La historia del atletismo chileno necesitaba un logro como el de Claudio Romero para tener más vitrina y, también, poder encumbrar un nombre de refresco en lo más alto. Con 18 años, el criollo ya marcó un antes y un después en el devenir del deporte.
En los últimos años, Natalia Duco en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Karen Gallardo en Río 2016, habían sido las principales estrellas del atletismo. Sin embargo, en mundiales juveniles, donde brilló el deportista de la Católica, son pocas las veces que se escucha el himno chileno en el último día de competencia. Para ser más exactos, sólo una vez. Hace nueve años.
Pudo ser antes incluso. Hace 31 años casi se rompió la maldición. Fue en julio de 1986, cuando en el Estadio Olímpico de Atenas (Grecia), la canción nacional estuvo a punto de ser entonada en una ceremonia mundial junior de atletismo. El fondista Manuel Balmaceda obtuvo la medalla de plata en los 800 metros. Sólo fue superado por el británico David Sharpe.
De ahí en más, no aparecieron nuevas marcas, ni posiciones de avanzada en categorías juveniles. Tuvo que llegar Natalia Duco para que Chile nuevamente estuviese en la palestra de la elite juvenil. En 2008, y muy lejos de estas latitudes, con el lanzamiento de la bala bajo el brazo, participaba en el Mundial Juvenil de Polonia. Y lo hacía de la mejor manera, adjudicándose la primera medalla de oro para Chile en la historia de los Campeonatos Mundiales de Atletismo, con un registro de 17,23 metros.
Hasta ahí se habia escrito la historia en torneos juveniles hasta la fenomenal irrupción de Romero en Nairobi. En adulto, la cosa no era mejor. Sólo un deportista a ese nivel rozó la gloria. Hace 22 años, Sebastián Keitel en los 200 metros se colgó por primera vez una medalla en la categoría adulto. Fue en el Mundial de Atletismo en Pista Cubierta de Barcelona, donde alcanzó el tercer lugar, quedando por detrás de Greir Moen y Troy Douglas.
Antes de conquistar la presea de bronce, tuvo que pasar obstáculos propios del deportista chileno. El recuerdo en la voz del velocista: "Fue espectacular. Es la cosa más linda que me pasó. Me mandaron el día antes de la competencia. Tú sabes cómo se hacen las cosas en Chile. Llegué después de 18 horas de vuelo y tres escalas. Incluso, se me quedaron las zapatillas en Santiago. Tuve que pedirle prestadas a un amigo que calzaba cuatro números más. Las rellené con algodón. Y si te fijas, cuando cruzo la meta, me caigo", cuenta, entre risas, su anécdota de Barcelona 1995.
Ya en tono más serio, Keitel analiza la hazaña de Romero en Kenia. "Es una tremenda noticia, de verdad lo felicito. El Estado se tiene que dar cuenta de que tiene que poner la inversión en las pruebas de lanzamiento y salto. Duco ya lo demostró y ahora este cabro. Son pruebas "más fáciles", porque no te topas con la raza negra de la que en velocidad estamos a años luz. Entonces, hay que potenciar este tipo de pruebas", concluye.