Llega levemente atrasado a las oficinas de Fábula, saluda a todo el mundo, cuenta un par de anécdotas sobre las poses telegénicas de Julianne Moore en el rodaje de su nueva versión de Gloria y, amablemente, se sienta a la entrevista. Amablemente. La cara limpia, las palabras bien moduladas y el trato afable parecen ser características clásicas de Sebastián Lelio, un realizador que muestra un esplendor anímico no siempre en correlato con lo que cuenta.
Gloria, en ese sentido, es la película más Lelio: más radiante, más directa, menos depresiva. En términos estéticos, Una mujer fantástica es también fiel a ese espíritu, con una fotografía brillante y multicolor de su habitual colaborador Benjamín Echazarreta. Pero sólo en términos estéticos, pues como el propio director lo dice, Una mujer fantástica "es un caballo de Troya" que esconde otra cosa en su bruñida y hermosa superficie.
Nominada al Oscar extranjero el pasado martes, se trata de la segunda película chilena en postular a esta categoría tras No en el año 2013. A diferencia de ella, que se enfrentaba a la favorita y finalmente ganadora Amour, la propuesta de Lelio luce como una de las fuertes candidatas a ganar en la próxima ceremonia del domingo 4 de marzo.
Este año, además, Lelio (1974) tendrá una fuerte presencia en las carteleras de cine mundiales con el estreno de Una mujer fantástica en febrero en EE.UU., de Disobedience (con Rachel Weisz) en abril en ese mismo país y de su auto-remake de Gloria con Julianne Moore a fin de año.
¿Cuáles fueron las influencias cinematográficas de Una mujer fantástica?
Teníamos por misión construir una película con esplendor visual. La idea era crear una suerte de caballo de Troya, que tiene una superficie clásica y que trae además algo escondido adentro.
Eso que está en el interior es el personaje de Marina, pero interpretado por Daniela Vega, como un gesto
¿Qué películas vieron antes de rodar?
Bastante cine asiático, en particular a Wong Kar-Wai, a Jia Zhang-Ke y su película A touch of sin, y sobre todo, una película en particular que a todos nos fascina: Ascensor para el cadalso, de Louis Malle. Daniela Vega vio miles de veces a Jeanne Moreau paseando por las calles y en particular aquella escena cuando va bajo la lluvia después de haber perdido a su amor. Es decir, hay citas directas a Ascensor para el cadalso en Una mujer fantástica.
¿Hay críticas que dicen que a la película le falta una catarsis, que Daniela es muy contenida?
Es finalmente la opción que tomamos. Uno va encontrando la película de a poco y en el balance general creo que la mejor salida era la sutileza. Siempre que uno toma un camino, hay otras cosas que se pierden.
¿Por qué Daniela Vega se transformó en un personaje aparte, independiente de la película?
Es fácil ser general después de la batalla y justificar las cosas buenas que nos dio la película. Pero es curioso, al principio incluso teníamos dudas sobre su funcionamiento. Todo era apuesta y riesgo, un salto al vacío. Es difícil encontrarle las razones a la gran presencia que ha tenido Daniela Vega como personaje aparte, pero me parece un fenómeno extraordinario. Son las cosas que yo llamo desbordes. El cine es más potente justamente cuando se desborda.
¿Hubo mucho temor a defraudar después de hacer Gloria?
Sí, muchísimo vértigo. Afortunadamente yo tomé la decisión de dedicarme a escribir y reflexionar después de Gloria. Co-escribí Una mujer fantástica (junto a Gonzalo Maza), co-escribí Disobedience (con Rebecca Lenkiewicz) y luego escribí la nueva versión de Gloria (que protagoniza Julianne Moore). Después de todo eso, recién filmé, pero no si antes haber estudiado, leído sobre cómo hacer guiones, etcétera. Y con Una mujer fantástica entré a otro mundo, a lo Jacques Cousteau, usando por primera vez el trípode, metiéndome a otro lenguaje cinematográfico.
¿Originalmente la historia de Una mujer fantástica era otra, no?
Si, la película cambió demasiado. Siempre estuvo transitando. Al principio era la historia de un hombre, una especie de contraparte de Gloria. Luego, sin embargo, se produjo un punto de inflexión y decidimos contar la historia de que pasa con alguien cuando su ser querido muere en sus brazos y se transforma en el indeseado de la familia. Y ya todo cambió definitivamente al momento de decidir que el personaje central sería transgénero. Era entrar en una zona de peligro, pero eso al mismo tiempo es bueno. Ni siquiera sabía si iba a hacer el largometraje y, de hecho, Daniela Vega era sólo una especie de consultora cultural del proyecto, alguien a quien preguntarle para hacer el guión. Todo fue así hasta que descubrimos que la mejor protagonista debía ser ella misma.
¿Cree que Una mujer fantástica fue comprendida en Chile?
No totalmente. Estoy conforme con la audiencia, aunque fue a verla un tercio del público de Gloria. En principio pensé que la iban a hacer trizas en Chile, pero no pasó eso. Lo que si pasó es que comprobé que nos cuesta mucho vernos a nosotros mismos en la gran pantalla. Nos da vergüenza y nos autosaboteamos. Algunos se fijan si filmé bien una calle o si Marina caminaba correctamente por tal o cual plaza, si era geográficamente exacto todo. Eso es una estupidez. A veces uno se siente como si le estuviera mostrando la película a un comité central. Y estas cosas pasan exclusivamente porque hemos hecho pocas películas y no estamos acostumbrados a vernos en el espejo. Nos falta relajarnos. Muchas veces en Chile se parte con el público o la crítica en contra, pensando que la película no es buena.
¿Por qué, a excepción de El año del tigre (2011) sus películas se centran en mujeres fuertes?
No lo tengo claro. Es difícil autoanalizarse. De repente uno se da cuenta de cuestiones evidentes como las que dices, pero que recién las capto. Hace unos días, por ejemplo, caí en cuenta de que el primer cortometraje que hice en la Escuela de Cine se llamó Solas y fue acerca de cuatro mujeres.
¿Siempre quiso ser cineasta?
No en principio. Como muchos adolescentes chilenos, empecé más cerca de la poesía, escribí poemas y fue una suerte de formación artística y cultural. Para mí, descubrir a Vicente Huidobro fue fundamental, tan revelador como para otros en los 80 puede haber sido escuchar a The Cure. A los 16 años tenía hasta un poster en la casa. Leía mucho a Nicanor Parra y Enrique Lihn, también. Y esto dentro de un mundo familiar donde tampoco había muchos libros. Finalmente decidí estudiar cine, porque tiene esa cuestión renacentista de englobar todas las artes al mismo tiempo. Llegué a la Escuela de Cine de Chile sin saber tanto y había varios compañeros que me aplastaban con sus conocimientos. Sin embargo, en apenas tres años lo vi todo y me puse al día.
Me pegó mucho Tarkovsky, Visconti y Pasolini, pero también soy un pagano y me encantan E.T. (1982), Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) o Flashdance (1983), que me creo es una película la raja. Yo siempre he sido medio porfiado, mezclo la cosas y trato de hacerlo a mi manera: por ejemplo, mi primer largometraje La sagrada familia, lo filmamos en apenas tres días y todos me decían que eso era imposible. Claro que pague las consecuencias, porque me la pasé editando durante un año y subí 20 kilos.
¿Cómo es, en el caso del remake de Gloria, la sensación de filmar algo que ya se hizo, pero en otro país?
Es que pasa lo mismo que cuando me decían que no podía hacer La sagrada familia en tres días de rodaje. En este caso, ¿Quién dijo que un cineasta no puede hacer su propio remake? Hay pocos casos en la historia, pero existen. Alfred Hitchcock y Michael Haneke lo hicieron. No necesariamente hay que decirle remake También puede ser un cover o revisitación de una propia obra. ¿Por qué sólo los músicos y dramaturgos tienen el placer de recrear lo que ya hicieron? En el caso de la nueva Gloria le estoy tratando de dar una dimensión universal a lo que pasaba en la primera película
¿Y cómo se puede universalizar el mundo de discoteques de jubilados y de familias chilenas problemáticas en California, que es dónde transcurre la película con Julianne Moore?
Lo que hicimos fue adaptar la historia al nuevo paisaje. Pero el resto es sorpresa. Ya se verá.
¿Está presente el Estados Unidos de Donald Trump?
Sin duda que sí. Como ruido de fondo está siempre ahí.
¿Qué le pareció el trabajo con Julianne Moore?
No puedo hablar mucho de esta nueva Gloria. Básicamente por un problema de contratos y porque debemos evitar mezclar todas las películas. Puedo decir que fue un lujo y un placer verla reencarnar un personaje que ya tuvo una vida en Chile. Ahora Julianne Moore le dio otra vida, con otras energías y en definitiva es otra mujer. Mal que mal, Gloria es un retrato a fondo, una exaltación y un examen de un personaje. Yo aprendí mucho con ella. Hubo un gran ambiente de camaradería con todos, con John Turturro, etcétera. Finalmente la casa del cine es la misma para todos, en cualquier país. Lo mismo me pasó en Londres, con Disobedience, filmando con Rachel Weisz y Rachel McAdams.
¿Seguirá haciendo películas en Chile?
Si. Básicamente seguiré haciendo cine donde pueda filmar las historias que quiera.