"El peor problema es la iniquidad en la calidad", sostiene el sacerdote jesuita Fernando Montes, licenciado en Filosofía y Sociología y rector de la Universidad Alberto Hurtado. Se refiere a un tema que en la Compañía de Jesús se lleva casi en la piel: la educación. Y, con voz pausada, desmenuza uno de los principales debates a nivel nacional: "A mi juicio, el gran problema que enfrentamos es la enorme distancia social y el clasismo que hay en este país. Es pavoroso ver cómo los alumnos de mejores puntajes se concentran en barrios acomodados. Creo que la diferencia comienza en la cuna y debería destruirse desde la cuna. La educación de los más pobres no debe ser inferior a la que obtienen los alumnos de colegios pagados".
¿Qué le parece, entonces, que la discusión pública en torno a los recursos del Estado se esté dando a nivel universitario y dentro del Consejo de Rectores (Cruch)?
Me parece, cuando menos, mezquino. Es un escándalo. Hoy el Cruch no quiere mirar de frente que más de la mitad de los estudiantes, más de la mitad de las universidades del país y la mayoría de los alumnos más pobres no están en el consejo. Por lo tanto, se convierte en una pelea por las platas, en lugar de una discusión con altura de miras sobre la calidad universal de la enseñanza. Se habla de universidades tradicionales, pero nadie se lo cree. Son universidades derivadas, algunas muy nuevas. Muchas de las que están en el Cruch no son de buena calidad. Y el mismo consejo, con sus criterios históricos, las tiene aplastadas.
¿Así de radical es la situación?
Así lo creo. Le pongo un ejemplo. Las platas del Cruch se distribuyen con los criterios históricos y no conforme a las necesidades. La Universidad de Chile, según datos de Contraloría, recibe tres millones 200 mil pesos por estudiante, mientas que la Arturo Prat recibe 900 mil pesos. ¿Cómo el Estado no se preocupa de la igualdad entre sus propias universidades? Muchos planteles hoy tienen que andar buscando alumnos para financiarse. ¿Cómo una universidad regional, pensada para Iquique, como la Arturo Prat, está en Victoria? ¿Por qué compite con la Universidad de Chile en Santiago?
Es decir, ¿cree que algunas universidades del Cruch no tienen la calidad que dicen tener?
Obviamente que no. Basta mirar los años de acreditación. Varias de ellas tienen el mínimo. Ciertamente que hay en el Cruch algunos planteles estatales muy buenos, así como también hay Ues. privadas excelentes. Lo que yo pido es que nos sentemos a mirar las cosas con objetividad para poder resolver dos problemas: la justicia en el sistema y la calidad de la formación que se entrega a los más pobres.
Si se revisara y se auditara a fondo el sistema de educación superior, ¿cree que se encontrarían más casos como el de la U. del Mar?
Lo creo y, lamentablemente, también entre las del Cruch, porque el problema de la U. del Mar no era sólo el lucro. Imagínese que había una universidad del Cruch que tenía como 44 sedes. Se puede estafar a los estudiantes no sólo con dinero, sino también a través de la calidad de la oferta educativa y formativa.
¿Es el lucro el responsable de todos los males?
Lo primero es que la ley se debe cumplir. Basta de hipocresías. Creo que hay actividades de lucro disfrazado en muchas universidades, incluidas las del Cruch. La actual figura jurídica no permite el lucro. Hay una demanda general para que esto se encare y al parecer lo está haciendo el ministerio. Pero yo no demonizo la palabra. Lo inaceptable es convertir la educación en un frío negocio con criterios de mercado.
¿Por qué aún se habla de universidades tradicionales y privadas con una carga valórica negativa?
Es la misma pregunta que me hago yo. Hay mucha imprecisión de lenguaje y prejuicio. Las privadas no son sólo las que están fuera del Cruch. Hay universidades privadas en el Cruch. Hay universidades llamadas tradicionales que no son tales. En verdad son derivadas, pero no tradicionales.
¿Cómo queda la U. Alberto Hurtado dentro de ese análisis?
Nosotros nacimos del Ilades y del Cide. El Cide era el mejor Centro de Investigación Educacional que había en Chile. Esa es la base de nuestra universidad. Tenemos más de 50 años, si se toma en cuenta esa realidad. A diferencia de otros, construimos la universidad de arriba para abajo, desde el posgrado a las carreras. Dejémonos de eslogan y prestigios nominales y veamos la verdad. Hagamos una buena Ley de Acreditación, no por influencias, sino que se acredite lo que está bien hecho. Hay universidades del sistema privado, como la Adolfo Ibáñez, la Diego Portales, la Mayor, la Central y otras que son serias.
¿Usted se siente marginado cuando el ministro conversa con el Cruch y no con todos?
Totalmente. Que el ministro se haya juntado con el Cruch para discutir problemas de financiamiento, y que se haya reunido con profesores y estudiantes, es espléndido, pero que no haya una visión de conjunto me parece pésimo. Somos la mayoría de las universidades legalmente constituidas, tenemos más de la mitad de los estudiantes y estamos marginados. ¿Se entiende esto en una democracia?
¿Se cumple en Chile la figura de una universidad estatal?
Me parece que una universidad estatal tiene varias funciones. Por ejemplo, estar en aquellos lugares donde otros no llegan. En Coyhaique es razonable que el Estado ponga una universidad de primera calidad. Con precios justos. También debe ofrecer universidades con pluralismo. Pero si son estatales deben responder a políticas de Estado y no entender la autonomía académica como independencia total.
El cardenal Ricardo Ezzati dijo que las universidades deben servir a la sociedad…
Obviamente, la universidad debe servir a la sociedad. Por eso tiene un carácter público. Lo importante es afinar el concepto de lo estatal, lo público y lo privado. Todo lo estatal es público, pero no todo lo público es estatal. El movimiento estudiantil, que ha puesto temas importantes en el tapete, es obviamente público, no privado, pero ciertamente no es estatal. La educación que dan los padres puede llamarse privada, pero todo el sistema escolar que socializa la cultura nacional tiene de algún modo un carácter público. Por eso, el Estado tiene algo que decir en todo el sistema y no sólo en sus escuelas. Y es importante que él no considere los establecimientos no estatales como adversarios. La diversidad no es propiedad exclusiva de los establecimientos estatales.
Reforma educacional
¿Cómo analiza la reforma que plantea el gobierno?
Responde a problemas reales, que tienen que ser encarados. Por ejemplo, la iniquidad, que haya colegios y universidades para ricos y otros para pobres. Y, sobre todo, que estos últimos sean de mala calidad.. Pero, al considerar la calidad, no basta transmitir los conocimientos y habilidades. Es necesario encarar la formación integral. Hoy día nos enseñan a triunfar y nadie te enseña a ser solidario, a soportar las lágrimas. Yo tengo la esperanza de que la reforma se atreva a mirar las cosas de frente. Aunque, tal como la veo ahora, creo que está excesivamente centrada en el financiamiento.
¿Teme que se haga muy rápido?
Si tú tienes armado un sistema, no puedes quitarle de la noche a la mañana toda la base. Hemos sido recurrentes en el asunto del lucro y eso hay que corregirlo. Sin embargo, yo no podría cerrar mañana todas esas universidades. Hay que analizarlas, auditarlas y ver cuáles son los pasos para corregir la situación. Pero cuidado con esas medidas un poco populistas que pueden desarmar un sistema y generarnos múltiples Universidades del Mar.
¿Lo decepciona cómo ha evolucionado la investigación de la Fiscalía Centro Norte por el lucro en las universidades?
Sí, por lo lento. El tema es candente y me imagino que los casos son diferentes. Yo espero que esto se acelere, que sean justos, se cumpla la ley y se considere a los estudiantes.
Al hablar de gratuidad en la educación, ¿es posible en Chile?
Me gusta mucho la idea como un ideal, precisamente porque es uno de los caminos para allanar desigualdades. Sin embargo, hay situaciones que no se pueden lograr de un día para otro sin generar males mayores. Chile es limitado en recursos. ¿Dónde pondría mis primeros recursos? Allí donde se produce la mayor diferencia, que es en la base. En una educación parvularia, básica y media de primerísima calidad, donde la educación estatal sea comparable a la de otros países y a la de los mejores colegios pagados.