José Etcheverry tiene un sueño: crear en Chile la primera ciudad sustentable del continente con energía solar. Después, extender esa tecnología al resto de las regiones. Suena utópico, pero como ese mismo investigador es profesor y co-presidente de la Iniciativa de Energía Sustentable de la Universidad de York en Canadá y fue uno de los responsables de la tramitación de una emblemática ley en Ontario que involucra a los miembros de la comunidad en la creación de energía sustentable, la idea merece un poco de atención.
La ruta del doctor en geografía José Etcheverry no fue la típica: en los 80 era el porro de su curso, y seguir estudiando en la universidad no era una idea que lo sedujera. Aprovechando que su papá vivía en Canadá, partió para allá a fines de esa década en busca de mejor suerte y consiguió un trabajo plantando árboles. "Fue la primera vez que pude estar solo tres meses, tenía 19 años. Ahí decidí que quería hacer algo práctico con respecto a proteger el medioambiente".
Una cosa es tener conciencia sobre un problema y otra, dedicarte a entenderlo. ¿Cómo comenzó tu carrera como investigador y activista?
Tuve la suerte de llegar a Toronto, porque ahí se habían hecho las primeras reuniones de los grupos de cambio climático. En 1988 se juntaron ahí el alcalde de la ciudad, el primer ministro de Canadá y científicos que habían descubierto este grave problema. El resto es historia. De ahí salió el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), por ejemplo. Fue muy choro estar ahí el 89, porque la gente se estaba preguntando cómo podía desarrollar energías renovables.
Tú te has concentrado en el componente comunitario que deben tener los proyectos energéticos. ¿En Chile se considera adecuadamente a las comunidades en estos proyectos?
Lo que se hace acá es un parche curita, pues obedece a la idea de eficiencia en la implementación y se está tratando de bajar los costos para maximizar el lucro. Yo creo que la tecnología y los proyectos bien hechos ayudan a que la comunidad se pueda emancipar: si en ellas hay una situación de desigualdad social -de género, clase, origen o educación-, un proyecto bien diseñado puede ayudar a ese grupo a autogestionarse. Eso es lo que tiene que pasar.
¿Pasa en Chile?
Sí y no. Existen ya experiencias como las del Ayllu Solar (proyecto del Centro de Investigación en Energía Solar, compuesto por seis universidades y Fundación Chile destinado a que la región de Arica y Parinacota alcance el desarrollo sustentable a través de la energía solar), pero también está lo que pasó con HidroAysén, que si bien se canceló, nunca consideró a las comunidades. ¿Cuál es el rol del Estado? Mejorar la calidad de vida de las personas, no solamente el estándar de vida. Darle trabajo a la gente de una comunidad a partir de la instalación de un proyecto energético es una definición muy estrecha, pues la calidad de vida va más allá. Los proyectos comunitarios le tienen que pertenecer a la comunidad. La tecnología no es neutral: cuando cambias la tecnología, cambia la gente. Entonces hay que diseñarla para que le cambia la vida para mejor.
¿Por qué, entonces, las empresas no construyen sus proyectos con las comunidades?
Yo creo que tiene que ver un poco con el legado neoliberal de la humanidad. Se desreguló todo el planeta y Chile se fue al chancho al respecto, acá se privatizó todo. Tenemos un mercado chacreado. Yo quiero enfatizarte que soy un emprendedor y creo que el mercado, si está bien ordenado, permite la innovación, pero el planeta no está dominado por los emprendedores y hay unas cientos de corporaciones que controlan mucho y que ni siquiera compiten entre ellas. Hay que reconocer que el mercado energético está desordenado. El hecho de que haya sólo motores a combustión interna en los autos, en los autobuses… El mercado ya decidió que la contaminación vale callampa y que el asma de los niños y de los viejitos vale callampa, entonces no queda otra que ordenarlo para que nos pasemos a los motores eléctricos alimentados con energía renovable.
Chile hoy tiene un enorme potencial solar, reconocido por expertos nacionales e internacionales.
Así es, pero ¿qué es lo que vamos a hacer? Lo mismo que con el litio. Tenemos uno de los mejores depósitos de litio del planeta y lo estamos vendiendo a precio de huevo. Los coreanos lo compran y nos devuelven el litio en forma de baterías de litio para los motores eléctricos. No estoy diciendo que haya que nacionalizar el litio, pero hagamos una política inteligente de valor agregado. Lo vengo escuchando desde que era guagua, la pregunta es cuándo vamos a empezar a hacerlo.
¿Qué se puede hacer inmediatamente para frenar la contaminación?
Tenemos que hacer cuatro cosas. Tenemos que irnos al cien por ciento con las energías renovables lo antes posible, con un enfoque comunitario. Hay que dejar de usar los motores a combustión interna, ahora. Las tecnologías para cualquier medio de transporte ya existen. Debemos reforestar todo el planeta. Y, por último, empezar programas de colaboración entre países, regiones y pueblos que lleven a poner en práctica estas tres soluciones.
¿Qué te pasa cuando ves que el mundo avanza en otra dirección? Donald Trump, por ejemplo, se salió del Acuerdo de París y niega el cambio climático.
Yo jamás pierdo la fe porque he visto que nunca ha sido fácil cambiar las cosas. No necesitamos que todo el mundo esté de acuerdo, hay que crear las redes para que nos juntemos y parar a los locos y sicópatas como el presidente de Estados Unidos, de quien me rehúso a decir su nombre.
¿Cómo te involucraste en uno de los más importantes cambios en favor de la energía renovable en Canadá?
Yo trabajaba para la Fundación David Suzuki. Tenía que sentarme en un escritorio a ver qué pasaba en Canadá y encontrar la oportunidad de reducir las emisiones de carbono. En eso apareció Dalton McGuinty como candidato a Premier de Ontario y dijo que si ganaba iba a cancelar las carboníferas. Nosotros le mandamos un correo diciéndole que estaríamos felices de asesorarlo. Cuando fue escogido, le ofreció a David Suzuki trabajar en el Ministerio de Energía y él pidió que yo fuera su asesor y representante. Y así fue. En ese momento nos dimos cuenta de que la única manera de que creciera el mercado era tener un programa que permitiera a las comunidades tener sistemas de energía renovable. Para conseguir eso convencimos al gobierno de que generara un pago para las personas que implementaran sistemas de energía renovable en sus casas, de modo que una familia pudiera tener la certeza de que podía instalar un sistema fotovoltaico, ecológico, y de que el gobierno le iba a pagar por la electricidad que cada casa aportaría al sistema en los próximos veinte años. El 19 de mayo de 2009 se creó el programa, hecho para la eficiencia de las tecnologías renovables. Uno de mis orgullos más grandes es que en abril de 2014 se cerró la última carbonífera de Ontario. No fui el único en ese esfuerzo, por supuesto, pero sí uno de los actores principales.
El rol de los gobiernos
En septiembre de este año, el ex vicepresidente de Estados Unidos y activista medioambiental, Al Gore, le envió a la Presidenta Michelle Bachelet una carta en la que destaca a Chile por el asombroso crecimiento del mercado de la energía solar. Algo está pasando en el país y Etcheverry quiso aprovechar el momento.
El 21 de noviembre de 2017, tras los resultados de la primera vuelta presidencial, el académico envió dos cartas: una a Sebastián Piñera y otra a Alejandro Guillier, en las que expuso la experiencia de la energía solar en Arica, ciudad en la que Etcheverry ha apoyado en el desarrollo de proyectos. Allí, en el Liceo Pablo Neruda, se inauguraron en 2016 sistemas de paneles fotovoltaicos con baterías, los que convirtieron a este liceo en el primer establecimiento educacional público en Chile con energía limpia y tecnología de punta.
¿Qué es lo que le propones al próximo Presidente de Chile?
Muy sencillo: nosotros nos enfocamos en Arica, que es mi ciudad adoptiva. A través de una red de colaboración salieron a Canadá muchachos y muchachas, que ahora volvieron y son los más capos de Chile en la fotovoltaica, que tienen una compañía chiquitita que se llama Solar Trust, que me ha enseñado que se pueden hacer proyectos con fines de lucro para financiar otros sin fines de lucro. Entre esos últimos está el liceo Pablo Neruda, que pasó de ser uno de los colegios más estigmatizados a uno donde la gente quiere ir a estudiar, porque enseñan tecnología de punta en fotovoltaica. En Arica sabemos cuánto cuesta y cómo hacerlo. Y lo que pido, de rodillas si es necesario, es que se replique eso en todo Chile, en todos los establecimientos de educación que quieran. Que puedan tener acceso a sistemas de buena calidad que puedan ser instalados por los mismos profesores y estudiantes.
¿Qué les dirías a los votantes que les interesan estos temas?
Bueno, hago dos llamados: uno, a votar. Lo siguiente es que todos se acuerden de que la democracia nos pertenece a todos, entonces independientemente de quién gane, si alguien lee esto le pido que se acuerde no solamente en el momento de votar. Cuando los candidatos se conviertan en nuestros representantes, porque no vivimos en una aristocracia, sino en una democracia que hay que cuidar, hay que estar vigilantes para que quien sea que gane no empiece con las excusas típicas cuando esté en el gobierno, sino que ayude a pegarse un salto cuántico a Chile.
Mentes chicas
Rodrigo Palma es director del Centro de Investigaciones en Energía Solar, SERC, por sus siglas en inglés, que involucra a las universidades de Chile, Tarapacá, Antofagasta, Técnica Federico Santa María, Adolfo Ibáñez, Concepción y la Fundación Chile, y busca ser líder en investigación sobre energía solar. Palma conoce el trabajo de Etcheverry y reconoce "su compromiso con el desarrollo de la energía renovable y la gran fuerza de sus ideas", claves en este momento en que el mundo mira a Chile.
"En 2014 teníamos sólo 6 MW de energía solar fotovoltaica en el país. La primera señal fue el 2012 con la planta Calama 3, de un MW, que fue un hito de la energía solar en Chile. El despegue se produce el año 2014 con la primera planta de 100 MW. Por eso no me sorprende que hoy el mundo mire a Chile", dice aludiendo por ejemplo, a Al Gore, quien celebró recientemente en su documental An Inconvenient Sequel los pasos que está dando actualmente Chile en esta área.
El académico es igual de entusiasta que Etcheverry sobre el potencial de la energía solar en el futuro: "Hay una oportunidad bien única en Chile. En el mundo se habla de un 20 por ciento en que las energías renovables podrían contribuir al sistema energético, pero esa cifra considera sólo la energía variable eólica y solar, tratando de establecer un límite donde es necesario resolver temas técnicos para compensar su variación. Está super demostrado que con el sol tú tienes la posibilidad de alimentar en un cien por ciento el sistema energético, y Chile incluso podría exportar energía renovable a otros países.
Hoy no se hace directamente a esos niveles porque todavía es más caro y porque hay que solucionar temas de almacenamiento, de hacer redes más inteligentes, pero el mundo va para allá. El gran valor que tiene el trabajo de José es que se enfoca en la mente y motivación de los niños y jóvenes", quienes, a juicio de Palma, serán los encargados de diseñar y poner en práctica las tecnologías que permitan aprovechar todo el potencial solar del país.