Roberto Moya Pérez es un hombre de metas. Dice que las ha logrado todas y que no ha sido fácil, pues partió desde muy abajo, en su natal Concepción. Asegura que lo que uno se proponga se puede conseguir, siempre que se planifique con seriedad. Así se tituló como médico, así decidió aventurarse en el montañismo y así espera volver bien de su próximo desafío: subir solo el Monte Everest.

Sería la primera vez que un chileno consiga escalar la montaña más alta del mundo sin la compañía de una expedición y sumaría su nombre a un selecto grupo de escaladores en el mundo.

Pero esa es una historia que aún no se escribe. La primera parte sí es un hecho.


La historia ya escrita

Moya es anestesiólogo, tiene 47 años y su relación con los cerros partió cuando era niño, en Ralún, cerca de Puerto Montt. "Con mi hermano subíamos las montañas y no llevábamos más equipo que un mantel plástico para hacernos una carpa y un par de frazadas", cuenta.

La pasión por las alturas regresó una vez que terminó sus estudios, en el paracaidismo, pero en 2011 volvería a la montaña. El Aconcagua sería su primera conquista.

Ya en esa época el andinista se daba cuenta de que tenía las condiciones para la alta montaña, por lo que no está preocupado de cara al máximo punto del Himalaya. "Tengo esa capacidad, he notado muy bien que cada vez que estuve a grandes alturas, otros colegas han estado mal físicamente. Mis exámenes médicos periódicos salen normales. Trabajo en el tema, sé lo que hago".

El médico cuenta que el primer ascenso al Aconcagua (6.962 msnm) lo preparó en apenas 12 semanas y que la aventura al Everest, hace seis meses. Aunque "la idea la tenía hace rato. En septiembre subí el Kilimanjaro (5.895) pensando en el Everest".

Moya nunca fue a una escuela de montaña ni aprendió de nadie. Dice aplicar el método científico en su preparación: "Busco la información, la analizo y la pongo en práctica".


Las hojas aún en blanco

Ahora comienza la parte de la historia que no se ha escrito, que es sólo un plan, que, todos esperan, termine bien.

Moya tiene pensando hacer la llamada ruta lógica, por la cara sur nepalesa. "Es más cómodo desde el punto de vista de la seguridad. Por el norte, en el Tibet, hay problemas, los chinos son complicados. Pero los caminos convergen en el mismo punto", asegura el montañista.

¿Por qué ir solo, apenas acompañado por cuatro sherpas? Moya responde que quiere sentar un precedente. "Que se sepa que un chileno puede hacer una expedición, armarla y estructurarla. Mi principal objetivo es demostrar a la gente que si uno se propone objetivos y los estructura bien, se pueden lograr, todo se puede".

Esa última frase es casi su lema. Asegura que si escribe un libro lo llamará "Del Liceo 4 al Everest": "Quiero ser un ejemplo para los estudiantes de liceos. Que sepan que se puede salir de ahí y ser médico o cualquier cosa que se propongan, como el Everest".

El aventurero viajará el 29 de marzo a Asia, dos días después arribará a Katmandú, capital de Nepal, y unos seis días más tarde llegará al Campamento Base (ver infografía) a esperar la ventana que le permita atacar el macizo. A mediados de mayo se sabrá si tuvo o no éxito.

De eso depende que la última parte de la historia vea o no la luz.

Hasta ahora, la aventura está saliendo de su bolsillo, no tiene auspiciadores y los únicos parches en su ropa serán las insignias de su Liceo 4 Juan Martínez de Rozas y el de la Universidad de Concepción.

Pero sí espera que al regreso se pueda hacer algo con las imágenes que traerá desde la montaña.

Moya cargará tres cámaras: una en el cintillo, otra que llevará en la parka y una GoPro, montada en el bastón.

No será sólo el registro de una ascensión, sino todo el proceso previo. "Mi señora me dice que es como un reality. La idea es tratar de mezclarme con los sherpas, hacerme uno más del grupo", explica el doctor.

Los peligros

Esta cercanía con los sherpas podría transformarse en algo fundamental para Moya, de acuerdo a Tomás Grifferos, encargado de salud y entrenamiento físico de las expediciones organizadas por Vertical.

El experto manifiesta que estar en grupo ayuda mucho al momento de tomar decisiones. "La altitud genera complicaciones como la falta de fineza de cómo se perciben ciertas cosas, de cómo analizar los riesgos. Si los sherpas tienen experiencia, ayudan en eso, pero otras veces no".

Pero Grifferos asegura que el principal riesgo de subir solo una montaña es la poca solidaridad que se ve arriba: "Me pasó en el Lhotse (8.516), cuando se cayó un polaco a metros de la senda y nadie, excepto nosotros, paramos a ayudarlo. Con esto quiero decir que si le pasa algo a un expedicionario solitario puede que nadie se moleste en ayudarlo".