El primer largometraje de Fernando Lavanderos, Y las vacas vuelan, fue un pequeño suceso en el Festival de Valdivia del año 2003. Mezcla de ficción y documental, la cinta daba cuenta del periplo de un danés por Santiago, que al mismo tiempo rodaba un cortometraje con una chilena de protagonista. Entremedio, se colaban cuestionamientos y reflexiones sobre nuestro país. Fue una propuesta refrescante en el cine local.
Ahora, diez años después, Lavanderos usa de nuevo ciertos elementos de ese prometedor debut en Las cosas como son. En ella, se ve a Jerónimo, un apático arrendador de una pensión para extranjeros que se ve perturbado por la llegada de Sanna, una bella noruega que empieza a trabajar en una ONG para jóvenes en riesgo social. Chocarán el pesimismo y la imposibilidad de relacionarse de él con la buena disposición y alegría de ella. Posteriormente, se agregará un sorprendente tercer factor, algo que ella oculta dentro de la casa.
La película se estrenó con paso firme en el Festival de Mar del Plata el año pasado, ganando la competencia latinoamericana. En abril fue premiada con el galardón a Mejor Director en el Festival de La Habana (Nueva York) y en julio fue reconocida en el Festival de Karlovy Vary (República Checa), el certamen más importante de Europa del este. Este jueves, finalmente, se estrena en Chile.
"Cuando uno se enfrenta a un extranjero, te sale toda la cultura que tienes detrás, inevitablemente los chilenos somos así", dice Fernando Lavanderos. Una de esas cosas que le interesaba tocar era la desconfianza en la sociedad actual, la incapacidad de apoyarse en alguien. "En base a eso surge Jerónimo, un personaje bastante solitario, que representa ese estado de ánimo que me interesaba mostrar", señala el realizador.
Para este rol, Lavanderos escogió al fotógrafo Cristóbal Palma. "Siempre trabajo con un método donde la persona tiene que ser cercana al personaje; en esta búsqueda me abro a los no actores", agrega. Un día escuchó a Palma decir que le interesaría actuar. Lavanderos lo pensó y se dio cuenta que encajaba en el filme. "Además, que su barba funcionaba como una máscara más sobre el personaje", cuenta. A la protagonista, Ragni Orsal Skogsrod, la encontró a través de varios castings que hizo por internet a actrices noruegas. "La hice actuar por Skype y resultó muy bien, no sabía español y aprendió perfectamente en cuatro meses".
Sobre por qué pasó tanto tiempo entre su anterior trabajo y esta cinta, dice: "No podía conseguir el dinero, postulé cuatro veces al Fondo. Finalmente la producción de la cinta fue autofinanciada, con favores de muchos amigos".