En la segunda mitad del siglo XX era uno de los países más industrializados de Asia, pero a mediados de los 90 su población sufrió una hambruna que dejó cientos de miles de muertos. Décadas de sanciones y aislamiento internacional debido a su controvertido programa nuclear no hicieron más que agravar la situación. Sin embargo, la economía de Corea del Norte hoy parece estar dando señales de recuperación e, incluso, tímidos pasos hacia la economía de mercado.
Si bien hace un año la ONU denunciaba que "más de tres cuartas partes de la población están en una situación de inseguridad alimentaria", The New York Times aseguró en un reciente artículo que la economía comunista del "reino ermitaño" de Corea del Norte "está mostrando sorprendentes señales de vida". "A pesar de que el Presidente Donald Trump apuesta por sanciones más duras, especialmente por parte de China, para impedir que Corea del Norte desarrolle misiles con capacidad nuclear capaces de golpear EE.UU., la mejora de la salud económica del país ha hecho más fácil soportar esa presión y adquirir fondos para su programa nuclear", afirma el diario neoyorquino.
Según estimaciones del Banco Central de Corea del Sur, el crecimiento de la economía del país vecino se calcula entre un 1% y un 5% anual, una tasa comparable a algunas economías de rápido crecimiento sin sanciones.
¿Y cómo se explica esta recuperación? Según sostiene el diario español El País, el año pasado, Kim Jong-un dio, con la aprobación de un nuevo plan quinquenal, el espaldarazo definitivo a la política que el régimen ya había ido adoptando: byungjin, o el desarrollo simultáneo de la economía y de su programa de armamento. Esto significa dar más libertad a las empresas para buscar clientes y proveedores, y a los agricultores para disponer de sus excedentes.
Prueba de ello ha sido la proliferación de mercados en ciudades de todo el país. Desde 2010, sostiene el Times, el número de mercados aprobados por el régimen de Pyongyang se ha duplicado a 440. En un país con una población de 25 millones, alrededor de 1,1 millones de personas están empleadas como minoristas o administradores en estos mercados, asegura un estudio del Instituto Coreano para la Unificación Nacional en Seúl.
Incluso, el director del servicio de inteligencia de Corea del Sur, Lee Byung-ho, sostiene que, al menos, el 40% de la población de Corea del Norte se dedica ahora a algún tipo de empresa privada, un nivel comparable al de Hungría y Polonia poco después de la caída del bloque soviético.
A juicio de Andrei Lankov, profesor de la Universidad Kookmin de Seúl, se trata de un proceso de reformas "notablemente similares a las adoptadas por China a comienzos de los 80". Pero Pyongyang prefiere denominar a este proceso como "gestión económica a nuestro propio estilo".
China, aliado clave
Aunque Corea del Norte no publica estadísticas sobre su comercio exterior, datos recogidos por la base Comtrade de la ONU permiten apreciar que el régimen de Kim Jong Un está lejos de la autarquía.
Las últimas cifras disponibles (de 2015) muestran que los intercambios de Corea del Norte con el exterior superaron los US$ 6.500 millones. Esto no incluye otros US$ 2.700 millones que comerciaba entonces con Corea del Sur derivados de la actividad del complejo industrial de Kaesong, cerrado desde 2016, debido a la tensión bilateral.
¿Y quiénes son los clientes de los productos norcoreanos? Principalmente, su aliado político clave, China. El gigante asiático compra un 81,9% de las exportaciones norcoreanas y es el origen del 84,6% de los productos que entran a Corea del Norte (ver infografía).
El 35% de las exportaciones norcoreanas corresponden a hullas (carbón mineral) y combustibles sólidos. Beijing es el destino de la casi totalidad de esta producción. El comercio de hullas reportó ingresos por US$ 1.075 millones al régimen de Pyongyang en 2015. Tras China, India, Pakistán y Angola se sitúan como los principales compradores de productos norcoreanos. En tanto, India, Rusia y Tailandia se suman a China como los principales países desde donde Corea del Norte importa productos.
Al mismo tiempo, Pyongyang se abre al turismo, especialmente al chino, a cambio de los preciados yuanes, dólares o euros, las únicas divisas con las que pueden pagar los extranjeros, sin acceso al won local.