Cada cierto tiempo Martin Scorsese se propone ir hasta el final con aquel proyecto que lo tiene buscando financistas por todo el orbe. Es cuando no hace La invención de Hugo Cabret (2011), que fue un regalo para su hija, o no filma La isla siniestra (2010), propuesta de último minuto de Paramount. Es el momento, por el contrario, de Pandillas de Nueva York (2002), su laboriosa saga sobre la salvaje fundación de Nueva York. O de La última tentación de Cristo (1988), por la que peleó 16 años hasta que los ejecutivos de Universal se la financiaron a cambio de que hiciera algo más comercial: Cabo de miedo (1991).
En los próximos meses, la audiencia fílmica otra vez será testigo de una de aquellas películas que el director de 73 años viene intentando dar a luz desde hace décadas. En rigor, son 28, según el jefe de Paramount Pictures Brad Grey. Se trata de Silencio, una película sobre misioneros jesuitas abandonados a la suerte del diablo en el Japón medieval de la dinastía de los shogun Edo. En palabras del propio Scorsese se trata de la tercera parte de su trilogía religiosa iniciada con La última tentación de Cristo y seguida por la muy poco conocida en Chile, Kundun (1997).
Silencio se estrenará en salas locales el 23 de febrero, cuatro días antes de la entrega de los premios Oscar, velada a la que muchos esperan llegue con varias nominaciones. Hace tres días, la revista especializada Variety accedió a un teaser del largometraje y las reacciones fueron entusiastas, calentando los motores de una producción que en términos de taquilla quizás sea magra, pero que en estándares artísticos promete un futuro esplendor.
El filme se estrena en Estados Unidos el 23 de diciembre, casi al borde del plazo para ser considerada elegible al Oscar. Las razones van desde el perfeccionismo del realizador (redujo su más de tres horas iniciales de metraje a 159 minutos) hasta la poca fe que en principio le tenía Paramount a un proyecto que por época y ambientación puede resultar demasiado ajeno al espectador estadounidense promedio. Más allá de esas precauciones comerciales, al menos en Variety describieron lo que vieron como de "calidad alucinatoria". Y agregan: "Hay escenas de un demacrado Liam Neeson cayendo en sus rodillas mientras reza, imágenes de japoneses colgados en las cruces y vistas de espectaculares paisajes montañosos".
Basada en la novela homónima del escritor japonés católico Shusaku Endo (1923-1996), la película se ambienta en el año 1620 y cuenta la experiencia de dos jóvenes jesuitas portugueses (a cargo de Andrew Garfield y Adam Driver) que van en busca de su mentor (Liam Neeson), atrapado en medio de la persecución contra los cristianos en Japón.
Con altísimos costos de producción, esta película fue sólo posible en la práctica por la reverencia que despierta Martin Scorsese, uno de los sobrevivientes artísticos de la generación del Nuevo Hollywood junto a Steven Spielberg. Entre los 25 productores de la película figuran nombres de Italia, México e India, sin contar con la gran ayuda que la producción recibió del gobierno de Taiwán, país donde se filmó, ni de la congregación jesuita, que colaboró en la investigación.
Silencio ha costado a Scorsese probablemente mucho más trabajo que la vertiginosa El lobo de Wall Street (su anterior largometraje) y es un signo del dinamismo de un director inmune a la fatiga de materiales. Empezó filmando en la misma época de sus coetáneos Francis Ford Coppola (El padrino), Brian De Palma (Vestida para matar), William Friedkin (El exorcista) o Peter Bogdanovich (La última película), pero a diferencia de ellos está muy lejos de abandonarse a vivir de la memoria, de las charlas del pasado o de los negocios extra cinematográficos.
Scorsese, que además este año dirigió el episodio piloto de la serie Vinilo y se considera un director "lento", rodará el próximo año otro dilatado proyecto de proporciones bíblicas. Según contó hace dos semanas su director de arte Dante Ferretti a Variety, en el primer semestre del 2017 comenzará la filmación de The irishman, la película que reunirá a Scorsese con Robert De Niro tras 22 años desde Casino (1995).
The irishman son palabras mayores y nadie ha escatimado en ambiciones: la cinta no sólo trae a De Niro, sino que también incorpora a Al Pacino y cuenta además con Joe Pesci, que ya estuvo en Toro salvaje, Buenos muchachos y Casino. Hace poco además se unió al casting Harvey Keitel, el primer actor fetiche de Scorsese: estuvo en su ópera prima Who's that knocking at my door (1967) y fue el proxeneta Sport en Taxi driver (1976). La película luce a estas alturas como una virtuosa reunión de condecorados veteranos de guerra batallando en el género que mejor dominan: el de mafiosos.
El tamaño de la historia es acorde a los actores y director involucrados, pues The irishman es el relato del legendario caso de Jimmy Hoffa, el todopoderoso y gangsteril dirigente sindical de los camioneros estadounidenses desaparecido en 1975. Se basa en el libro Jimmy Hoffa: Caso cerrado de Charles Brandt y es esencialmente la confesión del mafioso Frank "El irlandés" Sheeran, que poco antes de morir reveló haber asesinado a su amigo Jimmy Hoffa. En la película de Scorsese, que ya tuvo una preventa en Cannes 2015 para estrenarse en toda Latinoamérica en el 2018, Robert De Niro será Frank Sheeran y se especula que Hoffa lo hará Al Pacino.
Se sabe que Scorsese cuenta las historias de la mafia a su manera. Al clásico estilo operístico de El padrino, él opone la dinámica vigorosa y urgente de las pandillas callejeras. Fue así en Calles peligrosas y Buenos muchachos. The irishman contiene personajes que están en la historia americana con mayúsculas (de Kennedy a Nixon), pero el libro en que se basa es tan coloquial como la mejor de las sagas de Scorsese. Una muestra es su título original en inglés, I heard you paint houses, es decir Escuché que sabes pintar casas. En el mundo del hampa, matar a alquien y manchar de sangre las paredes es "pintar casas". Fue lo que Jimmy Hoffa le dijo a Frank Sheeran cuando lo conoció y es una perfecta línea de diálogo para una película.