Los fines de semana llevaba a sus hijos a los juegos Diana. Tras las horas de diversión entraban a un bar, donde los niños tomaban leche con vainilla. Nicomedes Guzmán, el padre, les hablaba a esos pequeños de sus años de infancia, de la pobreza en esquinas bravas y conventillos. De sus pellejerías junto a su familia en el barrio Club Hípico.

Nicomedes Guzmán les contaba, a la vez, a sus hijos de los libros que estaba escribiendo. Les decía que no había distancia entre el mundo proletario de su pasado y las vidas mínimas que entraban en su literatura, en novelas como Los hombres oscuros (1939) y La sangre y la esperanza (1944).

"¿Qué escritor en sus andanzas lleva a sus hijos? Viajamos a Concepción con Violeta Parra y también nos llevó al cumpleaños 50 de Pablo Neruda", recuerda hoy Pablo Vásquez, hijo del escritor y uno de los organizadores de las actividades que esta semana conmemoran los 100 años de su nacimiento.

Oscar Nicomedes Vásquez Guzmán nació el 25 de junio de 1914. Fue parte de la generación del 38, también integrada por Francisco Coloane, Carlos Droguett, Volodia Teitelboim y Fernando Alegría. El narrador se quedaría con su segundo nombre y apellido para firmar sus libros, que se distanciaron del criollismo precedente, donde la identidad chilena solo se asociaba al mundo rural. Guzmán seguiría la senda abierta por Manuel Rojas.

"La pobreza de los trabajadores de la ciudad, de sus familias, pensada como un espacio donde puede surgir lo hermoso. Ese es el proyecto de La sangre y la esperanza", anota Ignacio Alvarez, académico especialista en literatura chilena. Su ensayo es parte de la nueva edición de la novela de Nicomedes Guzmán, que Lom ediciones vuelve a poner en circulación, al igual que Los hombres oscuros. Esta, su primera novela, está dedicada a sus padres. "A mi padre, heladero ambulante, y a mi madre, obrera doméstica".

EJEMPLARES QUEMADOS

Ejerció diversos oficios para sobrevivir y de paso alimentar su literatura. "Fui acarreador de cajas en una fábrica de artículos de cartón, ayudante de chofer, mandadero, ayudante de tipógrafo, encuadernador...", escribió Nicomedes Guzmán. Le faltaría nombrar: carpintero en el barrio Matucana, secretario en una oficina de corredora de propiedades y fondista del club Deportivo Royal. En sus horas libres corría en la Quinta Normal.

Tras sus primeras colaboraciones en la revista infantil El Peneca, a los 24 años publica su primer libro de poemas La ceniza y el sueño (1938). "En un país de grandes poetas como Chile… mis afanes líricos no iban a prosperar", diría con los años. No publicaría más poesía.

"Cuando Nicomedes Guzmán descargó sus libros tremendos, la balanza se vino abajo porque nunca recibió un saco tan verdadero", escribió sobre él Pablo Neruda.

A sus dos reconocidas novelas sumaría otras como La carne iluminada (1945) y los cuentos Una moneda al río (1954). De sus colaboraciones en diarios como El Siglo, El Rancagüino y La Nación saldrían las crónicas reunidas en el libro Estampas populares de Chile publicado en 2008 por el sello Ril. Allí hay escritos dedicados a las lavanderas, al organillero, al cartero y a las fiestas típicas como la Noche de San Juan y La Tirana.

Con 40 años el escritor consigue un trabajo en el Departamento de Cultura del Ministerio de Educación. Recorre el país visitando colegios y repartiendo libros. "Fue un hombre en comisión de servicios, siempre. Se quemó por los demás, sin ahorros", anotaría el escritor Enrique Lafourcade. Además, prepararía antologías para difundir la obra de Marta Brunet, Carlos Pezoa Véliz y Baldomero Lillo.

En la madrugada del 26 de junio de 1964, Nicomedes Guzmán murió a horas de haber cumplido 50 años. "En esos momentos y desde hace algunos años, su nombre era mencionado como candidato al premio nacional de Literatura", señala su hijo Pablo.

Con la llegada de la Unidad Popular, la editorial Quimantú publicó 50 mil ejemplares de La sangre y la esperanza. Y sus novelas y cuentos aparecen en los textos y programas del Ministerio de Educación. Pero los libros de Guzmán saldrían de la primera fila de la literatura nacional con la llegada del golpe militar de 1973. "Bajo la dictadura fue eliminado de los programas escolares. En las hogueras que proliferaron con los allanamientos se vio arder La sangre y la esperanza junto a Los hombres oscuros y otros textos considerados subversivos", señala hoy el hijo de Guzmán, del autor que registró los sinsabores y alegrías del pueblo.