Rusia se convertirá mañana oficialmente tras casi dos decenios de tortuosas negociaciones en el 156º miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y abrirá así al mundo un mercado de más de 140 millones de consumidores.
La adhesión de Rusia a la OMC ha tendido una fuerte oposición en el país, sobre todo de los comunistas, que incluso recurrieron -sin éxito- esta decisión ante el Tribunal Constitucional por considerarla altamente lesiva para los intereses rusos.
El largo camino de la adhesión comenzó el 17 de junio de 1995, cuando en Ginebra se celebró la primera de las 31 reuniones del Grupo de Trabajo que se necesitaron para conseguir un acuerdo para sumar el país más extenso del mundo a la Organización.
Dos años antes, el entonces presidente ruso, el ya desaparecido Borís Yeltin, había pedido el ingreso de Rusia en el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), antecesor de la OMC, para evitar la discriminación en su creciente comercio con Occidente.
En esa época, Rusia se hallaba sumida un profunda crisis económica y acababa de comenzar su andadura por la senda capitalista tras el colapso de la economía centralizada soviética.
Para llevar a buen puerto el proceso, las autoridades rusas tuvieron que cerrar 30 acuerdos bilaterales sobre acceso a los mercados de servicios y 57 sobre acceso a los mercados de mercancías.
Las negociaciones más complejas fueron con Estados Unidos y la Unión Europea.
Las conversaciones con Washington, que duraron seis años y culminaron con la firma del respectivo protocolo en 2006, se vieron entorpecidas por las diferencias en cuanto a la regulación de los mercados financiaros, los derechos de propiedad intelectual y la importaciones de productos agrícolas estadounidenses.
El acuerdo con la Unión Europea fue acordado en 2010, sólo después de que Moscú adhiriera al Protocolo de Kioto sobre el Cambio Climático.
El último gran escollo que tuvo que superar Rusia en su camino a la OMC fue la oposición de Georgia, antigua república soviética con la que libró una guerra de cinco días en agosto de 2008, y que había declarado su intención de bloquear el ingreso de su vecino en la Organización.
Esta dificultad fue salvada en noviembre del año pasado, cuando Moscú y Tiflis firmaron un acuerdo para el control de tránsito de mercancías por las regiones separatistas georgianas de Osetia del Sur y Abjasia, que Rusia reconoce como Estados independientes.
Los expertos consideran que Rusia se beneficiará enormemente si abre sus mercados al mundo, que necesita los recursos naturales de los que este país dispone en abundancia, pero que también supondrá un importante ajuste, porque tendrá que rebajar sustancialmente los aranceles que actualmente impone a muchas importaciones.
Para el líder de la principal formación opositora rusa, el Partido Comunista, Guennadi Ziugánov, Rusia no está preparada para ingresar en la OMC.
"El estado de los principales sectores de la economía no les permite competir con las corporaciones occidentales y lo que queda de la industria no fabrica productos que demanda el mercado mundial", ha recalcado el líder opositor.
Ziugánov sostiene que no hay estímulos económicos para el ingreso de Rusia en la OMC, pues las principales exportaciones rusas, las materias primas y combustible, no son objeto de sus regulaciones.
Rusia es el país con las mayores reservas de gas natural del mundo, con las segundas reservas mundiales de carbón y las octavas de petróleo, materias primas que, junto a la metalurgia, la madera y los equipos de defensa, constituyen el 80 % de sus exportaciones.
Como resultado de su ingreso en la OMC, Rusia deberá disminuir su tasas aduaneras rusas desde la media actual del 9,5 % hasta la del 6 % en 2015.
En 2011, Rusia exportó mercancías por 522.000 millones de dólares y servicios por 54.000 millones de dólares, y ocupó el noveno lugar entre exportadores mundiales.
En ese mismo año, las importaciones rusa de mercancías y de servicios totalizaron 323.000 millones y 90.000 millones de dólares, respectivamente.