Cuando la Unión Europea y Estados Unidos aprueben nuevas sanciones contra Rusia por su papel en la crisis de Ucrania, Moscú volverá a minimizar su alcance. Las medidas adoptadas hasta ahora apenas han hecho daño al presidente ruso, Vladimir Putin, o al menos esa es la imagen que se transmite. No obstante, reina una gran preocupación en ambas partes.

El presidente estadounidense exige ahora sanciones más duras, apremiado también en su propio país a actuar incluso en solitario, si fuera necesario. Esas medidas podrían dirigirse contra importantes sectores económicos rusos, como la industria energética. Los europeos, que tienen una mayor relación económica con Rusia, todavía no se atreven a ir tan lejos, en parte frenados por intereses nacionales.

Según dijo hoy el consejero adjunto para la seguridad nacional de la Casa Blanca, Tony Blinken, las nuevas sanciones estadounidenses contra Rusia por la crisis ucraniana golpearán la industria de la defensa.

El gobierno ruso está seguro de poder contener los efectos de las sanciones, si es necesario recurriendo a la Organización Mundial del Comercio. Pero a pesar de la tranquiliad que muestra, el Kremlin es consciente de que los efectos de la crisis ucraniana pueden dejarse sentir en la ya de por sí golpeada economía rusa.

El gobierno de Moscú amenaza con el cierre de empresas extranjeras, una medida que se dirigiría sobre todo a empresas relacionadas con materias primas. Pero las tensiones entre Rusia y Occidente ponen cada vez más nerviosos a los inversores, que han retirado grandes cantidades de capital, posiblemente casi 70.000 millones de dólares tan sólo en el primer trimestre del año.

Además, las agencias de rating han rebajado la calificación de la solvencia de Rusia casi al nivel "basura". Y en más de una ocasión se tuvieron que suspender subastas de bonos ante la falta de interés de los inversores y los elevados tipos de interés. Los empresarios y consumidores rusos están intranquilos e incluso aunque la tensión disminuyese, Rusia se ve amenazada por nuevas fugas de capital, un claro retroceso económico y el fuerte aumento de precios.

En sus últimas perspetivas, el Banco Mundial prevé "fuertes sacudidas" para la economía rusa en un "escenario de alto riesgo", con un retroceso de la economía del 1,8 por ciento para este año. Y debido a la debilidad del rublo, los consumidores tendrán que enfrentar una subida de precios. Si la situación se tranquiliza, el Banco Mundial cree que la economía rusa podría crecer un 1,1 por ciento en 2014. Pero hasta ahora nada apunta a que vaya a ser así.

En el sector empresarial de occidente también se respira intranquilidad. Las principales bolsas de los países industrializados han registrado cierres en negativo y las materias primas se encarecieron. Las pérdidas para las empresas occidentales todavía parecen ser manejables, pero los fabricantes de artículos de lujo ya anunciaron una caída de la demanda rusa. Y los inversores y bancos temen por sus negocios en los países bálticos.

Moscú podría bloquear además la importación de alimentos del bloque europeo, justificándolo con preocupaciones santiarias, como ya lo ha hecho en el pasado.

En las empresas exportadoras de Alemania, la locomotora económica europea, se teme que en algún momento Bruselas imponga sanciones económicas. Como ejemplo bastan las palabras del director de Siemens, Joe Kaser, quien recientemente se reunió con Putin en Moscú. "Por supuesto que estamos preocupados por la situación, que por desgracia volvió a agravarse", reconoció.

Una tercera fase de la sanciones por parte de la UE golpearía a Rusia más que posibles medidas económicas estadounidenses, debido a los estrechos lazos comerciales ruso-europeos. Pero tampoco hay que olvidar que Europa sigue dependiendo de la energía rusa: un tercio del gas que llega al bloque comunitario procede de allí.