Valentina González, en un movimiento estilizado y medianamente tenso, voló durante una fracción de segundo y recorrió, con sus 157 centímetros y 58 kilos encima, exactos 42,4 metros. Se trató de un salto fugaz, a 51 kilómetros por hora, que generó en la orilla de la Laguna Los Morros una serie de movimientos histéricos de su madre Paula, el aplauso efusivo de un diputado vestido con pantalones cortos y la mirada experta del ministro del Deporte. Valentina, 17 años, tocó el agua, se inclinó hacia atrás y provocó gritos.

Fue el salto definitivo -después de cuatro días de competencia y una caída que casi la dejó fuera del torneo- que le significó hacerse con la medalla de plata en el overall del Campeonato Mundial Junior de Esquí Náutico. Paula, la madre nerviosa, celebró en silencio, mientras un relator efusivo exigía aplausos. Tres señores muy adultos analizaron el salto y coincidieron que sí, Valentina es la próxima gran esquiadora de Chile. Ella, la heroína ABC 1, recién salida del colegio, soltera, desde el agua esbozó un saludo. El público se lo devolvió. El relator volvió a gritar.

"En ese momento hay mucha adrenalina. La disciplina que más me gusta es el salto, hay que ser muy valiente para subirse a una rampa. Pasa todo muy rápido, en un segundo te puedes caer o llegar muy lejos", explicaría luego, ya en paz, Valentina. El esquí, relata, es un deporte psicólogo. Exige alcanzar una concentración extrema. Moverse con sutileza y velocidad al mismo tiempo. González, la esquiadora, informamos, en este momento reboza tranquilidad y madurez. Está sentada en la camilla de masajes. La mira su madre, el kinesiólogo que en 12 horas recuperó su hombro de una lesión inminente y Enrique Aguayo, su psicólogo. Este último, precisamente, aportaría luego una frase decidora y casi mística: "Ella es distinta". ¿Una elegida?, preguntamos. "Distinta. Llegará lejos", responde el experto.

En 2017, de hecho, proyecta despegar definitivamente su carrera. Entrará en la categoría Sub 21 y se dividirá entre torneos adultos y juveniles. Participará en el Moomba Master y también en un torneo australiano de overall. En agosto, además, su plan es emigrar a Estados Unidos, donde ya vivió seis meses en 2014 y otros seis en 2015, para estudiar y entrenar al mismo tiempo. "Aquí la universidad es la tumba para el deportista. Allá en cambio se pueden hacer las dos cosas y al 100 por ciento. Mi idea es estudiar ingeniería comercial, hay varias universidades que me podrían dar una beca", explica.

A largo plazo se fija como objetivos pelear medallas en los mundiales adultos y dice, de manera filosófica, su máxima: "Uno siempre va a los torneos para ganar, nunca te proyectas salir segundo". Luego agrega: "El esquí no tiene Juegos Olímpicos, lo más importante son los mundiales y me gustaría pelear y ganar medallas en adultos. Ahora espero meterme un poco más al circuito profesional adulto".

Pocos pasos más allá se deja ver Brooke Baldwin, una estadounidense rubia y adolescente. Es la ganadora del oro en el overall y mejor amiga de Valentina. Anna Gay, también estadounidense, rubia, y amiga de Brooke y Valentina, se quedó con el bronce. Con ambas entrenó y vivió en Orlando. Y dice, pese a la rivalidad, que antes de cada salto se dedican arengas íntimas.

Paula, la madre, ya sin estrés, se acerca a Valentina y le dice: "Tienes que estar feliz". Valentina responde que sí, que está feliz. Pudo ser oro, medita, pero la plata vale casi igual. Mas tarde recibe la medalla y la muerde, abraza a Brooke y Anna. Posa para un reportero gráfico, enfrenta una serie de grabadoras y a una cámara de televisión. Se fotografía con familiares y amigos. Todavía no firma autógrafos. Pero, en San Bernardo, voló a la plata y, a pocos días de convertirse legalmente en adulta, ya empieza a hacerse grande. Valentina, quédense este nombre.