"No me acuerdo la hora, eran como la una y media de la tarde. Ibamos a sentarnos a almorzar, estábamos pasando los platos al comedor y sentimos un ruido que no sabíamos qué era. Pensé que eran helicópteros que estaban subiendo a la nieve. Abrí la puerta y no sé qué se me vino encima, no sé qué era, creo que una lavadora. Y después miro a la cocina y en eso me doy vuelta le digo a mi señora: ¡agarra a la Dani!... y no supe más de mí.
Desperté a metro y medio del río, con una lluvia de piedras increíble y salí debajo de los escombros tratando de buscar a mi hija y a mi señora y a Fernandito, y no los encontré. Había un árbol detrás mío y vi que mi hijo estaba en el río sujetándose de unas piedras. Lo tomé, lo saqué y nos quedamos los dos abrazados en este eucaliptos, gracias a Dios que es grande. Sentíamos como chocaban las piedras.
Entre medio asomaba la cabeza para ver si podía ver si estaba mi señora o mi hija, pero no vi nada, porque caía mucho barro. Me caían toneladas de piedras, barros. Apenas veía, porque me costaba mucho, me golpeé el ojo y quedé medio aturdido. Fernandito lo único que vio pasar fue un camión por encima de él volando. Gracias a Dios cayó dentro del río. Esto duró unos 15 minutos y por la orilla empezamos a salir río arriba, unos 100 metros, porque yo sabía que había una escalera y subimos hasta la casa del vecino. Tuvimos que echarle abajo una puerta, porque no nos abría nadie. Nos abrió y el vecino no entendía nada de nada, porque estábamos embarrados. El no sintió nada.
Me prestaron un teléfono y llamé a mi mejor amigo, Rodrigo Figueroa, que era el único número que me sabía. No me contestó. Y llamé a mi mamá acá a la casa. Le dije: mamá, escúcheme, tranquila, se me fue la casa abajo, por favor vengan a ayudarme.
Cuando salimos, veo mi auto atravesado en el camino y fui a ver si podía hacer algo, pero estaba cayendo mucha tierra y mucho lodo. Fui a la casa de los vecinos, no había casa, se fue con el río. Traté de coordinar algo con bomberos... llegaron unos amigos míos.
Después de que logramos salir, me prestaron ropa, porque quedamos en calzoncillos. Me lavé un poco. Traté de coordinar para buscar a mi señora y a mi guagua, pero no me dejaron. Me metieron a una ambulancia, de la cual me bajé. A Fernandito lo metieron arriba de otro auto y se lo llevaron al Hospital Militar. Y de ahí no me acuerdo de nada más, me dijeron que fui a la clínica. No entendía nada, no entiendo por qué se vino todo abajo. Donde vivimos siempre nos preocupamos hacia dónde arrancaríamos si es que había temblores, pero ¿que viniera un aluvión? No había por dónde.
Tenía claro que la "Pollo" (su esposa) estaba muerta... Ella es súper luchadora y hubiera salido. Debe haberse aturdido o muerto casi instantáneamente, sino hubiese seguido luchando por la Daniela y no la hubiera soltado.
Estoy tranquilo, porque a la Dani sé que le di todos los besos que tenía que darle. Ese día le había hecho desayuno a la "Pollo" y a la Daniela, a Fernandito también. Estábamos viviendo un muy buen momento... un muy buen momento. No me voy a cuestionar lo que pasó. Dios sabe porqué hace las cosas. Quizás tuve la mala suerte de estar mal parado en el lugar menos indicado, a la hora menos indicada. Tengo muy buenos amigos y una familia grande, unida en este tipo de tragedia. Después del domingo, hay que hacer los cimientos para construir otra vida. A lo mejor, como me dijo mi mamá, me tienen preparada otra cosa, quizás ayudar a los niñitos con Down".