "nuevo". Dos semanas después, ya aparecía al lado de grandes empresarios y flirteó con pastores de algunas iglesias muy conservadoras en Brasil. En pocas palabras: ella se reveló tan tradicional como los candidatos a los que criticaba. El elector básico de Marina se frustró más de una vez y fue abandonando su candidatura. Parte de este elector volvió al estado de antes de las manifestaciones de junio: se tornó cínico desde el punto de vista electoral, o sea, vota sin emoción y empatía.
En 2013 la propia Marina no ocultaba su apoyo a esos movimientos que, a su juicio, ayudaban a "despertar" el país. ¿Cómo cree que es vista hoy por los "indignados"?
Marina apoyó a los manifestantes de junio, pero no estuvo con ellos. Ni su partido estuvo al frente de las protestas. Había una proximidad subjetiva, pero nada orgánico. Al ser candidata, Marina se alejó aún más del perfil de los manifestantes. Parte de los líderes de las protestas (no necesariamente todos los manifestantes) apoyan la descriminalización de la marihuana y del aborto. Marina se presentó como la candidata que refutaba estas demandas. Así fue, gradualmente, frustrando a los líderes y parte de los indignados de junio.
¿Qué pasó entonces con el poder de los "indignados" en las calles?
Los indignados brasileños no formaron organizaciones políticas. Continuaron dispersos. El único partido que adoptó las demandas de junio de 2013 fue el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Sin embargo, la gran mayoría de los manifestantes se dispersó. Algo parecido con lo que ocurrió en 2001 en Argentina, después de las asambleas populares y piqueteros que derrumbaron a De La Rúa.
El Psdb, principal fuerza opositora, no fue capaz de construir una alternativa sobre el malestar. ¿Por qué?
El Psdb no capitalizó las manifestaciones de junio porque no es un partido popular o enraizado en los movimientos sociales. Su electorado básico es la clase media alta.
Rousseff perdió 28 puntos de popularidad a raíz de las protestas ¿Por qué hoy sigue siendo la favorita?
Porque ella es la heredera de los programas sociales implantados por Lula. Cuarenta millones de brasileños salieron de la línea de pobreza en virtud de esos programas. Brasil, por primera vez, salió del mapa del hambre en el mundo este año. En la historia de Brasil, las elites políticas difícilmente destinaron recursos públicos para acabar efectivamente con el hambre. Y son los brasileños pobres, no la clase media, los que vienen eligiendo al presidente desde 2006. Ese año, los más pobres dejaron de seguir el voto de la clase media.
Silva ganó rápidamente el apoyo de los "anti PT". Por ahora ese voto luce desunido, pues se agrupa en torno a ella y Aécio Neves, del Psdb. ¿Cree que en una eventual segunda vuelta ese voto se unificará?
Las encuestas recientes indican que el 50% de los electores de Marina y Aécio votarían por otro en una segunda vuelta. Entre el 15% y 20% votarían por Rousseff. El restante, anularía el voto o se dicen indecisos. Por lo tanto, la segunda vuelta continúa siendo favorable a la reelección de la presidenta.