Río de Janeiro es conocida como la ciudad que siempre está de fiesta. Los negocios a lo largo de la Avenida Atlántica no solo ofrecen caipiriñas y cerveza, sino que también música. Famosa es la fiesta de Año Nuevo, conocida como "Reveillon", o su carnaval que cada febrero inunda las calles con samba y coloridas y fastuosas vestimentas. Sin embargo, la crisis económica y la inseguridad están poniendo estas festividades en riesgo.
Hace tres meses se desató una crisis entre el alcalde carioca, el pastor evangélico Marcelo Crivella, y las Escolas do Samba carnavalescas, cuando el edil decidió recortar a la mitad el aporte cedido a las agrupaciones que participan en el lujoso desfile del sambódromo. En ese contexto, la Liga Independiente de las Escolas amenazó con no desfilar en el carnaval más famoso del mundo.
Las 12 principales escuelas de samba de la ciudad recibían en total US$ 7,5 millones de dinero público municipal para realizar sus desfiles, pero Crivella redujo la cifra a US$ 315.800 por cada escuela, argumentando que necesitaba destinar ese dinero a las guarderías públicas. Así, el carnaval corrió el riesgo de realizarse con un perfil bajo.
Por eso, a fines de julio los dirigentes de las principales escuelas se reunieron con el Presidente Michel Temer para conversar sobre el presupuesto para el carnaval de 2018. En esa oportunidad el mandatario se comprometió a entregarles US$ 4 millones extras, cifra que dejó más que satisfechos a las escuelas, hecho que disipó las dudas sobre la edición del próximo año. Jorge Castanheira, presidente de la Liga Independiente de las Escuelas de Samba, explicó en esa ocasión que el auxilio financiero prometido por Temer era suficiente, al cubrir la suma que recortó el alcalde.
La reducción de presupuesto ya había golpeado a las escuelas en el carnaval de este año. Esto, porque tras dos años de recesión en Brasil casi ninguna empresa pública o privada se interesó por patrocinar los desfiles de 2017, lo que obligó a los grupos carnavalescos a reducir sus presupuestos entre un 30% y un 40% respecto a 2016, según la Liga Independiente de las Escuelas de Samba, citada por la agencia EFE. Ante eso, este año varias escuelas consiguieron su propio patrocinio.
Año Nuevo
A los problemas de financiamiento del Carnaval de Río se suma el anunció de que habrá menos recursos para la monumental fiesta de Año Nuevo que se realiza frente a las playas de la ciudad. Al igual que con el carnaval, el festejo -que cada año moviliza a cerca de dos millones de personas de Brasil y varios países- no contará con el aporte de grandes empresas patrocinantes preocupadas con la crisis económica y la violencia que afecta a la ciudad, según consignó la agencia Ansa.
La empresa de turismo municipal Riotur puso a la venta un paquete de anuncios publicitarios por 30 millones de reales (US$ 10 millones) que no logró ningún interesado, con lo cual todo el costo del Reveillon deberá ser asumido por el estado de Río. La noticia de la falta de respaldo empresarial para la fiesta agravó la incertidumbre y el temor de que éste puede ser uno de los peores años para el turismo.
Este panorama se ha visto agravado por la violencia. A comienzos de este mes, el gobierno de Brasil movilizó a más de 5.000 miembros del Ejército y la policía en favelas del norte y el oeste de Río de Janeiro en un nuevo "pulso" contra el crimen organizado. Ya antes se habían desplegado 10 mil soldados por la ciudad. El primer semestre de este año fue el más violento en el estado de Río desde 2009, con 3.457 muertes violentas, un 15% más que en el mismo período de 2016, según el oficial Instituto de Seguridad Pública, citado por EFE.
Debido a este clima de inseguridad es que cada vez más cariocas prefieren divertirse en sus hogares, desertando de la tradicional vida nocturna de una ciudad con fama de fiesta. "Los clientes ya no vienen, tienen miedo", señaló a la agencia France Presse (AFP) Paulo Sérgio, que en menos de un año sufrió una decena de asaltos en su pequeño bar de Santa Teresa, una pintoresca colina de Río de Janeiro que se convierte por la noche en un "barrio fantasma".
Los bares son presa fácil de las bandas. "Llegan de a cuatro, bajan del auto, roban los celulares y los relojes de los clientes y se llevan la caja", dice Paulo Sérgio.
Por su parte, Francisco Dantas, dueño del Café do Alto, optó por la misma estrategia. "Si la gente no sale, tengo que ir adonde se encuentren", dice a AFP. "El número de clientes nocturnos de mi bar cayó de 30% a 40% desde noviembre. Es la primera vez en 15 años que mi facturación se reduce", explica.