Rusia conmemora este sábado con orgullo los 70 años de la victoria soviética en la batalla de Stalingrado, primera derrota alemana de la Segunda Guerra Mundial, glorificada por los rusos como el acontecimiento que salvó a Europa del nazismo.
Para la ocasión, Volgogrado recuperó durante un día su antiguo nombre de Stalingrado. Esta ciudad a orillas del Volga estaba engalanada con banderas y pancartas en honor a los héroes y vencedores de la batalla.
Miles de personas de todas las generaciones se congregaron desde la mañana en el centro de la ciudad para asistir a un desfile militar con los colores del Ejército Rojo.
Representantes gubernamentales y miembros del Partido Comunista, hoy en la oposición, depositaron coronas de flores y claveles rojos delante de la llama del Soldado Desconocido.
Frente a ellos, en medio de la multitud, se veía una banderola que rezaba: "Gracias por la victoria".
"Me acuerdo de mis amigos que murieron aquí", contó Piotr Shabarov, de 89 años, que participó en la batalla. Ahora vive en Veliki Novgorod, en el noroeste de Rusia, pero regresó a la ciudad de la batalla para estar presente durante las celebraciones.
En pleno renacimiento del patriotismo ruso, las autoridades celebran en grande los 70 años de la victoria del 2 de febrero de 1943 del Ejército Rojo, en una decisiva y sangrienta batalla que cambió el curso de la guerra.
Para el presidente ruso Vladimir Putin, "debemos hacer todo lo posible para preservar la memoria y la verdad sobre la batalla de Stalingrado".
"La batalla de Stalingrado es el símbolo más resplandeciente de la Gran Guerra patriótica -como se conoce en Rusia a la Segunda Guerra Mundial-, la guerra sigue viva en la memoria de las personas que han sobrevivido y en la de sus familiares", asegura por su parte el historiador Vitali Dymarski.
El 2 de febrero de 1943 las tropas del mariscal alemán Friedrich von Paulus capitularon, cercadas por el Ejército Rojo después de una encarnizada batalla iniciada en julio de 1942 en esta ciudad a orillas del Volga, paso esencial hacia el Cáucaso y sus ricos recursos petroleros.
Fue la primera rendición del ejército nazi desde el comienzo de la guerra y cambió el curso de la contienda, tanto en el plano estratégico como en el psicológico, en una Unión Soviética desmoralizada hasta entonces por varias derrotas estrepitosas.
Pero también fue una de las batallas más sangrientas de la historia.
Devastada desde el comienzo por bombardeos aéreos alemanes, Stalingrado fue el escenario durante más de seis meses de combates callejeros muy violentos entre las tropas nazis y los soldados y los civiles soviéticos a los que Stalin había dicho "¡Ni un paso atrás!".