El tema hablaba por sí solo. Así creía la pareja de documentalistas compuesta por Bettina Perut e Iván Osnovikoff sobre cómo iba a ser recibido en festivales su nuevo filme, La muerte de Pinochet. Pero la distancia con que se enfrentan al fallecimiento del ex general y a los personajes generó cierta controversia, especialmente en Europa, donde predomina una postura de condena a la dictadura militar.

"Los públicos de este tipo de festivales no aceptan empatizar con un pinochetista", explica el codirector Iván Osnovikoff. "Es una especie de humanismo integrista, y no les gusta esto de entrar en un código sarcástico", dice, y reconoce que fueron rechazados en algunos certámenes por ello. "Si uno va a ver documentales a un festival europeo, parece un congreso de problemáticas sociales: hay más preocupación por el tema y la utilidad social que por el valor cinematográfico".

Pero tampoco es algo que les quite el sueño. Acostumbrados a la controversia desde sus orígenes, Perut + Osnovikoff -como se hacen llamar- han afilado, con títulos como Un hombre aparte, Welcome to New York y Noticias, un estilo muy personal, que le guiñe un ojo a la ficción y que privilegia el lenguaje y el montaje por sobre el tema. Así, en La muerte de Pinochet, las entrevistas a sus personajes abundan en detalles de la boca, manos, piel y ojos, y las secuencias responden más a una puesta en escena cuidadosamente preparada que al registro de la realidad pura. El filme llega mañana a los cines, luego de pasar por el Festival de Cine de Buenos Aires, Documenta de Madrid y Sanfic.

"Desde el inicio tomamos un punto de vista más conceptual, que ha perdurado y progresado", afirma Osnovikoff. "Nosotros vemos las cosas y nos relacionamos con la realidad. Tenemos el gusto por trabajar con cámara fija, con buena fotografía, los encuadres. Y no tanto a través del habla, del texto", argumenta.

OTRA PELICULA
En diciembre de 2006, Pinochet fue internado en el Hospital Militar. Grupos de pinochetistas se reunieron afuera. Perut y Osnovikoff tomaron sus cámaras y fueron a registrar. No estaban pensando en un nuevo filme, sino en unas secuencias para Noticias (2009), su anterior trabajo. Luego vino la muerte del ex general y, obviamente, registraron la tristeza de un bando y la celebración del otro.

Todo esto cobró vida un año y medio después, durante el montaje de Noticias. Allí repararon en que el material difería en tono y registro del resto. Así, "fue eyectado para un nuevo filme", como dice su director.

La cinta gira en torno a tres ejes: la febril espera de los seguidores en su agonía, las celebraciones callejeras por su muerte, y el funeral en la Escuela Militar. De estas situaciones entran y salen los personajes. Juan González, un ex militar y seguidor de la obra de Pinochet; Otilia Carrillo, una florista de la Plaza de Armas que afirma que su local le fue donado por Lucía Hiriart; un cuidador de autos alcohólico, que llega sin querer a las celebraciones de sus opositores, y Manuel Carrillo, un militante socialista y ex conscripto que se disfraza de Viejo Pascuero en las protestas.

"Cuando los elegimos, buscamos que se expresara su humanidad con rasgos que no se reconocen en general, como lo patético. Eso los hace más consistentes e interesantes dramáticamente". Como Juan González, quien desde un sillón de cuero enumera las bondades del régimen militar y llora como un hijo huérfano la ausencia del general.

"Es amigo de Alvaro Corbalán, iba a Punta Peuco, pero tiene esta dimensión humana que puede hacer que el espectador antipinochetista supere el umbral de la identidad política y empatice con él. En el fondo, lo que nos decidió fue que es una buena persona, a pesar de su discurso", finaliza el director.

EN MEDIO DEL RODAJE DE SU NUEVO FILME
Luego de su paso por el Bafici de Buenos Aires, La muerte de Pinochet se preestrenó la semana pasada en el Sanfic, donde reunió a sus protagonistas en una acalorada discusión, que sus directores subieron a Facebook. Justamente, es en las redes sociales donde el filme ha generado gran expectación. Perut y Osnovikoff ya trabajan en Surire, una indagación en el salar homónimo y en los habitantes aimaras que aún persisten en su modo de vida. "La película está tomando forma, llevamos un 50% rodado", dice el director. "Nos interesan estos ancianos y la actividad económica que desarrollan", cuenta.