Si a comienzos de la década de los 90 había poco más de 200 mil alumnos en educación superior, hoy la cifra es de más de un millón de matriculados en el sistema terciario. Pero así como la cobertura se quintuplicó en los últimos 20 años, también se avanzó en materia de años de estudios, aumentando de manera importante el nivel académico de los chilenos. Así lo revela un estudio del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación (Cide) de la U. Alberto Hurtado (UAH), que concluye que siete de cada 10 alumnos tiene hoy más estudios que sus padres.
Así, de los 1.888 estudiantes que participaron en la investigación, un total de 1.227 cuenta con progenitores que no llegaron a la educación superior. Esto significa que el 65% de los jóvenes de la muestra que entró al sistema terciario superó la enseñanza de sus padres.
La investigación, que se hizo entre 2011 y este año, arroja además que la mayoría de los apoderados de quienes están en estudios superiores sólo completaron la educación media: un 24,1% en el caso de los hombres y un 24,9% las mujeres. La cifra es aún más baja cuando se observa el porcentaje de padres que completaron la enseñanza terciaria: un 10,1% entre las mujeres y un 10,9% en los hombres (ver infografía).
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Este avance, de acuerdo a los investigadores del estudio, María José Valdebenito y Leandro Sepúlveda, permitió aumentar la cobertura en educación superior. Sin embargo, remarcaron, no se ha traducido en un cambio en la movilidad social.
Uno de los aspectos que llamaron la atención de los autores fue las expectativas de trabajo de los alumnos que participaron del estudio.
En el caso de los estudiantes que provienen de niveles socioeconómicos más bajos, un 34,3% tiene la expectativa de ganar $ 600 mil o menos. Mientras que los jóvenes que son de niveles socioeconómicos más altos, sólo un 5,3% tiene esa misma perspectiva.
Algo parecido sucede con la elección de universidades. Un 38% de los que pertenecen a sectores vulnerables elige planteles no selectivos. Es decir, instituciones con bajo nivel de acreditación, la mayoría sin investigación y que piden bajo puntaje para ingresar. Al contrario, quienes provienen de sectores con mejor situación económica, sólo un 9% opta por este tipo de establecimientos.
Estas elecciones y expectativas de los alumnos, según los investigadores, mantiene una estructura en la sociedad que no cambia y que, según ellos, refleja la segmentación que se da en la educación en el país.
Una sociedad rígida
Valdebenito señaló que durante la realización del estudio "vimos que las desigualdades sociales que se dan en el sistema escolar tienden a reproducir la segmentación social que se da en la sociedad en su conjunto". Esto, porque la mayoría de los alumnos vulnerables asiste a colegios de baja calidad, para luego ingresar a planteles de educación superior con niveles similares, que no entregan títulos valorados en el mercado, lo que termina con trabajos con bajos salarios. De esta forma, remarcó, "se da una reproducción social".
Para Valdebenito, esta situación afecta a quienes ven en la educación expectativas y aspiraciones de movilidad social: "Si no hay transformaciones y se continúa con esta tendencia, principalmente en el mercado laboral, habrá una frustración y decepción en los jóvenes, que se puede traducir en movilizaciones".
Sepúlveda dijo que para evitar esto se debe reflexionar e investigar "la importancia que tiene la educación en los proyectos de vida de las nuevas generaciones. No se puede pensar el futuro sin educación". En ese sentido, para el investigador es importante entender si la forma en cómo se está satisfaciendo la necesidad de más enseñanza cumple con las aspiraciones que tienen los jóvenes, "o vamos a ser testigos de un segmento de muchachos que van a expresar frustraciones".
Una visión distinta tiene Jorge Avilés, abogado de Libertad y Desarrollo, quien indicó que el sistema de educación "ha contribuido a aumentar la cobertura. Es importante reconocer sus virtudes y es dañino decir que hay que cambiar el modelo drásticamente".
Para el abogado, que siete de cada 10 alumnos hoy supere la educación de sus padres, y que la cobertura en el sistema superior alcance más de un millón de personas, "muestra que el país avanza por el camino correcto y que se puede recorrer desde donde estamos, perfeccionando y modificando cosas, pero no es necesario borrar todo lo avanzado".
Avilés, además, sostiene que si un joven hoy obtiene un título de educación superior "tiene movilidad social. Un estudiante que tiene una carrera universitaria o de un centro de formación técnica o instituto profesional tiene ingresos más altos. Posee acceso a mejores trabajos y mejores remuneraciones y, por otra parte, si bien existen deudas, hay mecanismos para paliarlas".
Visión similar tiene Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar, quien señaló que "si medimos movilidad social por acceso a educación, es innegable el avance. Si se considera la movilidad entre generaciones, gracias a la enseñanza, la remuneración de los más jóvenes es más alta que la de sus padres, lo que también refleja un importante avance".
Los otros descubrimientos
Un fenómeno que llamó la atención es el camino que siguen los alumnos que salen del colegio. "Existe mucho movimiento de los ritmos de las trayectorias educacionales, en términos de las actividades que van desarrollando, el ingreso a la educación superior y al mercado laboral", explicó Valdebenito, quien sostuvo que "la combinación de estudio-trabajo está asociada al sector socioeconómico vulnerable y jóvenes de la educación técnico profesional, quienes entran tarde a la educación superior". Por otro lado, los investigadores encontraron una segregación por género que también profundiza la segmentación social.
De acuerdo al estudio, un 7,6% de las mujeres elige carreras relacionadas con las tecnologías y las ciencias, en contraste con los hombres, donde un 44% prefiere estudiar en estas áreas. Algo similar sucede en la salud, donde un 30% de las jóvenes prefiere esa área, en comparación a los hombres, que sólo alcanza el 13%.