"Lo primero de todo es tener una máquina que a uno le guste", le escribe Sergio Larraín, en una carta fechada en 1982, a su sobrino Sebastián Donoso, quien le manifestaba su deseo de dedicarse a la fotografía. La misiva abre el libro Sergio Larraín, texto editado en cuatro idiomas que reúne gran parte de la producción del único fotógrafo chileno y primer latinoamericano en formar parte de la prestigiosa agencia Magnum.
La publicación se prepara a un año de su muerte, ocurrida el 7 de febrero de 2012, cuando tenía 81 años. Larraín llevaba tres décadas retirado de la escena fotográfica, dedicado a la meditación en la ciudad de Ova-lle. El artista, que comenzó a ser una leyenda cuando abandonó Magnum, en los 70, y cambió las capitales europeas y la fama por el yoga y la difusión de la ecología. El mismo hombre que graficó portadas para medios como The New York Times, Life y Paris Match.
Agnès Sire, directora de la fundación Henri Cartier-Bresson ( el fotógrafo francés que fundó Magnum), conoció la obra de Larraín en 1980, cuando asumió la dirección artística de la agencia. Sire ordenó su portafolio, que contenía 5.000 fotos, e inició una relación epistolar que se prolongó por más de 30 años. Nunca se conocieron personalmente. La semana pasada, Sire llegó a Chile y viajó a Tulahuén, un pueblo al interior de Ovalle, donde descansan los restos del fotógrafo.
"Tenía una mirada muy pura sobre el mundo. Su modo de fotografiar es único, como el lugar que eligió para morir", dice Sire, quien trajo desde Francia la maqueta del libro, de 375 páginas, que se inicia con una serie de cartas de Larraín destinadas, en su mayoría, a ella y a Cartier-Bresson. El fue quien invitó a Larraín a participar en Magnum cuando tenía 27 años, en 1958.
El volumen continúa con 170 fotografías. Primero, su recorrido de Latinoamérica, a inicios de los 50, por ciudades como Cuzco, Sucre, Potosí, Río de Janeiro y Buenos Aires. Después está Europa y sus famosas imágenes de Londres, París y su registro de la mafia siciliana.
El chileno Roberto Bolaño escribió para el catálogo de la última gran muestra que se hizo de Larraín en Valencia, España, en 1999, y que grafica el trayecto del fotógrafo: "Los niños vagabundos de Santiago y las sombras de Londres. Lo mojado y lo seco en la obra de Larraín. Me gustaría decir que en alguna de sus fotos he vivido".
Vida espiritual
El título a cargo de Sire cierra con su regreso a Chile, donde se reproducen sus fotos de los niños que viven a orillas del río Mapocho y su obra sobre Valparaíso. El libro lleva en la portada el retrato, de 1957, que sintetiza su obra: dos niñas descendiendo por las escaleras del pasaje Bavestrello.
"Es muy bello el libro, es un trabajo extraordinario", dice Gregoria, hija del fotógrafo. El volumen, que será editado por el sello francés Xavier Barral, será presentado en julio en el Festival de Arlés, Francia. El encuentro de fotografía más importante de Europa le dedicará a Larraín una retrospectiva montada con las mismas 170 fotos del libro.
Ya en septiembre, la muestra se trasladará a París, a la fundación Cartier-Bresson, para llegar en marzo de 2014 al Museo de Bellas Artes, donde se podrá visitar hasta junio. La gestión chilena la llevan el fotógrafo Luis Weinstein y la académica Verónica Besnier. "El libro y las exposiciones serán la consagración de Larraín", dice Besnier.
Mientras, Gonzalo Leiva, autor de Sergio Larraín, Biografía/Estética/Fotografía, que editó el año pasado el sello Metales Pesados, también participa en el ejemplar producido por Agnès Sire. "Esta vez escribí un texto cronológico, donde desarrollo aspectos de su obra menos conocida", dice Leiva. El profesor de estética de la Universidad Católica se refiere a las imágenes que Larraín hizo tras su retiro en el norte de Chile. "Son detalles de objetos como piedras, un florero, una cortina. Un trabajo a veces surrealista: verdaderas estructuras visuales, donde ya no aparecen personas", agrega Leiva.
Su ensayo acompaña la sorpresa del libro, que se imprimirá el próximo mes en Italia. Es un capítulo que reproduce páginas y dibujos de su Kínder planetario: folletos donde Larraín promovía el budismo, alertaba sobre los problemas del mundo moderno y que firmaba con el nombre de Alhamdu Lillahi. "Es parte de su vida. No se puede obviar y el libro muestra su totalidad como artista", termina Leiva.