Rusia tiene intención de promover la construcción de un túnel submarino de 106 kilómetros de extensión para conectar las líneas ferroviarias de Siberia y Alaska, permitiendo así la realización de un viaje en tren -casi de ciencia ficción- entre Londres y Nueva York.
El fantástico proyecto tiene un costo estimado sideral, superior a los 68.000 millones de euros, al menos según los cálculos de Rusia, que inició un vasto programa para ampliar sus infraestructuras ferroviarias en el noreste del país.
La idea del túnel bajo el estrecho de Bering -cuya extensión duplica la del túnel bajo la Mancha, de trabajosa construcción- ya había avivado la fantasía del último zar, Nicolás II, a principios del siglo XX.
Como si extrañara el territorio que Rusia había vendido a los norteamericanos unas décadas antes, Nicolás II aprobó en 1905 el proyecto de conexión de Siberia con Alaska, pero la Primera Guerra Mundial y su propia salida de escena poco después dejaron el proyecto en la nada.
Ahora el nuevo plan incluye una autopista, trenes de alta velocidad, cables de alta tensión y tubos de gas y petróleo, destinados a aprovisionar de energía rusa a la primera economía del mundo.
Un siglo más tarde, según reporta el Times de Londres, el Kremlin dio su bendición al proyecto.
Entre quienes apoyan la idea se encuentran algunos de los máximos funcionarios del presidente Dmitri Medvedev, como Aleksandr Levinthal, vice representante federal en el distrito del Extremo Oriente ruso.
Levinthal es uno de los dirigentes del Kremlin que participaron en una conferencia en Siberia sobre el futuro desarrollo de infraestructuras en la región.
Para 2013, en efecto, el Transiberiano se extenderá 804 kilómetros hacia el este, hasta la ciudad de Yakutsk, y casi 3.800 kilómetros para 2030.
Por lo tanto todavía es demasiado pronto para reservar un pasaje de tren Londres-Nueva York, aunque según los ingenieros involucrados en el proyecto no hay en verdad razones técnicas que impidan la construcción de un túnel por debajo del estrecho que separa Siberia de Alaska.
Esta infraestructura, explican, haría además más económico el transporte de las mercaderías que hoy viajan en naves contenedoras, y cuyo costo podría ser amortizado en solo 15 años por los inversores.
El futuro ferrocarril parece tener así más posibilidades que otro proyecto faraónico nunca concretado, un puente sobre el Estrecho de Bering, que también uniría Siberia y Alaska pero a condición de superar ingentes desafíos técnicos, como las furiosas tormentas de la región, la presencia de enormes témpanos y un frío extremo.