Sacros y profanos. Apocalípticos e integrados. Todos caben en la fiesta del Festival de Cannes, un encuentro de vocación enciclopédica para el cine de autor y también el masivo. Los casos sobran todos los días, con la convivencia de películas que buscan la concentración del espectador y shows de pirotecnia mediática. El domingo, por ejemplo, mientras un selecto público asistía a la función de la lírica Jauja del argentino Lisandro Alonso, en las calles se desplazaba un vehículo de guerra blindado con Harrison Ford, Antonio Banderas y Sylvester Stallone entre sus pasajeros. Era la promoción de Los indestructibles 3: nada más lejos de Jauja, un trabajo minimalista que logró una respuesta soberbia entre los críticos.
Pero en esta mezcla de sabores hay también fórmulas intermedias. Ayer se dio una de aquellas películas con elenco de estrellas e historia de ecos autorales. Fue Foxcatcher, la nueva cinta de Bennett Miller, realizador que se mueve como pez en el agua en la industria y puede contar historias de escritores (Capote) o de obsesivos entrenadores de béisbol (El juego de la fortuna) y contar con el apoyo de un estudio como Sony Pictures. Ahora le llegó el turno a un desequilibrado mental, basado en un caso auténtico: a fines de los años 80, el multimillonario John DuPont (Steve Carell) apadrina al campeón de lucha libre Mark Schultz (Channing Tatum) para que logre la medalla de oro en los juegos olímpicos de Seúl 1988. Schultz, lento de cabeza y fuerte de brazos, tiene una confianza infinita en el entrenamiento de su hermano mayor Dave (Mark Ruffalo), que ha logrado más triunfos. Sin embargo, la oferta de DuPont, que les da su campo de entrenamiento llamado Foxcatcher, es imposible de rechazar. Mark Schultz se transforma en su protegido y en un alter ego sobre el que descarga todas sus aspiraciones frustradas por una madre que no lo quiso.
Steve Carell, uno de los grandes comediantes de los últimos años, hace aquí lo mismo que alguna vez intentaron Robin Williams en La sociedad de los poetas muertos y Jim Carrey en El show de Truman. Es decir, apuesta al drama, incluyendo una transformación física que trae aumento de peso, lentes de contacto oscuros, una gran prótesis en la nariz y el pelo cano. Si la metamorfosis sólo consistiera en cambios estéticos, la cosa sería menor. En este caso, la cuestión es mayor: Carell es capaz de inspirar miedo. No lo hace desde la gestualidad barata, sino a través de una actuación sugerente, cocinándose a fuego lento y, claro, con un guión que le permite dar la impresión de auténtico chiflado. Más temprano que tarde las cosas terminarán mal para alguno de los hermanos Schultz. Se sabe que tras la máscara de DuPont hay tinieblas de psicopatía.
Chile en Cannes
A pesar de la lluvia y el viento, el cóctel de Cinema Chile en representación de los cineastas y productores locales contó con bastante asistencia. Aunque este año nuestro país no tiene películas en competencia, sí está representado por productores como Juan de Dios Larraín o cineastas como Fernando Guzzoni, quienes buscan apoyo para Neruda o el filme sobre el caso Zamudio, respectivamente.
Jorge Olguín, que este año estrena Voces del bosque en Chile, también está buscando inversores para otra cinta con Fernanda Urrejola. En la misma tarea están Marcela Said para su nueva cinta Hablemos del tiempo y Cristián Jiménez con La voz en off.