Desde que el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y de la CIA, Edward Snowden, reveló el programa generalizado de vigilancia que llevaba a cabo Estados Unidos, entregando dicha información a los periodistas Glenn Greenwald y Laura Poitras en 2013, ha surgido un mar de dudas sobre sus verdaderas intenciones. Así, algunos se han preguntado si realmente era un "soplón" que defendía las libertades individuales o si se trataba de un espía ruso o chino.
Su historia repletó las portadas de los diarios hace tres años. Snowden era un joven estadounidense, sin estudios universitarios, experto en computación que trabajó tanto en la CIA como contratista de la Agencia de Seguridad Nacional. Gracias a sus labores conoció los programas de vigilancia masiva como Prism y XKeyscore. Tras recolectar material obtenido por estos softwares contactó a Greenwald, que colaboraba con The Guardian, y a Poitras, con quienes se reunió en Hong Kong. Tras divulgar la información, así como su identidad, compró un pasaje hacia Cuba, con destino final Ecuador. Sin embargo, su pasaporte fue revocado cuando hacía escala en Rusia, país que le permitió quedarse. Fue así como se convirtió para algunos en un "héroe" y para otros en un "traidor".
Para el escritor y periodista de investigación Edward Jay Epstein se trata en realidad de un espía y en su libro Edward Snowden, the Man and the Theft da rienda suelta a su teoría. En ese sentido, Epstein cuenta que viajó a Moscú en octubre de 2015 para reunirse con el abogado Anatoly Kucherena, amigo del Presidente Vladimir Putin, que sirvió de conexión entre Snowden y las autoridades rusas.
Epstein señala, en un extracto publicado por el diario The Wall Street Journal, que durante su conversación con el abogado confirmó que el ex contratista se había llevado material secreto a la capital rusa. Sin embargo, Snowden ha señalado, recuerda el escritor, que no ha sido interrogado por funcionarios rusos y que no se ha reunido con nadie del gobierno. Algo que se contradice con las investigaciones de la inteligencia estadounidense, ya que según un comité de la Cámara de Representantes, desde su arribo a Rusia Snowden ha tenido un contacto permanente con los servicios de seguridad.
Epstein destaca que esas afirmaciones son consistentes con las prácticas de interrogación que le describieron de forma anónima ex funcionarios del KGB con los que conversó en Moscú.
"La inteligencia rusa usa un término para cubrir a alguien que entrega información de inteligencia secreta. Si una persona actuó con motivos idealistas, vendió información por dinero o permanecía sin tener claridad sobre el rol que jugaba al transferir secretos. Eso es una descripción de trabajo que calza con Snowden", plantea Epstein.
El libro señala también, basándose en un reporte anónimo del Comité de Selección Permanente sobre Inteligencia de la Cámara de Representantes, que Snowden había "removido" 1,5 millones de documentos, información que se obtuvo luego de revisar registros que dieron cuenta de la selección, la copia y la extracción de los archivos. El informe de la Cámara concluyó que "puso en riesgo secretos que protegían a las tropas estadounidenses en el extranjero y secretos que entregan defensas vitales contra los terroristas y las naciones estado".
Una investigación del Pentágono realizada durante 2013 y 2014, que empleó a cientos de oficiales de inteligencia para revisar 1,5 millones de documentos, reveló que éstos archivos no se relacionaban con la vigilancia doméstica. Estos documentos eran principalmente secretos militares, según señaló el general Martin Dempsey, jefe del Comando Conjunto de EE.UU., al testificar ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara en 2014.
La crítica hacia el libro ha sido mixta. El diario The New York Times señaló que Epstein no entrega evidencia concreta de sus afirmaciones y que se basa en gran parte en fuentes anónimas. En cambio, la revista The Economist señala que el autor estadounidense fue cauto respecto de si Snowden estaba actuando solo o estaba bajo control de la inteligencia rusa.