Cuando Arturo Salah llegó al camarín de la Selección, en plena tormenta eléctrica en Chicago, el primero en recibirlo fue Juan Antonio Pizzi. En el vestuario había inquietud y los jugadores se preguntaban si el partido ante Colombia se reanudaría esa misma noche o al día siguiente, ya que el aguacero llenaba de pozas la cancha del Soldier Field.

Comenzaba una larga espera. Más de dos horas de encierro que los seleccionados soportaron durante el entretiempo más largo de la historia. El presidente de la ANFP junto al DT de la Roja comentaron el primer tiempo, que tenía al equipo nacional ganando 2-0 y metiéndose en la final.

Tras conversar con Macanudo, el timonel de Quilín se acercó a Claudio Bravo. Con el capitán también habló de fútbol, aunque aprovechó de felicitarlo por el buen nivel mostrado en los primeros 45'. Todo esto ocurría mientras Alexis Sánchez, solitario, descalzo y con la indumentaria de entrenamiento para no enfriarse, miraba su celular, sentado en una de las colchonetas negras que estaban al interior del vestuario. Estaba aburrido, ansioso de volver a jugar.

Los plátanos y las barras de cereal estaban a la orden del día, al igual que las botellas de agua. De fondo sonaba el reggaeton que había puesto Gary Medel para animar un camarín que sólo se preguntaba qué iba a pasar. Mientras algunos seleccionados descansaban en las camillas o en las colchonetas como Sánchez, otros estaban en el suelo, ya sea recuperando energías, matando el tiempo, la ansiedad y la incertidumbre.

El problema es que el pronóstico del tiempo, el cual los jugadores podían seguir a través de las pantallas instaladas en los camarines, indicaba que la tormenta duraría por lo menos dos horas, poniendo más dudas sobre el futuro de la semifinal. Todo, mientras Argentina esperaba tranquila.

Al mismo tiempo, oficiales de la organización iban en forma seguida y continua a informarle al cuerpo técnico de la Selección las últimas actualizaciones del pronóstico climático y le informaban al gerente de selecciones, Felipe Correa, que la idea era terminar el partido esa misma noche.

Hasta que la buena noticia llegó por fin. Un delegado avisó que el partido se reanudaría, porque la lluvia había parado, al igual que la tormenta eléctrica. Hubo aplausos y Pizzi, para volver a meter en el partido a sus dirigidos, les dio una pequeña charla. "¡Vamos Chile mierda!", se escuchó con fuerza en el vestuario del campeón. Sólo 45' los separaban de la segunda final consecutiva ante Argentina.

El resto de la historia es conocida. La Roja clasificó a la final de la Copa y va por el bicampeonato. Aunque para ello  tuvo que sobreponerse a un rival duro y a un entretiempo interminable. "Estuvimos tres horas en el vestuario por la tormenta y fue desgastante. Ahora agradecemos que sólo duren 15 minutos los entretiempos", dijo Pizzi, desahogado, tras una noche que seguro no olvidarán.