No era fácil ser gay a fines de los 70. Ni tampoco en los años 80, cuando el pianista y showman Liberace murió ocultando a todo el mundo que tenía Sida y se preocupó de que creyeran el cuento de la enfermedad respiratoria. Como Rock Hudson o Freddie Mercury en la misma época, Liberace debió luchar contra los estigmas, las reglas y las burlas de sus pares y de los que nunca entendieron por qué usaba capas y pelucas con forma de melena.
Era un personaje mediático, un payaso con talento de pianista que no pudo deshacerse de las trancas de una educación católica y la sobreprotección materna. Nunca reconoció su homosexualidad y aquella controversia íntima es parte de Behind the candelabra, la nueva cinta de Steven Soderbergh que ayer se estrenó con muchos aplausos en Cannes. De creerle al director, sería también su última obra por un buen tiempo. "Definitivamente estoy haciendo un alto en mi carrera y no hay más proyectos a futuro. Si ésta llegara a ser mi última película, estaré muy feliz de terminar así. Estoy realmente orgulloso", dijo ayer en conferencia de prensa.
Pero más allá de las contradicciones personales de Liberace, Behind the candelabra es también la historia de la relación entre el pianista y su amante, 40 años menor, entre 1977 y 1987. En el rol de Liberace, Michael Douglas brilla como pocas veces en su vida, dándole aire de egocentrismo, vanidad y capricho. Su amante es Scott Thorson (Matt Damon, que tiene 42 años, interpretando con convicción a un muchacho de 18), un joven que es adoptado como huésped permanente en la mansión del multimillonario artista. La película se basa en un libro escrito por el propio Thorson, en el que revela, con lujo de detalles, la vida de Rolls-Royce, mansiones y muchos amantes de Liberace.
Promiscuo y capaz de cambiar de pareja con la misma compulsión como compraba autos o pianos, el Liberace en manos de Douglas es una especie de dínamo afectivo. Apenas conoce al pasivo Thorson es capaz de devorarlo con su mirada y no habrán pasado muchas escenas hasta que ambos estén en la misma cama, en el mismo jacuzzi o, en el peor de los casos, peleando porque Liberace ya quiere otro chico y se aburrió de Scott. Soderbergh tiene la astucia de evitar la densidad y, por el contrario, entrega un filme lo suficientemente entretenido, ligero y de diálogos jocosos, como puede haber sido un show de Liberace.
La cinta, que compite por la Palma de Oro, no tiene posibilidades de llegar al Oscar, pues HBO la estrenará en TV en EE.UU. Que sea un filme de HBO y no de un gran estudio es una de las incógnitas que Soderbergh respondió ayer. "Cuando buscamos financiamiento para la película hace seis años, los estudios nos dijeron que no encontraban potencial en un filme cuya audiencia no iría más allá del público gay. Así es que tuvimos que esperar y esperar".