Hambre de libros. O de disciplinas. O de ciencias diversas. Ese motor es el que mueve a Siri Hustvedt desde los 13 años, cuando trajinando entre los volúmenes de su padre se dio cuenta de que podía leer en la letra impresa más pequeña posible. "Leí novelas, novelas, novelas. Luego vino Vietnam, la agitación política, y a los 14 años, en la biblioteca de la Universidad de Minnesota, donde mi padre era profesor, me empapé de todo lo que pude sobre Vietnam, Indochina, la época colonial de los franceses, etcétera", comenta la escritora estadounidense. "Hasta hoy no he parado. Sólo acumulo y acumulo", bromea sobre su insaciable apetito de páginas.
Casada con Paul Auster desde 1981, Siri Hustvedt está en Chile, junto a su esposo, dentro del marco del ciclo La Ciudad y Las Palabras de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica. Mientras Auster y el Nobel sudafricano J. M. Coetzee se presentan hoy en este espacio, la autora lo hizo ayer, abordando los tópicos clásicos en su ficción y no ficción: la memoria, la figura masculina y, por supuesto, la neurociencia, una disciplina que tiñe sus obras. Entre los asistentes estaban los escritores Antonio Skármeta y Carla Guelfenbein, y el presidente del directorio de TVN, Ricardo Solari. También, en primera fila, Auster y Coetzee. Atrás, cerca de 300 personas abarrotaban el auditorio.
Autora de cinco novelas y cuatro libros de ensayos, Hustvedt se mueve entre lecturas y trabajo de escritora, entre clases en universidades, simposios con biólogos y conversaciones con arquitectos de Nueva York. Vive en Brooklyn y su última novela, The blazing world fue publicada en marzo en EE.UU., con muy buenas críticas. Ahí aborda el conflicto de Harriet Burden, una artista que lidia con el súbito éxito y la carga paterna.
¿Cuál es la motivación de esta novela?
La semilla original de The blazing world es la idea de las máscaras. En el teatro griego, las máscaras no son una forma de ocultarse, sino que una revelación. Harriet Burden, una artista que ha sido constantemente ignorada por la comunidad artística neoyorquina, decide exhibir una serie de obras bajo el nombre Maskings. Están firmadas por tres artistas masculinos diferentes: son tres seudónimos de ella misma. Son un éxito. Sin embargo, cuando revela que ella es la auténtica creadora, todo cambia y se vuelve en su contra. The blazing world no es un cuento de hadas.
También la figura paterna es importante...
Harriet tiene un problema al respecto: tanto su padre como su esposo moribundo son demasiado importantes para ella. Incluso en culturas supuestamente avanzadas como la nuestra, en Nueva York, una mujer tiene menos posibilidades y está más expuesta al peligro que un hombre. Dependen de esa figura. Las estructuras paternalistas nos afectan a todos, hombres y mujeres.
Su propio padre es mencionado en sus libros.
Sí. Tiene que ver con el paternalismo y la figura de la autoridad. Se puede decir que estoy sanamente obsesionada con esto. He escrito dos novelas en que el narrador es un hombre y siempre tiene más autoridad que la mujer.
¿Cómo integra sus intereses en filosofía y en neurociencia con la literatura?
Hay que pensarlo en términos bien simples: los niños se preguntan lo mismo que los filósofos o los biólogos. Son cuestiones esenciales: ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué estoy aquí? Un ejemplo: cuando mi hija tenía tres años, me preguntaba: "Mamá, cuando sea mayor, ¿aún seguiré siendo la misma Sophie?". Eso es una pregunta filosófica.
¿A su esposo, Paul Auster, le interesa la neurociencia?
No, para nada. Por eso, cuando debo escribir algo de neurociencia dirigido a un público no experto, uso a Paul como mi primer auditor. Si no entiende nada, reescribo todo.
¿Se dan consejos literarios mutuos?
Sí, nos hacemos observaciones y casi siempre las seguimos. A este nivel de nuestras carreras, creo que la brutalidad es una forma de amor, en el sentido de decir realmente lo que pensamos de nuestras obras. Pero siempre lo hacemos desde el respeto por el otro.
¿Algún libro preferido de él?
Probablemente, la segunda parte de La invención de la soledad, que se llama El libro de la memoria. Es una narración que a menudo releo. Me sé varios pasajes de memoria.
¿Qué le interesa de los mecanismos de la memoria?
Me interesa porque está muy asociada con la imaginación: de acuerdo a las recientes investigaciones, el mecanismo que nos permite recordar nuestro pasado está conectado con el que nos permite imaginar el futuro. Eso es fascinante. Aquel mecanismo está en el hipocampo y los pacientes que tienen daños en tal zona tienen problemas para recordar bien y, al mismo tiempo, para imaginar una escena.
¿Lo importante no es lo que recordamos, sino cómo lo recordamos?
Claro. Graham Greene decía que antes de poner la primera palabra en una novela, ya estaba todo escrito. De lo que se trata es de recordar y colocarlo en papel. Lo mismo pasa con García Márquez: la magia está en cómo él recuerda lo que le contó su abuela y lo lleva a la literatura, no lo que exactamente le dijo en la niñez.