El istmo centroamericano, ese puente que une a Colombia con México en el espacio comprendido entre ambos trópicos, se ha convertido en el mayor corredor humano en el planeta desde que Richard Nixon criminalizó la cocaína. Según la ONU, 16 de los 25 países más peligrosos conversan a través de ese estrecho pedazo de tierra. Y tres de ellos -El Salvador, Honduras y Guatemala-, en el espacio denominado el "Triángulo de la muerte", concentran la tasa más alta de homicidios.

El escritor estadounidense Francisco Goldman, conocido por sus ensayos acerca de asesinatos políticos en Centroamérica, llegó a decir que Drácula es el mejor libro escrito sobre Guatemala. En 2015, un informe de Amnistía Internacional (AI) evidenció que la tasa de homicidios en el país de Miguel Angel Asturias fue de 35 por cada 100 mil habitantes, mientras que en Honduras el número subió a 93.

Entre 2004 y 2009, El Salvador fue el territorio más violento del planeta. El pequeño país de 20 mil kilómetros cuadrados tuvo una tasa de 60 homicidios por cada 100 mil habitantes.

Lo peor vino el año pasado, cuando las alarmas se dispararon en la patria de Roque Dalton: 108 homicidios por cada 100 mil habitantes, según AI, que concluyó que una persona en El Salvador tiene 25 veces más probabilidades de ser asesinada que si está en EE.UU. En Chile -siempre con los datos de AI-, la cantidad de asesinatos por cada 100 mil habitantes es tres.

Jon Lee Anderson, elogiado cronista estadounidense y autor de Che Guevara: Una Vida Revolucionaria, escribió que la migración centroamericana hacia EE.UU. es "la más terrible de las guerras".

Si le preguntan a Carlos Dada -director del diario El Faro de El Salvador- por un hiperónimo que explique la situación de los centroamericanos que migran a Estados Unidos, él, desde el prólogo de Los migrantes que no importan, del periodista salvadoreño Oscar Martínez, responde: "Los nómades más vulnerables en la historia de la humanidad".

Los altos índices de violencia en Guatemala y sobre todo en Honduras y El Salvador obligan a escapar a miles de personas, que ya no solo se movilizan para alcanzar "el sueño americano", sino que huyen de la pesadilla que viven sus propios barrios y ciudades. Una mezcla de necesidad e inseguridad que podría agudizar la crisis migratoria luego del triunfo de Donald Trump y lo que, para ellos, son unos anuncios inquietantes: quiere deportar a los indocumentados con antecedentes judiciales, que según sus cálculos bordean los 3 millones.

Escapar

Hay quienes migran porque en Centroamérica la mitad de la población vive bajo la línea de la pobreza. Hay quienes migran para reencontrarse con familiares. Y hay quienes, a causa del miedo, escapan. En Nicaragua, por ejemplo, el 39% es pobre.

En media década, el número de solicitudes de asilo del llamado "Triángulo de la muerte" aumentó en un 597%, de 8.052 a 56.087 peticiones.

No es todo. Para complicar el drama centroamericano, al momento de atravesar México -con Estados Unidos como destino final-, son extorsionados, secuestrados, asesinados y sometidos a todo tipo de abusos por parte de autoridades, narcotraficantes y mafias como Los Zetas, grupo creado en 1999 por Osiel Cárdenas Guillén (preso desde 2003 en EE.UU.) con algunos militares de elite -algunos incluso pasaron por la Escuela de las Américas- que desertaron para formar aquel bando que ahora se considera un cartel que desde 2007 agregó a sus actividades el secuestro masivo de indocumentados.

Las dificultades aumentan todavía más si el transporte por excelencia del centroamericano sin papeles es como polizón, arriba de un tren -que es llamado "La Bestia"-, donde los vagones de una tonelada de peso y las ruedas de acero han troceado piernas, brazos y cabezas.

El padre Alejandro Solalinde, creador del albergue para migrantes "Hermanos en el camino" -que recibe a unas 20 mil personas al año en la ciudad mexicana de Ixtepec, lo explica de otra forma: "Si a pesar de todos estos peligros siguen viniendo, ¡cómo será el lugar del que huyen!".

El lugar del que huyen

"El norte de Centroamérica -Guatemala, Honduras y El Salvador- es una esquina del mundo en la que la generación a la que pertenezco nunca ha conocido la paz", dice Oscar Martínez.

"Hemos sido el depósito de diferentes estupideces mundiales -explica Martínez-. Aquí se dirimió la última intención de mantener dos ideas predominantes en el mundo y experimentaron con todos nosotros, por ejemplo, cuando Estados Unidos pensó que deportando sus problemas los podía eliminar".

Martínez, reconocido en el circuito de cronistas por sus trabajos sobre migración y pandillas, enarbola una idea y advierte: "Somos una región con una brecha social tal que pensás que es una falla irreunificable. Los-que-tienen-mucho, que son los que gobiernan el país con apellidos históricos, no entienden un carajo de lo que pasa en las comunidades de los-que-tienen-poco. No entienden qué es una pandilla, ni les interesa hacerlo".

Círculo vicioso

A fines de los años 70, antes de que existieran pandillas como la Mara Salvatruchas (MS13) y la Barrio 18 (M18), Centroamérica tenía migrantes y Estados Unidos un sistema de ordenamiento social rígido.

"Estados Unidos y su política de segregación social generaron que mucha gente tuviera que autoprotegerse al sentirse perseguidos por un Estado y no protegidos por un Estado. Entonces, estos grupos, para defenderse en ese ecosistema violento, aprendieron que hacerlo implicaba ocupar tácticas territoriales", explica Martínez.

Según el autor de Los migrantes que no importan, El Salvador es "una sociedad muy violenta, muy desigual, y sobre todo somos una sociedad a la que se le ve poco futuro. Entonces, cuando vivís en medio de una fosa llena de mierda y pensás que difícilmente un día próximo van a limpiar, pues eso genera que mucha gente intente escalar esa fosa y largarse".

La mordida de La Bestia

La mayoría de los migrantes centroamericanos se movilizan a pie, en medio del mismo territorio que habitó la civilización maya, porque no tienen recursos para sobornar a las autoridades en los retenes y conseguir vía libre hasta el muro con Estados Unidos. Además, como huyen de las autoridades, no solo son asaltados por ladrones comunes y policías corruptos, sino que es complicado dar con datos oficiales.

Tapachula y Tenosique son los puntos fronterizos preferidos para cruzar hasta México. Allí los migrantes centroamericanos recorren grandes tramos a pie o en autobuses destartalados en rutas con más curvas que un intestino. Cuando el huracán Stan azotó el sur mexicano en 2005, no solo destruyó las vías ferroviarias, también obligó a los migrantes a adentrarse hasta poblados más al norte, como Arriaga, donde pueden tomar contacto directo con las vías del tren.

Allí esperan a que salga "La Bestia" y se trepan y viajan colgados para acortar distancia con la frontera estadounidense. Así es como acaban en la siguiente estación, esperando a que salga el próximo tren para repetir la operación.

Según Martínez, los migrantes abordan en promedio ocho trenes para recorrer cerca de cinco mil kilómetros en más o menos un mes.

En el camino, las parrillas en el lomo de los vagones parecen un campo para refugiados, pero también una ruleta rusa: el viaje puede durar semanas y quedarse dormido puede significar caer del tren, perder una extremidad por mutilación o la muerte. Por eso en México existen albergues especializados en atender personas mutiladas por el tren. La mordida de "La Bestia" le llaman.

En 2012, México reportó que unos 400 mil indocumentados centroamericanos cruzaron su territorio para llegar hasta EE.UU. Pero hay indocumentados que se mantienen invisibles ante las autoridades y una cantidad indeterminada de muertos sin identidad.

"Al migrante nunca lo venden como una mujer violada o un hombre que se desloma trabajando en Estados Unidos para que le paguen menos del mínimo por hora -explica Martínez-. La construcción ideológica del migrante se traduce en un buen equipo de música, en una camiseta de Los Angeles Lakers, o como un héroe que va a salvar la economía de la familia".

Para hacerse una idea, el periodista dice que el perfil predominante del migrante centroamericano es de "hombres entre 15 y 40 años, pero cada vez aparecen más mujeres, menores de edad y familias completas".

Actualmente hay cercas y muros en 1.080 de los 3.185 kilómetros de frontera entre México y EE.UU. El plan de Trump es extender el muro en 2.066 kilómetros a un costo de 20 mil millones de dólares. Durante su campaña, dijo que obligará a México a pagar por la construcción del muro imponiendo nuevos impuestos a sus productos y evitando el envío de remesas para forzar a que el gobierno de ese país pague.

¿Qué ocurre con los centroamericanos del "Triángulo de la muerte"? Según EFE, el 20% del PIB de Honduras viene de las remesas de los migrantes. En el caso de El Salvador representa el 16,4% y de Guatemala un 10%.

No solo los Estados se ven beneficiados con las remesas. En 2009, la Comisión Nacional de DD.HH de México publicó un informe que se titula "Secuestros de inmigrantes en México", donde entrevistaron por seis meses a migrantes en tránsito que habían salido de una condición de secuestro. Ese documento descubrió que Los Zetas habían conseguido US$ 25 millones.