Lo ha dicho muchas veces, pero valga la aclaración para el público chileno: Spyro Gyra, la longeva formación que se ha convertido en un emblema del llamado smooth jazz (fusión más comercial), no pertenece al género. "Nosotros hacemos música instrumental contemporánea construida sobre una base de jazz. Una combinación de rock, rhythm & blues, latin jazz y todo unido por un espíritu de improvisación. La única cosa que nunca hemos sido es smooth jazz. Es un formato de radio, no es un estilo de música", aclara Jay Beckenstein, saxofonista y líder de la agrupación nacida en Buffalo en 1976.

Con 33 discos editados desde 1977 y más de 10 millones de copias vendidas, Spyro Gyra representa uno de los vértices más pop de la escena del jazz fusión, con mayor influencia del funk y la música latinoamericana, que contemporáneos suyos como Weather Report o Return to Forever. La banda se presenta en el Teatro Nescafé el viernes 22 de noviembre, en lo que será su segunda visita al país (la primera fue en 1996), como parte del ciclo Sesiones de Tolerancia, que ya trajo este año a Herbie Hancock y al contrabajista bop Ron Carter.

Con Beckenstein al frente, la banda ha visto pasar a un nutrido grupo de músicos en sus más de tres décadas, como Jeremy Wall y, especialmente, Dave Samuels, el virtuoso vibrafonista que estuvo invitado al Providencia Jazz de 2012, y que marcó en la banda el sello caribeño y cercano al bossa nova. "Las etiquetas en torno al jazz fusión están en todas partes", dice Beckenstein.

"Mi generación escuchó rock y rhythm & blues, eso era lo que nos rodeaba. Cuando empezamos, el jazz fusión sonaba como algo de los años 70 y parte de ella aún suena así. En cuanto a nosotros, creo que hemos estado en una búsqueda constante de hacer algo nuevo y hemos crecido como músicos en el proceso", agrega el saxo alto, quien se presenta con Tom Schuman en teclados, Scott Ambush en bajo, el cubano Julio Fernández en guitarra y Lee Pearson en batería.

La banda está embarcada en una gira latinoamericana que los traerá a La Paz, Santiago y luego Buenos Aires, para promocionar su último disco, The Rhinebeck sessions (2013), una placa que de cierta manera resume el mayor sello del grupo: la capacidad de improvisar en sus conciertos. En el disco, los músicos grabaron sesiones de improvisación en forma libre, tocando todos juntos, método inédito en su anterior trayectoria.

"Nos decidimos por lo que yo considero la gran fuerza de este grupo: nuestra capacidad de jugar el uno con el otro de forma espontánea. Hemos estado jugando juntos tanto tiempo, que nos conocemos tan bien. Es como una pareja que termina las frases del otro, excepto que hay cinco de nosotros. Nos metimos en el estudio durante tres días para ver qué pasaba, y eso quedó en el disco", cuenta, y agrega que tocarán algo de esas sesiones y "nuestros viejos hits, como Morning dance y Catching the sun".