La jirafa Marius tenía sólo dos años, pero era incompatible genéticamente para aparearse con las hembras del Jyllands Park Zoo de Copenhague, Dinamarca. Su arquitectura genética le costó la vida (fue muerta con un disparo en la cabeza), ser diseccionada frente a un auditorio compuesto en su mayoría por niños, que su carne se repartiera entre los carnívoros del zoológico y que en su lugar se trajera a otro macho.

Pero su sacrificio también generó una ola de protestas, y reabrió el debate sobre la utilidad de estos recintos.

"La razón original de los jardines zoológicos se mantiene hoy: que las personas puedan apreciar animales que no pueden ver todos los días", justificó a la BBC David Williams Mitchell, vocero de la Asociación de Zoológicos y Acuarios de Europa (Eaza, su sigla en inglés), organismo al que pertenece el Jyllands Park Zoo.

Miguel Bueno, gerente de Zoología de Buin Zoo, no está de acuerdo con el fin de la jirafa -"hay muchos otros recursos para estos casos", reclama- pero tampoco comparte que este hecho puntual reabra un debate, que para él, está zanjado.

"La principal función de un zoológico es educar, además de conservar e investigar. Es nuestra función fundamental, y la oportunidad de dar muchos mensajes de conservación", explica.

Williams entrega otra razón para justificar su existencia: son lugares para mejorar la conservación de especies, muchas de las cuales pueden estar en peligro de extinción. Los zoológicos, dice, promueven el conocimiento científico de estos animales. "No sólo es para la exhibición de especies, son centros de investigación, que, por ejemplo, prestan personal experimentado a parques de vida salvaje en el mundo para brindar su apoyo, pero que sin el soporte logístico de un zoológico sería bastante difícil", señala.

FUERA DE HABITAT

Pero uno de los argumentos que se imponen para que no existan más zoológicos es que los animales no están en su hábitat, lo que va en contra de su naturaleza.

"Es imposible reproducir el entorno de animales como el león, el tigre o los lobos, por hablar de los más conocidos. Ellos necesitan un territorio amplio, con ríos, con vegetación. Y eso no ocurre en ningún zoológico del mundo", dijo a BBC Mundo el veterinario Bernardo Luque Cuello.

Además, los animales, dicen sus detractores, están sometidos al desatino de muchas personas. Como le ocurrió a Anton, un oso polar del zoológico Wilhelma en Stuttgart, Alemania, quien murió tras varios días de experimentar diversas molestias.

La autopsia reveló que en el interior de su intestino había bolsas plásticas, y hasta un oso de peluche, elementos que le ocasionaron una inflamación intestinal, y luego la muerte.

Luque Cuello tiene una historia similar, pero con un león marino, quien murió después de haberse tragado una bolsa de papitas fritas. "Es que en este tipo de lugares la exposición al ser humano es imposible de controlar y sólo están allí para la diversión del hombre", argumenta.

Pero a pesar de su oposición, Luque Cuello está de acuerdo en que los zoológicos que estudian seriamente los temas de conservación de especies en vía de extinción deberían permanecer. "Lo lamentable es que son pocos centros en el mundo que cumplen con esa característica, la mayoría deberían cerrarse para evitar más daño a la vida de estos animales que permanecen en cautiverio".