"Estoy en Londres terminando el rodaje de una película que se llama Disobedience, que me ha tenido acá por algunos meses. Pero mi cabeza y corazón están desde ahora completamente en Berlín con Una mujer fantástica; quiero estar allá para acompañarla desde su nacimiento", dice Sebastián Lelio al teléfono desde Inglaterra, a horas de embarcarse para llegar a la capital alemana. Hoy, el cineasta estrena en la Berlinale su quinto filme, cuatro años después de debutar en la competencia oficial del festival con Gloria (2013), por la que la actriz Paulina García se llevó el Oso de Plata a Mejor actriz. Desde entonces, su vida tuvo un giro radical: se quedó a vivir en Berlín, Gloria fue un éxito en países como Chile, Francia, Alemania y Estados Unidos; y Lelio se convirtió en uno de los directores chilenos con mayor proyección internacional.
El resultado de esa vorágine lo tiene hoy de regreso en el certamen -el más prestigioso del mundo junto a Cannes- con una película que se ha convertido en una de las más esperadas de la versión 67 del festival, y que, incluso antes de su estreno, tiene a todos los profesionales del evento -productores, periodistas, vendedores internacionales- hablando sobre ella. El sitio especializado Indiewire la calificó dentro de las diez películas estrellas del mercado de coproducción de la Berlinale, mientras que Variety la describió como una de las cintas "más accesibles" de la competencia, es decir, una de las que más éxito comercial podría tener. La película fue producida por Fábula, de Pablo y Juan de Dios Larraín, y tiene entre sus co-productores a Maren Ade, directora de la premiada comedia alemana Toni Erdmann. Además, sus derechos acaban de ser adquiridos por Sony Pictures Classics para ser distribuida en Norteamérica.
"Gloria fue una experiencia que a todos nos dejó en un lugar nuevo. Fue algo muy inesperado y todo lo que pasó fue muy milagroso. Así que volver a Berlín después de eso es como volver a casa. Es una alegría tremenda que la película parta su camino en una vitrina tan potente como esta", explica Lelio, co-escritor del guión junto a su colaborador habitual, Gonzalo Maza, quien está en Berlín para asistir al estreno, hoy a las 22 horas de Alemania, junto al productor Juan de Dios Larraín y a los protagonistas, Daniela Vega y Francisco Reyes. Lelio llegó ayer en la mañana desde Londres, donde está filmando junto a las actrices Rachel Weisz y Rachel McAdams su primera cinta en inglés, una historia sobre la hija de un rabino ortodoxo co-escrita por él y Rebeca Lenkiewicz, guionista de Ida, el filme polaco ganador del Oscar.
Como en Gloria, Lelio pone en Una mujer fantástica la cámara sobre un personaje femenino poderoso y magnético: Marina (Vega) es una joven mesera y cantante que tiene una relación con Orlando (Reyes), un hombre 20 años mayor que se enferma de manera súbita después de festejar el cumpleaños de su novia. Orlando muere al llegar al hospital, pero el duelo de su amada se transforma en un infierno: Marina es una mujer transexual que, además de convertirse en sospechosa por la muerte de su pareja, tendrá que luchar contra los prejuicios de la familia de Orlando, que le prohíbe asistir al funeral, y que intentará expulsarla del departamento que ambos compartían. Lelio vuelve a explorar, esta vez desde un personaje masculino, las ganas de vivir en el último tercio de la vida, poniendo de fondo el conservadurismo de la sociedad chilena.
"La película va mucho más allá de la transexualidad -aclara el cineasta-. Es uno de los temas centrales, pero tiene muchas aristas y es muy difícil de definir en una frase. Por eso, al igual que su personaje, Una mujer fantástica tiene una identidad escurridiza, difícil de atrapar en una sola palabra. Quizás por eso también la idea de la transexualidad resultaba tan atractiva, porque obligaba a la película a ser contemporánea y desafiante. Era situarlo todo en torno a un tema que es muy de frontera, un tema para el cual ni siquiera existen aún suficientes palabras o conceptos para poder referirse a él. Es muy interesante cómo eso puede traducirse al lenguaje cinematográfico, cómo eso tiene una resonancia en el estilo y en la forma".
Cuando hablabas del proyecto hace algunos años, lo describías como la historia de un hombre con ganas de vivir la vida que sufre un ataque al corazón. ¿Cuándo Marina se convirtió en el centro de la historia?
El proceso de escritura es algo vivo y misterioso, y el personaje de Marina, que es el corazón de la película, se fue imponiendo poco a poco al ir buscando de qué se quería hablar. Cuando aparece la idea de trabajar con Daniela, el proyecto dio un giro tremendo, y el personaje y la actriz llevaron a la película a un lugar totalmente distinto. Fue el anhelo de visitar territorios desconocidos y abrazar desafíos cinematográficos nuevos. La idea surgió cuando comprendimos que la película debía tener en su corazón a un personaje de la complejidad y la fuerza de Marina.
¿Cómo crees que será recibida en Chile?
Es difícil saberlo. Hasta ahora ha sido muy sorprendente la potencia con la que ha dado sus primeros pasos, desde la selección en Berlín hasta el hecho de que Sony Pictures la haya comprado. Hay un entusiasmo y una fuerza alrededor que me sorprende y me emociona mucho, pero admito que estoy muy curioso y expectante de ver qué va a pasar, cómo va a ser recibida esta película que quiere abrazar al espectador, que quiere tocarlo, que quiere comunicarse con él, pero que al mismo tiempo pone a prueba los límites de su empatía. Porque de eso se trata el cine: de situarnos en los zapatos de otro. Una mujer fantástica, con Marina en su centro, invita, sino obliga al espectador a hacer un viaje por zonas posiblemente desconocidas. Y espero que ese viaje ofrezca también placeres desconocidos.
¿Por qué vuelves al tema de la vida cuando se tiene a la muerte en frente? Gloria pensaba en ella cuando veía bailar a una calavera. A Orlando la muerte lo ataca de frentón.
No sé, esa es la verdad -dice entre risas-. Orlando es un personaje fascinante, porque a la sociedad chilena le cuesta ser porosa, le cuesta tener vasos comunicantes entre sus distintos sectores; estamos bastante aislados y compartimentados. Pero Orlando forja relaciones que traspasan los límites o las formas convencionales. Eso es muy atractivo. La forma aquí es el vehículo de la potencial modernidad de la película. El problema entre los personajes y Marina está en la forma, porque no hay nada en ella, salvo la forma, que resulte conflictivo. Hay algo muy potente en un personaje que decide hacer una especie de operación formal en vistas a transformarse, y la película también hace ese juego.
¿En qué sentido?
En que entiendo Una mujer fantástica como una película transgénero en el sentido de géneros cinematográficos; su identidad oscila entre un cine que puede ser romántico, un cine de humillación y venganza, un cine de retrato de personajes, un cine fantasma, un cine de fantasía. La película se niega a ser reducida a una sola idea, al igual que Marina. El personaje le exigió mucho a la película, por eso no las separo. Película y personaje son lo mismo, y creo que la ilusión de que un personaje es distinto a una película es sólo producto del artificio. Entonces es muy bonito que se hable tanto de los personajes como si fueran algo distinto de la película, porque en realidad no lo son.
Gloria cobró vida y traspasó la pantalla; muchas mujeres, hasta Michelle Bachelet, se identificaron con ella. ¿Crees que pasará lo mismo con Marina?
El milagro de que un personaje se instale en el imaginario popular es el producto de una sincronía supermisteriosa que no depende de uno. Sería increíble que Marina se convirtiera en un personaje icónico como Gloria, pero no estoy funcionando desde ahí. Mi conexión con Marina, y con Daniela, nace desde un lugar de admiración, de interés, de conflicto. Hay algo ahí que tampoco entiendo por completo, y fue fascinante meterme a mí en ese problema o desafío, que tiene que ver con dónde me sitúo yo frente a alguien que decide vivir su vida como lo hace Marina. Lo hermoso de ella es que decide con la frente en alto vivir una vida que no puede vivirse, y de eso deberían tratarse todas las vidas.