"¡You are rica!" le grita Kike Morandé a María Sharapova, medio metro más alta que él y ella lo mira hacia abajo, con una sonrisa toda coqueta y el dueño de Morandé con Compañía lo consigue. Porque la tenista rusa de más de metro y noventa sobre esos tacones negros con titiras que combinó anoche con un vestido sin tirantes y medio ceñido, sale del letargo en que la tenía un desfile de niñas en ropa interior con estampado de tatuaje o en shorts de mezclilla tipo rebaja de multitienda, y le sigue el juego. "¡Qué grande!", le dice ahora Morandé. "¡Grande y cómoda, como decía mi abuelo!", agrega con su humor de fundo. Sharapova le pregunta que si pretende coquetear con ella. Y a Morandé qué le han dicho. Le pide que desfile con él. Logra llevarla hasta el fin de la pasarela blanca anoche, en el desfile Cachantún Fashion. Y muy del brazo con ella posan para los flashes y el conductor saca su última carta: "Say goodbye with a kiss". Y la rubia de 22 años que se había mostrado chic y muy compuesta durante su primer día en Chile, le da un beso feliz.

Fue el momento peak de este show en el Parque Bicentenario que con Sharapova como invitada estelar revivió los megadesfiles. Esos con iluminación y escenario de recital de rock, más de mil invitados, grabado para la televisión -este lo emitirá Mega- y con personaje de nivel mundial. Como cuando venía Naomi Campbell o el argentino Roberto Giordano hacía desfilar a "Pampita" bailando y muerta de risa, hasta mediados de esta década.

Anoche desde "El Dandy" Juan Cristóbal Foxley dando vueltas hasta tarde y Pato Laguna con una polera de maniquí de discoteca y pantalones que le quedaban chicos, se mezclaron con socialités de cartera Ferragamo como Maya Castro de Westcott y gerentes de chaqueta azul marino para admirar el espectáculo animado por Angélica Castro con traje tono papagayo y Morandé que aparte de las polleras de alta costura de Rubén Campos y la presencia de Sharapova, hizo bostezar a más de algún convidado que no aguantó la más de una hora de desfile.

La tenista fue educada. Pero seria. Llegó a las 10.45 y dijo dos palabras ante el escuadrón de camarógrafos. Con las uñas de negro Chanel y la Blackberry bien sujeta, pronunció un "yes", cuando le preguntaron si estaba feliz. Y un "definitivamente no", cuando un reportero la comparó con una "estrella de rock". Arribó al Hotel Hyatt. Almorzó en las terrazas. Se hizo un masaje. Y a las cinco de la tarde respondió seis preguntas de moda ante fotógrafos que hacían contorsiones para conseguir el mejor ángulo y cientos de admiradores que salieron a mirarla. "No me veo como modelo, pero el tenis me ha abierto muchas puertas a lo largo de mi carrera y la moda es una de ellas. Por eso espero seguir en el diseño una vez que termine mi carrera", señaló sobre su futuro cuando jubile de los courts y refiriéndose a un camino que ya empezó realizando una colección de accesorios para la marca Cole Haan.

Hasta que un reportero de farándula le preguntó por sus famosas expresiones cuando juega tenis. Risitas nerviosas. Y Sharapova -que hoy protagoniza un partido de exhibición-, con el mismo gesto de calma, explicó que "empecé a jugar tenis desde que era muy joven y eso es algo que hago sin pensar... Se convirtió en un hábito y ya no me doy cuenta cuando lo hago". Muy compuesta.