En 1998, cuando todo el país estaba pendiente de la reaparición de la selección de fútbol en un Mundial, luego de la amarga presentación en España 1982, en las pistas de atletismo había un chileno que brillaba a gran altura: Sebastián Keitel Bianchi.
Tanto, que para muchos fue considerado en esa temporada como el blanco más rápido del mundo. "Yo nunca lo consideré así", explica el santiaguino (43 años), aludiendo al hecho de que el atletismo es uno sólo y no hay carreras por etnia o nacionalidad cuando se trata de mundiales o Juegos Olímpicos.
En aquellos años, compitió contra atletas del nivel del jamaicano-canadiense Donovan Bailey (le ganó en el Gran Prix de Brasil 1998), del estadounidense Maurice Greene y del trinitense Ato Boldon, tanto en 100 como 200 metros, con mejores marcas de 10"10 y 20"15, respectivamente.
Keitel, que al momento de ser contactado por La Tercera, se sometía a una tercera intervención quirúrgida en un tendón de Aquiles (una de las previas le impidió ir a Sydney 2000 y la otra, a Atenas 2004), recuerda con emoción la presentación en Atlanta '96. "Ir a los Juegos Olímpicos es el sueño de todos los deportistas. Es mucho más que ir a un Mundial para nosotros, es el sueño máximo al que puede aspirar uno como atleta", explica.
Sobre su condición de líder de la delegación chilena en la capital del estadio de Georgia, explica: "Es una experiencia impresionante. Cuando entras al coliseo con la bandera y ves a 78 u 80 mil personas, eso te deja una sensación inexplicable".
Recuerda que en aquella época "no había votación popular y quien designaba al abanderado era el presidente del Comité Olímpico de Chile (en ese instante, Sergio Santander Fantini)".
Lo malo es que en Atlanta no pudo competir, porque una pubalgia, además de un resfrío, lo inhabilitó incluso para realizar entrenamientos en los días anteriores al inicio de los Juegos. Con las marcas previas, el rubio velocista tenía posibilidades de meterse al menos en semifinales.
Para Keitel, también existió la posibilidad de ir a Barcelona'92, pero un mal paso lo privó de haberlo logrado. "Estuve a punto de lograrlo, pero me faltó bajar dos centésimas. Lamentablemente seis meses antes me lesioné y eso alteró toda mi preparación, que no pudo ser lo más correcta posible", explica.
Sebastián Keitel ve hoy como su hijo homónimo, nacido del matrimonio con la también velocista Lissette Rondón, sigue sus pasos, con marcas que le han permitido, por ejemplo, obtener medalla de oro en los 100 metros del Mundial Escolar de 2015, con una marca de 10"98.
Una tradición que recorre ya cuatro generaciones de la familia Keitel, con abuelo y padre también campeones nacionales en pruebas de velocidad, además de una abuela, María Cristina Böcke, ganadora de oro sudamericano en el lanzamiento del disco.
Su vida, además, ha tenido diversos giros, como algunos negocios personales en Valdivia, particularmente vinculados al deporte (un gimnasio) y la gastronomía (pizzería). Eso, además de pasos por el reality show Mundos opuestos (dos ediciones, en Canal 13) y jurado en el programa Salta si puedes, entre otras actvidades.
Aunque no se muestra convencido del sistema para elegir a la abanderada, Keitel confiesa su preferencia personal para llevar el estandarte: "Para mí, Erika Olivera es un ejemplo para todos; suma cinco juegos olímpicos, tiene cinco hijos, corre desde los 12 años, ya tiene 40. Ha tenido una trayectoria brillante y llena de sacrificios. Natalia (Duco) y Francisca (Crovetto) son jóvenes y ya tendrán otra oportunidad".