Esta vez, las caderas sí mintieron. Can't remember to forget you -el primer single del nuevo disco de Shakira y cantado a dúo con Rihanna- las mostraba bajo poses sugerentes y ropaje ceñido, como dos felinas dispuestas para el próximo asalto: fue un aperitivo engañoso. Porque su título homónimo, a estrenarse este martes 25, se presenta como el testimonio de una mujer que ambiciona la madurez artística y la estabilidad personal, en sincronía con la llegada de la maternidad y de su relación con el futbolista Gerard Piqué.
Aunque sí hay trazos de la ebullición de piel, baile y fusión de estilos que cruzaron sus hits más recientes -Loba, Waka waka o Loca-, parecen arrojos aislados, intentos dirigidos a no bajarse de la ola de pop y electrónica que ha dominado a las divas del circuito masivo en la última década. Si los paralelos valen, esta vez la colombiana se asemeja a una madre que quiere retornar a la juerga tras su primer año de crianza, primero preocupada de tomarse el tiempo de hacer dormir a su hijo y decirle a su pareja cuán feliz son juntos, para recién ahí descuadrarse un ratito. El resto del tiempo, las caderas siguen en reposo.
Hasta el lenguaje ha cambiado. Mientras en Loca, de 2010, cantó "Estoy loca/ pero te gusta", para su flamante disco versionó Loca por ti, de la banda de rock catalán Sau, donde la promesa crece e incluye a otro en la línea "Aún quiero seguir loca por ti", en dedicatoria al futbolista del Barcelona, fan confeso del grupo homenajeado.
Y si The Beatles bautizó su álbum doble de 1968 con el mismo nombre del conjunto, para transmitir autenticidad y crudeza, Shakira hace el mismo ejercicio en una producción llena de referencias a su vida personal. Dare (La La La), un track atiborrado de golpes sintéticos machacantes y coros para estadio, da el primer paso cuando confiesa en español "Sin tus ojos azules me muero/bésame ahora", aunque por lejos la declaración más íntima viene en la melódica 23 ("Supe que teníamos algo/ desde el momento en que te conocí/ Nadie creía que podría ser verdad"), inspirado en la edad que tenía Piqué cuando empezaron su noviazgo y que sobre el final incluye sollozos de su hijo, Milan. Aunque habla mirando el presente, ni siquiera la cantante puede escapar de las decisiones del pasado: el tema recuerda el tono de Día de enero, la canción que en 2006 dedicó a su ex novio, Antonio de la Rúa.
Pero si se trata de observar en reversa, hay comparaciones menos comprometedoras. En Medicine, cantada con el estadounidense Blake Shelton, despliega todo su potencial interpretativo sobre una canción de pop rock que recuerda los últimos años de Bon Jovi, mientras en Loca por ti casi no hay ornamentaciones, apenas los efectos de guitarra inmortalizados por The Edge en U2 -faro eterno de la artista-, como una alusión a sus años latinos de pelo moreno y pies descalzos. De hecho, un alto porcentaje de los temas se inicia con arreglos en guitarra acústica, casi un guiño a la mayor austeridad de recursos de sus primeros hits.
Cuando Shakira se mueve en esa área, aún despunta cierta honestidad artística. Cuando se calza otros ropajes -como en The one thing, Spotlight y Broken Record, donde parecen correr las máscaras de Beyoncé, Taylor Swift y Avril Lavigne-, el sabor es artificial. Es el equilibrio que hoy mueve sus días de madre y superestrella.