Los 65 años han hecho mella pero los músculos aún asoman, como si Sting todavía quisiera seguir siendo joven. Quizá de ese espíritu haya surgido su vuelta a los orígenes con un disco de rock que hacía más de una década que no paría. Se llama 57th & 9th, tributo al Nueva York de siempre y vehículo de canciones con aire de denuncia sobre un mundo que no parece ir en la dirección que quisiera el británico, leyenda viva mientras otros grandes de la música dicen adiós a su alrededor.

¿Diría que este disco es un regreso a sí mismo?

En mi cabeza nunca me he ido, por lo que no lo siento como un regreso a nada en particular. En el pasado he hecho discos que quizá eran más esotéricos y este es mucho más directo, más simple, a base de historias cortas de 3 o 4 minutos. Mi intención era sorprender a la gente, acabar con cualquier idea preconcebida que el público pudiera tener de un disco como este.

En sus letras hay mucha actualidad, de alguien que vive pendiente del mundo en el que vivimos.

Soy un hombre de 65 años, padre de seis hijos, con nietos, un ciudadano que paga impuestos, que vota y lee periódicos. ¿Sobre qué voy a cantar, sobre mi auto? (razona con una sonrisa). No tenía muchas opciones.

¿Le inspira toda esta espiral de noticias extrañas que se están dando?

Mi visión del mundo me puede inspirar, aunque no siempre estoy escribiendo sobre mí mismo. Me gusta meterme en los zapatos de otras personas y ver el mundo desde su perspectiva. Eso crea empatía y conexión. Para mí sería muy fácil vivir aislado en una torre de marfil y que me traigan el café por las mañanas, pero estoy conectado política, socialmente, culturalmente y espero que las canciones que escribo lo reflejen.

Su disco lleva por título una intersección de calles de Nueva York. ¿No le da miedo que se lo coman vivo al salir a caminar?

La atención siempre es buena y no me preocupa. Sí, soy famoso, pero no quiero vivir con un equipo de guardaespaldas alrededor y toda esa mierda. Tengo el derecho a caminar y salir, y Nueva York es una ciudad fantástica para hacerlo. Salir me inspira, me hace pensar. Además, vengo de un pueblo muy duro (Wallsend, Northumberland), así que puedo cuidarme yo solito.

Decía hace poco que le da ansiedad estar sin hacer nada. ¿No le parece suficiente con lo logrado?

Creo que esa ansiedad se remonta a mi infancia, al hecho de que no crecí con dinero o con una idea clara de lo que haría con mi vida. Siempre hay un vacío y no se puede llenar del todo porque mi trabajo es muy efímero. No construyo edificios o barcos. Me gano la vida con algo que es muy frágil. Así que cuando camino y no me vienen ideas a la cabeza para nuevas canciones me siento perdido. A veces me siento vacío.

Desde su último gran éxito ya han pasado décadas. ¿Hasta qué punto le preocupa reivindicarse con este disco?

No lo pienso para nada. Tengo una vida extraordinaria como un músico, viajo por todo el mundo cantando, me pagan cantidades extravagantes de dinero y lo disfruto, así que si no he tenido un "hit" en muchos años a quién le importa. No estoy seguro de lo que es un hit, de todas formas.

¿Entonces no se planteó escribir el disco como una forma de competir con artistas como Justin Bieber o Taylor Swift?

(Sting suelta una carcajada antes de responder y recula con respecto a lo dicho hace unos instantes). Seamos honestos, sería extraordinario tener un hit a la vieja usanza, pero es más importante tener un éxito cultural, que la gente responda de una forma importante a este trabajo, aunque no podamos vender millones de discos.

¿Diría que es un buen momento para leyendas como usted, ahora que cada vez quedan menos?

No me veo como leyenda sino como un músico trabajador. Las leyendas suelen estar muertas y yo estoy muy vivo.

¿Le duele que nos estemos quedando sin dioses?

Es extraño que los convirtamos en inmortales y luego nos demos cuenta de que no lo son. Yo me quedé horrorizado no sólo por la muerte de gente como Prince o David Bowie, sino con Alan Rickman, Glenn Frey (Eagles) o de Lemmy (Motörhead). Te hace pensar. Creo que hay que encontrar el balance entre la luz y la soledad que supone este oficio.

¿Cuánto tiempo le dedica a pensar en la muerte?

Probablemente es el tema más interesante para un hombre de mi edad, el entender cómo nos enfrentamos a ello. Es algo fascinante para la sensibilidad de un músico.

"Regrets, I had a few" ("Arrepentimientos, tengo uno que otro"), decía Frank Sinatra. ¿Cuáles son los suyos?

No puedo decir que tenga muchos. He cometido muchos errores en mi vida pero lo importante es cómo reaccionas a ellos. Si tuviera que elegir alguno sería el haberle hecho daño a determinadas personas. Ojalá hubiera podido vivir mi vida sin hacerle daño a nadie, pero eso parece casi imposible. Así que en general no me lamento. Lo mío ha sido una vida extraordinaria y sólo siento gratitud.

¿Cuál es el mejor recuerdo de su infancia?

Mi infancia no fue feliz sino confusa. Mi familia era surrealista y la atmósfera en la que crecí también. En el pueblo en el que vivía sólo había dos tipos de trabajo: en los astilleros, que era un lugar aterrador, o en una mina de carbón, también aterrador. Mi trabajo era escapar de allí, que fue lo que hice.

Muchos jóvenes no saben quién es usted. ¿Le preocupa su legado?

No me preocupa en absoluto. No lo pienso más allá de lo que puedan tocar en mi funeral. Consider me gone, espero, una de mis canciones. La verdad es que trato de vivir en el momento y ahora me siento más vivo que nunca.

En One fine day, una de las canciones de su nuevo álbum, ironiza sobre el cambio climático. ¿Qué importancia tiene en su vida?

Todos los días rezo para que los escépticos tengan razón, pero por lo que sé es todo lo contrario.

¿No se suponía que nos volveríamos más cuerdos como sociedad?

Sí, más sabios, pero en lugar de eso parece que seguimos persistiendo en nuestros disparates y algún día nos despertaremos de esta pesadilla. Como con el Brexit. Aquello fue un error monumental.

Y Chile, ¿qué lugar ocupa en sus oraciones?

Tengo mucha historia con el país. Estuve muy joven en el Festival de Viña del Mar, donde aprendí mucho de política y de lo que pasó con Pinochet. Me reuní con las madres de los desaparecidos y escribí una canción. Me dieron una medalla la última vez que fui (dice entre risas). Me encantaría volver. Sólo estoy esperando a que me inviten.