El último recorrido entre la bajada del taxi y los ingresos al Arena Zenit, recinto donde se disputó ayer la final de la Copa Confederaciones, duró 27 minutos. Exactos. A pie. Ningún vehículo que no sea oficial podía acercarse al estadio. Ninguno. Fue parte de las fuertes medidas de seguridad que se vivieron (y muchas veces se sufrieron) en la competencia intercontinental.
Rusia 2017 fue la antesala de Rusia 2018. Un ensayo en grande, con cuatro de las 11 sedes del próximo año trabajando a full. ¿Un buen examen? Sí, aprobado en su mayoría, aunque con detalles que todavía se pueden corregir. El mismo asunto de la seguridad, por ejemplo, provocó atochamientos en algunos ingresos a los estadios. Retrasos que no siempre eran agradables. Cualquier bolso, cartera o paquete debe pasar por una máquina de rayos. Y todo artículo electrónico debe ser encendido frente a los ojos de un uniformado. Medidas correctas, que ayudan a la tranquilidad, pero que también demoran.
Para las autoridades del país anfitrión del torneo, sin embargo, esta parte de la organización es fundamental. Incluso más importante que el mismo deporte, se podría pensar. Un mes antes del inicio de la Copa, el presidente Vladimir Putin firmó un decreto especial para redoblar "las medidas de seguridad en el territorio de las entidades federadas de Rusia que acogerán los partidos de fútbol de la Copa Confederaciones 2017 y el Mundial de Fútbol 2018". Se cumplió.
El temor no sólo apuntaba a atentados o manifestaciones políticas o religiosas no autorizadas. En la pasada Eurocopa de Francia, los fanáticos rusos desataron la violencia en ciudades como Marsella. Incluso se pensó en expulsar a la selección por el mal comportamiento de sus hinchas. Obviamente, el asunto encendió alarmas en el gobierno anfitrión de la Copa del Mundo. Por lo mismo, durante la Confederaciones también hubo mucha custodia en las calles, en estaciones de metro, transporte público y centros turísticos más importantes de las sedes.
Además, se difundieron casi con majadería los discursos sobre tolerancia racial, religiosa y sexual. Por lo visto, el mensaje tuvo el efecto esperado. Al final el único episodio de disturbios reconocido fue el que se dio en la Plaza Roja de Moscú, donde hinchas de Colo Colo y Universidad de Chile se enfrentaron por sus colores de equipo. Un incidente que terminó con dos nacionales apuñalados. Pese a todos los sistemas de seguridad y a que los agresores fueron identificados, no se conoció de ninguna detención.
Después de haber derrotado a las postulaciones de Inglaterra, Portugal-España y Holanda-Bélgica, se habló mucho de la transparencia con que se eligió a Rusia sede del Mundial de 2018. La FIFA, de hecho, abrió una investigación al respecto (algo que se ha hecho costumbre en el organismo, en todo caso).
El país euroasiático, sin embargo, aprovechó la Copa Confederaciones para mostrar un escenario perfecto para la fiesta. Un escenario embellecido por una cultura multinacional, que abraza el mundo de oriente y occidente. Ciudades con obras arquitectónicas (modernas y antiguas) notables, llenas de colores y atracciones imperdibles. Por infraestructura, la Copa de 2018 será ejemplar. Por algo, hoy ya se habla de una inversión de 10 mil millones de dólares para que todo salga perfecto.
La organización, eso sí, todavía no piensa en una cobertura global. En la Confederaciones, los centros de medios y todo lo relacionado con espacios de cobertura informativa del torneo tenían hora de cierre. Adecuados para Europa y otras zonas del planeta, muy a contramano para otros usos horarios, como Latinoamérica. Un aspecto que se debe mejorar en 2018.