Saturday Night Live: la comedia como resistencia anti Trump
El programa de TV en EE.UU. ha hecho del presidente su blanco favorito.
El humor, a lo largo de la historia, ha resultado ser una provechosa arma, y vehículo de verdad; es por eso que en la intersección con la política, la sátira se torna un terreno fértil. En sus más de 40 años de historia, el programa de comedia y sketches Saturday Night Live (que en Chile exhibe Canal Sony), ha usado la coyuntura política de su país para hacer humor. Y en momentos álgidos, pareciera que el a veces alicaído espacio retoma nuevos aires, llenándose de creatividad y sentido; durante la campaña de 2008, el espacio -como casi todo Hollywood, de corte liberal-, subió ratings con la interpretación de Sarah Palin hecha por Tina Fey y no sin consecuencias; la candidata a vicepresidente del Tea Party bajó en encuestas con el éxito de su imitadora. Igualmente, es un honor y una vitrina para alguien en campaña ser representado por los comediantes del canal NBC; la misma Palin fue de invitada al espacio, aunque la ridiculizaran.
Esa es sólo una imitación de una larga trayectoria de Saturday Night Live con los políticos: Chevy Chase imitaba al presidente Gerald Ford y Dan Aykroyd a Jimmy Carter; Bill Clinton fue personificado por Darrell Hammond y por Phil Hartman; este último además interpretó a Ronald Reagan, mientras que Dana Carvey era un divertido George W. Bush. En la política reciente, Fred Armisen fue Obama, Amy Poehler fue Hillary Clinton, personaje que para la última campaña heredó Kate McKinnon. Para enfrentarla, SNL debió encontrar un Bernie Sanders, un genial Larry David, y por supuesto que un Trump, en una ridícula imitación de Alec Baldwin, con peluca roja y mueca constante.
El hoy Presidente Trump no se ha tomado con tanto humor las imitaciones, twitteando que el programa "no es divertido, el elenco es terrible" y que es "¡realmente mala televisión!", usando sus ya clásicos signos de expresión.
Si SNL se estaba conformando como un bastión anti Trump, sumando imitaciones de sus asesores, el fin de semana pasado se anotó un éxito viral, de comentarios y audiencia, con la sorpresiva llegada de Melissa McCarthy (Cazafantasmas) para imitar al vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, tras el primer encuentro de fuego cruzado que tuvo este con la prensa.
"Una disculpa de parte de la prensa, para mí", decía McCarthy, personificada como hombre, mientras mascaba chichle y acosaba a los periodistas golpeándolos con el podio cuando estos querían preguntar algo (CNN en el sketch estaba derechamente encerrado en una jaula), riéndose de la retórica confusa de sus mensajes y la mala relación con los reporteros. Una nominada al Oscar, y quizás la actriz más taquillera en comedia hoy, visitando la TV para vestirse de hombre y reírse de la administración Trump: generó un torbellino de reacciones.
El vocero Spicer se vio obligado entonces a decir algo sobre su imitadora, y se lo tomó con más humor que su jefe. Dijo que le "bajaría el tono" a McCarthy, agregando irónicamente que "hay demasiado chicle". Aunque no dejó de criticar al espacio, y al enemigo de Trump, su imitador Alec Baldwin, diciendo que "ha dejado de ser gracioso para ser mal intencionado, lo que es desafortunado", dijo el vocero.
La pelea entre Trump y SNL, entonces, recién comienza. Pero la historia del espacio ha demostrado que nada le hace mejor a su comedia, que un némesis público.
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